La expresión alemana "Arbeit macht frei", con letras de hierro sobre la entrada al campo de experimentación y exterminio de Auschwitz-Birkenau significa "El trabajo libera" o "El trabajo hace libres", y a primera vista parece un remedo de "la verdad os hará libres" del evangelio atribuido a Juan.
Auschwitz estaba en Polonia porque Hitler no quería campos de concentración en Alemania; algo en cierta medida similar a Guantánamo en Cuba, porque como dijo el ex presidente Barack Obama "Los Estados Unidos no torturan" (en su territorio). Obama declaró la intención de cerrar Guantánamo, pero la base militar sigue allí con buena salud.
"Arbeit macht frei" significa de una parte libertad para los trabajadores y de otra parte libertad para la élite una vez realizado sobre los prisioneros el trabajo de matarlos: una ambigüedad deliberada.
La expresión proviene del inicio de la modernidad en Europa. "Stadtluft macht frei", o sea "el aire de la ciudad te hace libre", aludía a que los siervos de la gleba fugados de los feudos eran libres si conseguían permanecer un año y un día en un burgo.
Ahora el mundo entero se va convirtiendo en un presidio eficiente y suave -en esto último diferente de Auschwitz- con aprobación de gente que confía todavía en que el poder ejercido por sus representantes trabaja por la salud y el bien de todos.
En la última peste mundial (hasta ahora), el poder reclamó la libertad individual, confinó, mandó a inocularse y a usar bozal, exigió certificados y pases para entrar y salir, para viajar, para asistir, para trabajar, etc; pero prometió que sólo por un rato: "es solo eso, nada más que eso hasta que el suelo ceda bajo los pies".
El economista canadiense Miguel Chassudovsky entiende que se trata de los prolegómenos o ensayos de un estado de cosas que terminará imponiéndose en medio de la indiferencia general, de la abulia que no tolera sobresaltos o de la urgencia por sobrevivir.
Llama a romper las barreras políticas e ideológicas dentro de la sociedad (es decir, entre los partidos políticos) y actuar "con una sola voz hacia la construcción de un consenso mundial contra la tiranía".
Posiblemente romper las barreras dentro de los partidos no llega hasta romper los partidos mismos, o sea, la construcción de "un gran consenso contra la tiranía" parece involucrar a los partidos. Pedir a los que nos trajeron hasta acá que nos lleven de vuelta a casa es una ingenuidad.
La voz preponderante hoy es un estruendo publicitario que calla cualquier disidencia y parece la única certeza, como el "pensamiento correcto" de los neoliberales, o como las bulas del Papa en el Medioevo. El legendario Credo de Atanasio dice: "quien no observe la fe verdadera en su totalidad y sin violarla sin duda perecerá por la eternidad". Adecuando las palabras del siglo IV al XXI se ve que el poder cambia poco pero se adapta mucho.
Sólo algunos adolescentes objetaron la corrección política y se rebelaron durante la peste porque querían bailar y trasnochar y les fue otorgado amontonarse en las playas durante la temporada.
De todos modos el problema está intacto, incluso agravado desde que Etienne De La Boetie lo atacó de frente y sin medias tintas en el "Discurso sobre la servidumbre voluntaria", escrito en 1548 a los 20 años de edad.
Para De La Boétie, la naturaleza humana ha sido pervertida al punto de que los hombres no recuerdan su dignidad. Por eso medran los tiranos bajo diferentes denominaciones políticas -hoy sobre todo democráticas- sostenidos por cómplices interesados, que suelen a su vez ser víctimas de los mismos tiranos.
Hasta entonces, la atención iba dirigida al poder que obliga, oprime, limita o envilece; pero la tesis de De La Boétie es que ese poder se puede manifestar gracias a la propia voluntad del hombre de aceptar la servidumbre, de preferirla a la libertad, de entregarla como ocurre modernamente a cambio de seguridad, holganza o comodidad; por mera falta de perspectivas o por desesperación.
También Baruch Spinoza, en su Tratado Teológico Político, se pregunta por qué los hombres luchan por su esclavitud como si fuera su libertad.
De la Boétie sostiene que entre a las razones para preferir el servilismo está la costumbre heredada; pero también la propaganda publicitaria, la industria cultural que tiene hoy tanto peso e induce a adoptar formas ficticias de libertad.
También advierte sobre el espúreo prestigio del poder, que él llama "místico", el carácter misterioso, impenetrable, casi fatal con que se impone a las mentes de los que eligen la dependencia y el conformismo, de los se someten voluntariamente a un monstruo sin otro poder que el que le quieran dar y cuya consistencia es la del humo. Un monstruo sin sustancia que desaparecería no ya con quitarle algo, sino solo con no darle nada.
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