En Kleve, Renania del Norte, Alemania, está Gnadentahl, que traducido significa "Valle de la Gracia". En el castillo nació en 1744 un bebé de una familia de nobleza reciente, proveniente de comerciantes holandeses.
De cuna francófila, el niño extremó las tendencias familiares: hizo una carrera meteórica durante la revolución francesa, a la que no se puede decir que adhirió sino que intentó ponerse al frente con una consecuencia y teatralidad que terminaron con su cabeza, de la que quería hacer uso libérrimo, en el balde de la guillotina.
Jean Baptista Val de Grace fue su nombre francés, traducción del Gnadentahl natal. Su pseudónimo revolucionario, como ciudadano del mundo que pretendía ser, fue Anacarsis Cloots, "orador del género humano". El nombre Anacarsis lo había tomado de sus lecturas de Diógenes Laercio, que menciona en su prolijo tratado sobre los filósofos más ilustres un Anacarsis que siendo extranjero había revitalizado el cosmopolitismo de la Atenas de Solón.
Pero mientras las ideas le hervían en la cabeza, no advertía con tanta nitidez el movimiento de los pies Anacarsis era ateo rabioso y partidario de la guerra. Tanta firmeza terminó pareciendo sospechosa a los ojos de Robespierre, que veía conjuras donde había y donde no había. Los jacobinos desconfiaban de su amistad con el banquero holandés Van den Yver, de sus amigos de la comunidad extranjera, de sus presuntas relaciones con agentes de las monarquías europeas. Finalmente, la convención lo expulsó y fue juzgado y condenado por el tribunal revolucionario junto con los partidarios de Jacques Hebert, acusado de una conjura.
En el breve tiempo de su avasalladora militancia revolucionaria, Anacarsis propuso eliminar el nombre de Francia y el de sus nacionalidades, que le parecía algo limitado y provinciano, a favor de un estado universal nihilista.
Llevados por un entusiasmo descontrolado los adoradores de la Razón pensaron en uno de los símbolos antiguos que remitían a la sabiduría cuando no estaba encerrada en la jaula racionalista: Sophia. Pero concretando un símbolo al extremo, la personificaron sólo por su nombre en la mujer de un cerrajero, Sofía Momoro, y le rindieron culto en el altar mayor de Notre Dame.
El Comité de Salvación pública no se limitó a suspender el culto católico, habida cuenta de la actuación facciosa del clero a favor de la monarquía y la aristocracia, sino que instalaron otro culto: el del Ser Supremo, con el propósito de dar una alternativa a la fe popular tradicional. El Ser Supremo, como los dioses de Epicuro o como los "dioses ociosos" antiguos, no interactuaba con el mundo ni intervenía en las cosas de los hombres. Su finalidad, según Robespierre, era impedir el ateísmo explícito, que le parecía inconveniente para el pueblo. Nunca antes un dios ajeno al mundo y sin tarea alguna había recibido adoración.
Junto con la Razón, encumbrada por los filósofos y endiosada por los políticos, había fiestas para celebrar valores abstractos, como la Amistad, la Fraternidad, la Humanidad, la Infancia, la Juventud y...la Desgracia. Todas fueron efímeras salvo la dedicada a la Naturaleza, que duró un poco más.
La dificultad para enterrar a los dioses e impedir que resuciten se vio en las contradicciones de Anacarsis. promotor del culto de la diosa razón. Al tiempo que destruía por igual dioses y tiranos, fundaba el culto de una diosa nueva, que no quería presentar con aspecto religioso. La humanidad debía ser independiente y vivir despreocupada. Para despreocuparla de la muerte se retiraron de los cementerios todos los signos religiosos vinculados con ella. Se sustituyeron con una imagen benigna, pero que en realidad no ocultaba nada y despreocupaba poco: no se hablaba más de muerte sino solo de "sueño", y se declaraba que la muerte es "el sueño eterno", por gente que no creía en la eternidad.
La cabeza de Anacarsis cayó en el balde poco antes que la de Robespierre, aunque la de éste sufrió un percance inesperado. El día anterior a la ejecución. el incorruptible recibió un disparo en la mandíbula. Cuando la hoja de la guillotina separó el cuerpo de la cabeza, ésta cayó en dos partes: por una el cráneo dentro del balde y por otra parte la mandíbula fuera de él.
Anacarsis no quería una constitución de Francia sino del género humano. Cuando expuso esta idea fue abucheado y burlado. Habían aceptado tibiamente su propuesta de crear un Parlamento Mundial formado por 10.000 miembros; pero rechazaron que Francia renunciara a su identidad. Anacarsis pidió ante la asamblea constituyente suprimir el nombre de francés y los de normando, borgoñón o gascón. "Una renuncia formal nos cubrirá de gloria anticipando en un siglo las ventajas de la República Universal...
Sin embargo, apenas un año después de pasar por la guillotina, un compatriota suyo inspirado en las ideas revolucionarias, Emmanuel Kant publicó un tratado sobre La Paz Perpetua, que proponía la formación de «un Estado Internacional que debe necesariamente continuar creciendo hasta que incluya a todos los pueblos de la Tierra».
De la Redacción de AIM.
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