Hace seis décadas apareció en Irán "El hombre y la naturaleza, la crisis espiritual del hombre moderno", un libro del profesor Seyyed Hussain Nasr, que se venía preocupando desde mucho antes por la crisis ecológica cuando pocos la tomaban en cuenta.
En su país, el profesor Nasr estudió lo que en occidente se llama "sufismo", etiquetado habitualmente como el aspecto esotérico del Islam. Sin embargo, ya había entonces en Occidente voces que advertían que no se trata de una particularidad islámica sino de las doctrinas tradicionales, que en diferentes formas tienen el mismo contenido.
Sufí en árabe significa "lana" y alude a la vestimenta de los sufíes; es decir, a un aspecto accidental. La designación árabe debería ser "tasawwuf", que se aplica a todas las formas tradicionales, incluso a las anteriores al Islam, como lo hace el mismo Corán.
La revolución de los ayatolás en 1970 indujo a Nasr a abandonar Irán. En los Estados Unidos se graduó en física y en historia de la ciencia, sin abandonar nunca la intelectualidad tradicional, lejos de las religiones actuales.
Para el saber tradicional la naturaleza es todo lo que no es obra del hombre, desde las montañas hasta el océano, desde las algas hasta el elefante.
El hombre, en cuanto cuerpo que sigue las mismas leyes que los demás animales, es también naturaleza; pero hay que hacer la salvedad de que tiene la facultad de rebelarse que lo aparta de los otros seres.
En las sociedades tradicionales, que son todas menos la occidental desde el Renacimiento, el hombre estaba en armonía con la naturaleza; pero eso se rompió hasta llegar a la condición actual de las sociedades industriales.
La consecuencia del quiebre de la armonía ha sido la destrucción de mucha naturaleza. Para Nasr, la situación es crítica. "Con la difusión global del paradigma del modernismo -que es inseparable de la idea de poder y dominación sobre la naturaleza para satisfacer las “necesidades” humanas que nunca cesan de crecer (y que en muchos casos son necesidades artificiales, en modo alguno necesidades reales- las cosas están empeorando.
Sin embargo, Nasr advierte un despertar de la conciencia del estado en que se encuentra el mundo natural y una vuelta a la necesidad de cultivar la actitud correcta para con la naturaleza, de modo que no se destruya lo que queda de ella.
La crisis en la relación entre los seres humanos y la naturaleza empezó cuando la naturaleza se vio como algo puramente cuantitativo, apoyado en el punto de vista de la revolución industrial.
El hombre no es enemigo de la naturaleza, pero sí lo es el hombre moderno. Nasr recuerda que los aborígenes australianos han estado viviendo en Australia durante unos 40.000 años y, si no hubieran sido en gran medida destruidos por el hombre blanco y sus modos tradicionales de vida no hubiesen sido alterados de tantos modos, hubieran podido seguir viviendo en Australia en medio de una naturaleza hermosa e inmaculada otros 40.000 años o más.
Contrasta este hecho con lo que ocurre en las zonas urbanas de Sidney o Melbourne o en la Australia actual, y más generalmente en cualquier ciudad desde Seúl a Nueva York. "La existencia del hombre moderno no es necesaria para la naturaleza, y de hecho no puede continuar mucho tiempo haciendo lo mismo que hasta ahora"
La ciencia moderna, y también la filosofía y la religión, no entienden la relación entre hombre y naturaleza porque ignoran los estados superiores del ser. Nasr afirma que una ciencia que se aproxima a la comprensión perdida de aquella relación es la ecología; y desde el punto de vista metafísico, la mecánica cuántica
Las ciencias orientales tradicionales, que para los occidentales son más superstición que ciencia, se basan en principios intelectuales que superan la naturaleza física y se basan en la correspondencia entre el hombre y la naturaleza
Si las ciencias orientales tradicionales se estudian como modos independientes de conocer la naturaleza revelan aspectos fundamentales de la relación con el hombre, que siguen ocultos para los que han adoptado como única la perspectiva de la ciencia moderna.
Nasr ve al hombre moderno dominado por un necio orgullo, cree tener un dominio total sobre la naturaleza mientras continúa una obra destructora. En caso de que cierto despertar de la conciencia que se viene observando sea insuficiente para cambiar a tiempo lo que las crisis climáticas anticipan, la única solución sería una catástrofe que haga caer en la cuenta de que -como supieron desde siempre las sociedades tradicionales- la naturaleza se reserva la última palabra.
De la Redacción de AIM.
Dejá tu comentario sobre esta nota