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Caleidoscopio
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La batalla literal posmoderna

Hace algunos años, Rusia despenalizó la violencia doméstica mediante una ley que no considera delito a las agresiones dentro de la familia que causen dolor pero no lesiones. De todos modos, si el agresor insiste en su conducta y vuelve a golpear al mismo familiar podrá ser procesado penalmente y castigado con cárcel.

La justificación que el presidente Vladimir Putin dio de esta norma es la costumbre, el hábito socialmente aceptado de golpear a las mujeres que viene de tiempos lejanos. Cabe preguntarse si tal costumbre se debe respaldar con la fuerza del Estado o enfrentar de modo que tienda a desaparecer.

Otra cosa en juego en todo el mundo es la relación con el lenguaje de la subordinación ancestral de las mujeres. La discriminación hacia la mujer existe y es comprobable, lo mismo que el sexismo en el lenguaje: incluso la Real Academia Española lo admitió.

La intención de lograr la igualdad se expresa entre nosotros entre otras cosas introduciendo en el castellano un género neutro, como forzada segunda parte del que las lenguas romances perdieron en la época en que se separaron del latín, hace más de un milenio.

El género neutro existe en el idioma ruso y es exuberante; no obstante, su uso obligado por los hablantes no parece haber incidido en la violencia contra las mujeres, ni haber mejorado su condición social ni ofrecido una vía para "escapar del binarismo".

Las sociedades como la rusa, que usan una lengua con género neutro, no son por eso menos machistas que las demás, como no lo fueron en su tiempo la romana ni la griega, que también hablaban idiomas con género neutro.

El llamado "lenguaje inclusivo" parte de que la introducción de un género neutro gramatical inventado, como los designados por la @, la x o la e, es capaz de transformar el contenido sexista del lenguaje.

El afectado acá es el nivel morfológico de la lengua, porque incluye los géneros gramaticales, que no debieran interpenetrarse con los sexos biológicos.

Los lenguajes tienen contenidos sexistas discriminatorios porque expresan la realidad de los hablantes. Si esta realidad cambia, cambiará con ella el lenguaje; pero si a pesar de los cambios sociales deseados el lenguaje no cambia, nadie se preocupará demasiado porque el valor esencial estará logrado.

Los partidarios del lenguaje inclusivo parecen presuponer que a ellos compete intervenir el lenguaje en la dirección de realizar sus deseos, pero cabe preguntarse si a ellos también pertenece intervenir en la sociedad.

Ellos entienden que deben excluir los prejuicios contra las mujeres contenidos en el lenguaje, pero suponen que éste debe evidenciar siempre la relación entre sexo y género, de modo que toda construcción que no siga esa directiva no garantizaría la visibilidad social de la mujer, para ellos oculta por ejemplo detrás del masculino como "género marcado".

Una muestra de la poca importancia que los idiomas reales dan a esta exigencia es la palabra alemana "Weib", que es neutra gramaticalmente a pesar de significar "hembra", es decir designar un ser incuestionablemente del sexo femenino.

La finalidad queda entonces fuera de la lingüística, es ideológica o política. Para lograrla confían más en sus propias intuiciones que en la ciencia, valoran sobre todo su necesidad de reivindicación.

En la lengua el problema se da a nivel de los significados, no a nivel morfológico. Un ejemplo clarísimo es la diferencia entre "hombre público" que refiere por ejemplo a un político, y "mujer pública" que refiere a una prostituta. El significado de "público" cambia según se aplique a "hombre" o a "mujer".

Una expresión como ésta y muchas otras no son equivalentes para ambos sexos: es decir son ejemplos de sexismo lingüístico.

La @, la x o la e sumada a la a y la o que indican género gramatical, tienden a confundirse con los sexos en algunas mentes, que exigen de ellas más de lo que pueden dar. Las palabras no tienen sexo, sí los seres vivos en general.

La e es usada como marca del género neutro con la misión de soportar el peso social de una cantidad creciente de géneros, simbolizados por el signo + en el LGTB+, que significa Lesbianas, Gais,? Bisexuales y Transgénero, mientras el + alude a otros géneros que se van sumando y que algunos cuantifican en 25, otros en 37, otros en 117. Acá se incluye el "género fluido", expresión tomada de la condición deformable de los líquidos a diferencia de los sólidos.

Seguramente cuando varios matemáticos alemanes empezaron a usar el signo + en el siglo XV en libros mercantiles para designar la suma o el excedente, estaban lejos de sospechar el uso que iba a tener en LGTB+

Las modificaciones morfológicas no generan cambios en el contenido; el lenguaje representa la realidad social, lo que nos gusta y de lo que no nos gusta, lo sublime y de lo procaz, lo cómico y lo trágico, lo que aceptamos y lo que rechazamos, etc, etc.

Mientras tanto, no hay pruebas concluyentes de si el género es innato o no, si es puramente cultural o también biológico; pero todas las sociedades humanas conocidas tienen alguna forma de género sobrepuesta al sexo, una forma elemental de organización social. La afirmación de que el género por ser variable es prescindible, lanzada por algunas feministas en los 90, es muy aventurada, porque el género está tan integrado a la cultura como el lenguaje.

De la nueva sociedad resultante de ese cambio podrá surgir el lenguaje acorde con ella; de lo contrario habrá una igualdad sólo en las palabras con aspecto de progreso, como tiene apariencia de progreso -cada vez más breve- cualquier cambio de representantes políticos sin cambio de la representación.

Los cambios que propone el lenguaje inclusivo surgieron de los medios académicos y son empleados sobre todo por jóvenes universitarios y por los políticos en sus discursos; no brotan de ningún clamor popular.

Los lenguajes cambian de abajo hacia arriba, el castellano del año 1000 es casi incomprensible hoy, pero en el caso del lenguaje inclusivo es un cambio de arriba hacia abajo, por lo que si bien trata de imponer, posiblemente no dure y alivie cuando ceda.

Las teorías académicas posmodernistas sobre el lenguaje tienen una explotación política. Los dirigentes políticos ven la conveniencia de aplicar algunas recetas nacidas en los claustros, sobre todo de Francia y los Estados Unidos. En la Argentina, quizá más que en ninguna otra parte, sería útil orientarse con serenidad y sin las posturas irreductibles que suelen ser síntomas de ceguera y llevar a enfrentamientos que más que crear, destruyen.
Por Fortunato Calderón Correa. De la Redacción de AIM.

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