Fray Diego Durán, uno de los primeros cronistas de la invasión de nuestro continente en el siglo XVI, cuenta el enterramiento de la piedra azteca del sol, dispuesto por el segundo arzobispo de México, fray Alfonso de Montúfar.
"La mandó enterrar, viendo lo que allí pasaba de males y homicidios, y también a lo que sospecho, fue persuadido la mandase quitar de allí, a causa de que se perdiese la memoria del antiguo sacrificio que allí se hacía".
Los españoles hicieron y hacen correr la idea de que sobre la piedra del sol los aztecas hacían sacrificios humanos, lo que sirve ahora a los nostálgicos del imperio donde no se ponía el sol para justificar su conducta en México. Aducen que la azteca era la civilización más brutal del planeta, que ellos vinieron a corregir.
Sobre esta afirmación, el libro "Crónicas de la invasión europea en América Abya Yala- 1492 en adelante" del historiador Juan José Rossi, radicado en Chajarí, señala "las consecuencias nefastas en que nos sumergieron las crónicas y demás escritos" y se propone "desenmascarar los presupuestos sobre los que se construyó el relato histórico vigente".
La investigación actual pone en duda la existencia misma de sacrificios humanos, ya que los presuntos testigos no los vieron, sólo cuentan los que otros les contaron. Los sacrificios se habrían hecho en la cumbre del templo de Huitzilopochtli, en Tenochtitlán, a 35 metros de altura.
El principal narrador de aquellos horrores declara haber visto el espectáculo desde una distancia de siete kilómetros, desde donde a simple vista no se puede ver nada por la distancia y porque el terreno lo impide.
Como sea, la descalificación de la civilización mexica, su diabolización, es el trato habitual de los vencedores a los vencidos y viene de muy lejos. Cuando los vencedores imponen sus dioses a los vencidos, los dioses de éstos pasan a ser demonios.
El arzobispo Montúfar mandó enterrar la piedra del sol, construida quizá poco antes de la llegada de Hernán Cortés al continente, con la esperanza de hacer olvidar a los "dioses falsos".
Los templos cristianos en México y en el Perú se levantaron sobre los cimientos de los templos de los nativos. Los quechuas visitaban las iglesias cristianas en Cusco, pero para adorar los dioses que estaban en los cimientos, bajo el piso, no las imágenes que poblaban las paredes y las hornacinas.
El imperio mexica cayó en 1521, vencido por las pestes traídas por los españoles y por las armas de fuego. Un año después del comienzo de la invasión, de los 25 millones de habitantes de México quedaba un millón.
De todos modos, es notable que los grandes Estados de nuestro continente, como los aztecas y los Incas, opusieron resistencia débil a los europeos. En cambio, pueblos que casi no tenían organización estatal, como los mapuche, fueron capaces de ofrecer una resistencia mucho más prolongada.
La piedra fue enterrada alrededor de 1570 y redescubierta más de dos siglos después, en 1790, por obreros que cavaban para hacer trabajos de empedrado en el centro de la ciudad de México. Estaba con su relieve hacia abajo.
Todas las tradiciones, desde Europa a la India, desde Egipto a las praderas de Norteamérica, dan a los ciclos el sentido del desarrollo de un estado del mundo desde la cualidad pura en que se inicia a la cantidad en que termina -de una catástrofe inicial a otra final- para reiniciarse en otras condiciones.
Los aztecas dividían el tiempo en soles o eras; consideraban un gran ciclo dividido en ocho ciclos menores, que comienzan y termina, como todo fenómeno.
El primer ciclo contiene el símbolo del Quinto Sol, Tonatiuh, la era actual. El segundo ciclo contiene las cuatro eras que precedieron al quinto sol. El Viento, en náhuatl ehécatl, es una era de 364 años que terminó cuando vientos huracanados arrasaron el mundo.
La lluvia de fuego, quiáhuitl, es una era de 312 años que terminó con una lluvia de fuego.
La era del agua, atl, duró 676 años, los últimos 52 estuvieron bajo fuertes inundaciones. La era del jaguar, ocelotl, duró 676 años y terminó con los humanos devorados por animales
Las eras representan también los cuatro elementos de la naturaleza, aire, fuego, agua y tierra, que junto con el Quinto Sol simbolizan el movimiento.
En la piedra del sol las cuatro eras están rodeadas por un círculo que contiene 20 ideogramas con los 20 días del mes azteca, cada uno asociado con un elemento natural, como caimán, viento, casa, lagarto, serpiente, muerte, venado, conejo.
Los ciclos cuarto, quinto, sexto y séptimo aluden a los planetas. El cuarto está compuesto por 40 secciones de cinco puntos llamadas quinqunces.
Los quinqunces son un símbolo de los movimientos de Venus, ya que cuando Venus da cinco vueltas alrededor del Sol, han pasado 8 años del ciclo terrestre, que multiplicados dan 40.
En los ciclos quinto, sexto y séptimos hay símbolos de la unión del cielo con la Tierra y con los planetas Marte, Mercurio y Saturno y con la Vía Láctea.
El octavo círculo simboliza la dualidad, su símbolo son serpientes de fuego. Tiene dos serpientes o xiuhcoatls, que rodean el monolito para cerrar la piedra.
En este círculo está el glifo en que hay una representación del año 1479, posiblemente la fecha de terminación de la piedra.
La piedra del sol tiene motivos escultóricos, ordenados en círculos concéntricos, que cubren su superficie y resumen la cosmogonía azteca. Antes de que los españoles la llevaran de un lado a otro y finalmente la enterraran, la piedra del sol estaba en la Plaza Mayor de Tenochtitlán, la capital del imperio azteca, y ocupaba un lugar destacado en uno de los templos, llamado Quauhxicalco.
De la Redacción de AIM.
Dejá tu comentario sobre esta nota