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Caleidoscopio
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Liberalismo y transhumanismo

En el siglo XX chocaron el liberalismo, el fascismo y el comunismo. Se impuso el liberalismo, por eso el mundo es hoy liberal en economía y también política y culturalmente. Producto de la ideología resultante son el "Fin de la Historia" de Francis Fukuyama y el "No hay alternativa" de Margaret Thatcher y Ronald Reagan.

Sin embargo la victoria liberal mostró rápidamente aspectos no deseados: es verdad que no hay alternativa, pero para nadie, tampoco para el imperio liberal que por un rato pareció eterno, seguro al menos.

Con la suma del poder en las manos, el liberalismo creyó despejado el camino para realizar sus proyectos: emancipar al individuo de todos los vínculos con la comunidad y con su propia identidad y superar las naciones a nivel político.

Pero producto de una dinámica ingobernable, aparecieron figuras no contempladas en el proyecto original: una nueva alquimia que transmute la condición humana como proponen en la posmodernidad el transhumanismo y el feminismo radical.

El individuo no quedó al margen de la demolición por la máquina deconstructiva. El transhumanismo sigue adelante con su propósito de reemplazar órganos biológicos hasta lograr un ser en parte humano, en parte maquinal: un organismo cibernético, un "cyborg".

Es un proyecto que parece irreal a muchos que confían llanamente en el sentido común; pero ya se juega en serio con la intención de retirar la conciencia humana del cuerpo biológico y transferirla a una base tecnológica, cibernética, una forma de inmortalidad de base tecnológica.

El desarrollo técnico implica la posibilidad de manipular sin límites la naturaleza y la sociedad y de cerrar definitivamente el mundo sobre sí mismo.

Todas las ideas no liberales del pasado, sobre todo el inmediato, están sometidas a presión para mantenerlas soterradas. Al mismo tiempo las liberales y sus consecuencias son fogoneadas como un destino, sin alternativa.

El transhumanismo propone ir más allá de las limitaciones corporales y cumplir en la inmanencia con los sueños de la trascendencia, que en otra época eran solo religiosos y post mortem.

El transhumanismo se propone traducir la mente a datos digitales y “subirla” a un ordenador mucho más potente que los actuales para vivir en un mundo de experiencias virtuales sin límites, realizar materialmente el sueño de inmortalidad.

Ray Kurzweil, que fue director de ingeniería de Google, generó la expectativa de que estos hechos se podrán realizar para 2045, quizá sin valorar suficientemente los problemas por superar.

El economista Robin Hanson imaginó un mundo en el que todo el trabajo lo harán simulaciones sin cuerpo de mentes humanas con sistemas de realidad virtual y centros de operaciones del tamaño de ciudades, situados en la nube.

Richard Jones, de la universidad de Sheffield, Inglaterra, parte de la enorme dificultad de replicar digitalmente las conexiones de cada neurona, cada una de las células cerebrales, que son 100 mil millones.

Según Jones tampoco conociendo las conexiones neuronales entenderíamos cómo funciona el cerebro. Contradiciendo en parte el proyecto transhumanista sostiene que ninguna mejora informática permitirá imitar el cerebro a nivel molecular. "El cerebro no ha sido diseñado, evolucionó, de ahí que no conseguiremos expresar sus operaciones en términos de lógica digital".

El transhumanismo mezcla ideas religiosas con el lenguaje científico; tortura el pensamiento tecnológico para obligarlo a cumplir ciertos deseos de origen no racional.

La idea de introducir datos en el cerebro es por ahora una ficción especulativa, pero da buena base para hablar del futuro.

El triunfo del liberalismo, contra el fascismo en 1945 y contra el comunismo con la disolución de la URSS, dio lugar al modelo neoliberal parasitario, que convirtió al viejo Voltaire en una nostalgia ilustrada, una estatua en la otra orilla de la historia.

La crisis actual no tiene salida en la dirección en que vamos, está provocada por el encontronazo del sistema contra límites insuperables. La economía política tenía explicación para las crisis, pero no el "economics" que la suplantó en los centros de enseñanza del "primer mundo, y que expresa fe en el crecimiento infinito en un mundo finito.

La población mundial ha sido manipulada hasta hacerla incapaz de pensamiento propio pero muy apta para recibir el pensamiento enlatado, para las diversiones, la información tan abundante que desinforma, la comida y el sexo enlatados.

El paradigma propuesto es la robótica, la inteligencia artificial, el 5G, la nanotecnología, el transhumanismo.

La solución de los conflictos necesita de una comprensión del conjunto, que no tenemos y que la sobreinformación dirigida a fragmentar el conocimiento impide deliberadamente.

La humanidad está reducida a vivir en la ansiedad, en la incertidumbre, sin entender, sin una orientación superior que dé certeza.

La gente no concibe el autogobierno ni lo desearía si lo concibiera; ha sido convencida de que los gobiernos trabajan por su bien -si no este el próximo- y que sin Estado la vida es imposible. Aceptará su propia transformación como fatal, porque previamente su discernimiento ha sido anulado por un largo machacar publicitario y educativo.

La distopía es consecuencia de un mundo sin perspectiva, sin horizonte, sin razón de ser, anestesiado y sin idea del bien común.
De la Redacción de AIM.

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