El investigador Eduardo Picerno demostró en su libro "El Genocidio Charrúa", publicado hace varios años en Montevideo, que los charrúas fueron masacrados traicioneramente en Salsipuedes el 11 de abril de 1831. Picerno usó cientos de documentos en cuatro años de investigación para establecer cómo se preparó la matanza de Salsipuedes, rematada en el necio orgullo de muchos que consideran al Uruguay el único país sin indios de América.
Los charrúas y guaraníes llamaban “padre iluminado” a José Artigas, pero el exilio del "karaí guasú" tras la derrota ante Ramírez en Paraná fue también la tragedia de ellos. Artigas pedía respeto y consideración para los indios y para los negros, y trazó un escudo llamado hoy “de la patria vieja” dibujado a tinta y lápiz de color en 1814.
El escudo lleva una corona de plumas en lugar del sol, lanzas charrúas, la mitad de un arco y flechas, un carcaj, la pitanga indígena y el laurel de la victoria, con el lema "Con libertad no ofendo ni temo", mantenido en el escudo de Montevideo.
La matanza de indígenas en los campos de Salsipuedes el 11 de abril de 1831 fue intencional, planificada con premeditación y engaño para exterminar a la población charrúa, cuyos sobrevivientes, niños y mujeres, fueron repartidos como criados entre familias acaudaladas de Montevideo.
Algo parecido ocurrió con los mapuche vencidos en 1878 en la "conquista del desierto" en la Argentina, que fueron repartidos entre familias patricias sobre todo de Buenos Aires y Mendoza. Un anuncio en la prensa de entonces daba cuenta de que había llegado otro contingente de prisioneros, pero "el sitio donde se los alojó bien pronto fue invadido por numerosas señoras y caballeros que iban a pedir chinas y chinitos para su servicio, y en unas cuantas horas pudo distribuirse convenientemente toda la chusma".
En el Uruguay, una carta del 13 de abril de 1831 dirigida a Rivera hace constar que el general Laguna "condujo escoltadas a esta capital (Montevideo) a las familias y algunos caciques de los indios salvajes tomados en la acción del 11 para que ellos sean distribuidos entre varias de las familias de ella a efecto de conseguir domesticarse".
El genocidio charrúa en el Uruguay nacido en 1830 fue ocultado en un pacto de silencio amparado por la historia "oficial", interesada en mantener impune la matanza en complicidad con los políticos de diferente color e igual contenido.
Picerno es psicólogo de profesión, interesado en la historia uruguaya. Estudió 229 documentos históricos y 14 versiones de la masacre antes de dar a conocer su obra en Montevideo.
Según el historiador Gonzalo Abella, el autor material de la masacre fue el fundador del partido "brasileñista" colorado, Fructoso Rivera, "Don Frutos", a quien algunos historiadores modernos han querido exculpar diciendo que se limitó a "resolver" un conflicto entre guaraníes y charrúas.
Según Abella, desde el ocaso de Artigas en 1820, cuando debió refugiarse en el Paraguay, los charrúas que habitaban al norte del río Negro esperaron un regreso que no se produjo, y fueron masacrados en Salsipuedes.
Una mujer charrúa embarazada, Micaela Guyunusa, fue vendida a Francia para ser expuesta en jaulas, como salvaje de los "petits pays chauds" a precio regateado por Rivera debido a que tendría un hijo charrúa en París. Algunas otras mujeres charrúas fueron vendidas a familias ricas de Montevideo y otros se refugiaron mimetizados en Tacuarembó o en Entre Ríos, donde según Abella persisten todavía sin darse a conocer.
Crimen de lesa humanidad
Picerno califica la matanza de Salsipuedes como un crimen contra la humanidad y aún como genocidio, siguiendo la definición del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional de las Naciones Unidas.
El 30 de diciembre de 1848, el períodico montevideano "El Defensor de la Independencia Americana" señalaba bajo su lema ¡"Vivan las leyes, mueran los salvajes unitarios!": "Las naciones salvajes no se exterminan. Se las reduce, se las catequiza, se las hostiliza también, cuando hay que defenderse de ellas. Hacerlas desaparecer de sobre la faz de la tierra con una matanza calculada, y eso usando de traición y de perfidia es un crimen espantoso, un delito de lesa humanidad que debe sublevar contra él a todas las almas honradas y justas, y a todas las conciencias cristianas".
Picerno aclaró al presentar su obra que su investigacion no se propuso hablar del general Rivera sino demostrar primero que hubo genocidio y luego que el responsable político y militar fue Rivera, secundado por algunos comerciantes y políticos amigos.
"Tampoco pretendo atacar a quienes hacen hoy apología de aquel genocidio. El libro trata hechos que se han tergiversado y quienes los defienden tendrán que discutir con el propio Rivera, que reconoce que no informó al Gobierno de sus disposiciones y que disfrutó la matanza. Rivera es su propio y mejor acusador"
Hubo genocidio y se ocultó
El diario "La República" de Montevideo informa que la primera parte del libro se centra en documentos históricos del período entre el 2 de noviembre de 1811 y el 31 de diciembre de 1830, con los que se narra la leyenda negra de los charrúas, sus contactos y relación con José Artigas, y la de éste con Rivera, también se incluye la polémica carta en la que "Don Frutos" propone asesinar a Artigas.
La segunda parte muestra la estrategia de Rivera para destruir a los charrúas y se centra en lo ocurrido el 11 de abril de 1831 en Salsipuedes y en los sucesos posteriores a la masacre: el traslado a pie de los sobrevivientes hasta Montevideo, donde se repartieron los niños.
Finalmente, se incluyen tres partes dedicadas a datos sobre la vida de Fructuoso Rivera, las conclusiones del autor y las versiones que se han escrito sobre lo ocurrido en Salsipuedes, para cerrar con un amplio índice de los documentos que aparecen en el libro.
En sus conclusiones, Picerno subraya que hubo genocidio, que se silenciaron los hechos y se distorsionó la información para que no se supiera que hubo matanza de miembros de las tribus y lesiones graves a la integridad física y mental de los miembros del grupo.
También destaca que los sometieron intencionalmente a condiciones de existencia que les impedían sobrevivir, que hubo medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo y que -como en tiempos más cercanos- hubo traslado por la fuerza de niños, que fueron quitados a sus madres, hacia otro grupo social y cultural de mayor poder.
"Ya no existe"
En una carta de 1831 a su amigo "el primer senador", Julián de Gregorio Espinosa, el "primer presidente" del Uruguay, Rivera, le envía varios objetos que pertenecían a los charrúas masacrados y agrega que esa tribu "ya no existe"
Termina en tono de broma, regodeándose de los privilegios políticos de ambos: ¡Ah, Julián, no me tengas sin tus cartas que tanto aprecio; a ti no te corresponde el dejar de escribirme, yo tengo ese privilegio porque, como tú sabes lo perezoso que soy y por que soy el presidente y tú eres un pobrecito senador"
El arqueólogo José López Mas y el historiador Diego Bracco publicaron un estudio sobre el lugar exacto del "Paso de Salsipuedes", donde ocurrió la matanza. Identificaron elementos arqueológicos en la zona, en el límite de los departamentos Paysandú y Tacuarembó y recogieron algunas tradiciones orales persistentes en la zona conocida como "La Cueva del Tigre".
Sanguinetti quiere saber
Cuando se presentó el libro de Picerno, el ex presidente "colorado" Julio María Sanguinetti, el primero tras la dictadura militar que terminó en 1985, publicó en las redes sociales su intención de saber más sobre el tema tratado en el "noble libro" de Picerno, que revelaba lo que la política y la historia habían mantenido en silencio dos siglos.
En el mismo lugar le contestó Picerno: "Por lo visto un libro con mas de 200 documentos probatorios de un genocidio no es suficiente para convencer al gobierno, a efectos de que se actualice nuestra historia y se diga la verdad. No concibo pasar por este mundo, ser una chispita de vida en lo infinito del universo, y vivirla sumidos en una mentira de nuestra historia, de la historia de nuestros antepasados, no importa de qué raza fueran. Es la historia de los ancestros, de los primeros homo sapiens, o los segundos o terceros, no importa en qué orden. Eran homo sapiens, eran seres humanos, éramos nosotros mismos, que fuimos sacrificados y no lo queremos aceptar".
Picerno expresa la esperanza en el progreso humano y exculpa al partido de Sanguinetti: "Nada tiene que ver el partido Colorado, ni el Blanco ni el Frente Amplio. A la fecha de los enfrentamientos entre blancos y colorados, en 1836, ya había concluido el exterminio de los miembros de la cultura charrúa. Seríamos muy poco si en esta vida tan limitada que tenemos, carecemos del carácter como para manejarnos con la verdad, que es la forma de respetarnos a nosotros mismos".
De la Redacción de AIM.
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