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Caleidoscopio
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Indignados como la espuma

La indignación es un sentimiento que va contra lo que nos perjudica, considerado por eso mismo ofensivo e injusto. Así se indignaban los aristócratas ingleses ante el trato que recibían los miembros del antiguo régimen cuando la revolución francesa. Así se indignaban los esclavistas ante el menor intento de protesta de los esclavizados y estaban dispuestos siempre a hacer tronar el escarmiento.


Así el gran escritor mexicano Juan Rulfo, víctima personal de la guerra "cristera", señaló como responsables a las mujeres, porque ellas enardecían a sus hijos y maridos diciéndoles que no eran hombres si no empuñaban las armas en defensa de la Iglesia.

La indignación es un sentimiento y como tal no ofrece pruebas: las pruebas son de naturaleza racional, no emocional.

El movimiento de los “indignados” surgió en Europa al calor de la crisis de 2008 y vivió breve pero intensamente, como décadas antes había sucedido con el mayo francés, hasta disiparse como la espuma del mar al tocar la playa.

El 15 de mayo de 2011 miles de personas llenaron las plazas de Madrid y otras ciudades protestando contra la crisis, el desempleo y la corrupción. El ejemplo se extendió por todo el mundo como reguero de pólvora; terminó siendo una válvula de escape de las que permiten al régimen seguir con salud cada vez que aparece un peligro.

En la Argentina el grito "que se vayan todos" se había oído antes, en 2001, cuando Fernando de la Rúa salió volando; pero la red de prebendas y contenciones organizada por los políticos, las dádivas organizadas preventivamente como calmante o anestésico, han hecho de los diciembres que siguieron verdaderos lagos de aceite.

Es necesario no confundir a los indignados españoles, los más notorios, con la no violencia hindú, el "ahimsa", que algunos intérpretes confunden con el pacifismo, aunque es en realidad algo muy diferente. Y eso porque el movimiento de los indignados europeos pretendía alcanzar sus fines por medios no violentos.

Un hombre puede ser pacífico, pero "pacifista" es otra cosa. Pacífico es el que tiene un equilibrio esencial -cada vez más raro- que le permite expresar serenamente su naturaleza auténtica y mantenerla consciente e invariable a pesar de todas las contrariedades.

Pacifista es el que padece un conflicto interior que lo lleva al desasosiego y por consecuencia a buscar la paz que le falta y si es preciso a imponerla paradójicamente por la violencia a los demás.

De acá resultan contradicciones tales como la "pax" imperial (pax romana, pax britannica) o la "pacificación" de países por la fuerza. El pacifista puede ser el peor de los violentos porque se cree en posesión de una verdad consagrada moralmente y que con ella puede y debe plegar a los demás a su voluntad para lo que está siempre dispuesto a pasar a la acción. Finalmente gritará "haya paz" con un garrote en la mano.

Para los indignados su "no violencia" era enfrentar sin armas bélicas una guerra diseñada por el Pentágono, el ministerio de “defensa” de los Estados Unidos, que caracterizaban como "violenta y armada, contra la educación, contra la cultura, guerra económica con la deuda externa y derivados, la guerra social que deshace el tejido comunitario, familiar, de clase; guerra ideológica y pseudo-científica neoliberal, cínica, recolonizadora y neofascista: guerra que destruye la biosfera y siembra el terror acompañada de la guerra inmoral para cooptar, corromper y someter a una humanidad a que se rinda y se venda". Es facilísimo coincidir con el diagnóstico, la cuestión está en el remedio.

Ahimsa
El ahimsa puede convertirse a nivel de las aplicaciones en un método de lucha para gente muy dura, para nada emocional y con fines intelectuales perfectamente claros, anclados en un punto de vista superior a cualquier movimiento social o político.

Tan duro y exigente, física y mentalmente, como los occidentales no solo no pueden serlo por lo general, sino que incluso no entiendan que alguien pueda serlo.

Probó su eficacia en la guerra de liberación de la India contra los ingleses. Ahimsa podría traducirse mejor que "no violencia" como "sin acción" o "sin respuesta". Se funda en una ley del karma que sostiene que a toda acción que busca resultados sigue una reacción, que todo acto, consciente o no, tiene consecuencias que tarde o temprano, directa o indirectamente, recaen sobre el actor. Y que solo las acciones perfectamente libres, sin intención ni apego alguno, no son seguidas de reacciones.

Es una aplicación práctica de una doctrina de mucho mayor alcance, que suele traducirse como "acción en la inacción" a falta de un concepto que lo exprese bien en nuestro idioma.

No se debe confundir con una cuestión ética, por eso no se trata de indignación ni siquiera de planificación racional debida a la elaboración de un individuo o grupo, recomendada por su coherencia, nobleza u oportunismo.

El símbolo de la no acción que actúa sin embargo es el sol, que sin moverse de su posición central en el medio del sistema solar, por su mera presencia mueve los planetas sin hacer nada él mismo. O el centro de una rueda, a la que concurren todos los rayos y que el único punto del conjunto que no se mueve cuando la rueda gira.
De la Redacción de AIM.

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