Los antiguos romanos habían aprendido de los etruscos la aruspicina, la adivinación del futuro mediante el examen de las vísceras de animales. En la esperanza ansiosa de sus dirigentes, Roma era un imperio que no tendría fin; pero no obstante los vaticinadores escudriñaban señales para conocer la voluntad de los dioses, y eran escuchados por los emperadores.
Esta práctica se continúa entre los modernos como la pervivencia de un caldo irracional en medio de un racionalismo exhaustivo y puntilloso, expurgado en apariencia de supersticiones.
La vigilancia de los tiempos se mantiene en los Estados Unidos, donde personalidades brillantes, capaces de análisis descarnados y rigurosos, tratan de pronto de establecer a qué punto de la historia romana corresponde el estado actual de su país.
Conociendo el final de Roma es posible que los recorra un estremecimiento cuando barruntan la distancia entre el momento actual y un final que quisieran indefinidamente prorrogable.
El ocaso
Cuando en 1971 el presidente Richard Nixon decretó el fin de la convertibilidad del dólar en oro, terminó también con el orden surgido de los acuerdos de Bretton Woods en los últimos momentos de la segunda guerra mundial.
En adelante, el respaldo del dólar sería el petróleo; para conseguirlo obligó a Arabia Saudita, entonces el mayor productor, a vender su petróleo sólo en dólares.
Supuestamente hubo una amenaza de intervención militar para que los saudíes aceptaran la propuesta de Nixon, que tenía detrás tanto la ostentosa fuerza de las armas como la oculta debilidad de las finanzas.
En estos momentos, en 2023, una diplomacia paciente y cuidadosa ha hecho que los saudíes renuncien al dólar, al menos parcialmente, y acepten negociar su petróleo en yuanes, sin duda cuando la amenaza militar pesa menos. Medio siglo después de Nixon, los augures estadounidenses escudriñan desasosegados otro momento de su imperio.
Más o menos al mismo tiempo que el giro económico de Nixon, aparecieron en los Estados Unidos otros signos de problemas e incertidumbres relacionados con el futuro; la tendencia a sostener el poder con la fuerza dura y seca, a dominar y doblegar cualquier rebeldía para hacer realidad que "esta gran Unión no tenga fin".
Los padres conscriptos del siglo XXI
Alrededor de 1970 apareció el movimiento neoconservador, que colonizó puestos fundamentales en los gobiernos estadounidenses sucesivos, y al que se puede atribuir una actitud imperial responsable de guerras preventivas como las de Serbia en 1999, Afganistán en 2001, Iraq en 2003, Siria y Libia en 2011.
Según el economista estadounidense Jeffrey Sachs, profesor en Harvard, la guerra de Ucrania "es el último desastre provocado por los neoconservadores".
Sachs presenta la guerra de Ucrania como la culminación de un proyecto de 30 años de duración del movimiento neoconservador estadounidense.
Desde que se inició, el movimiento "neocon" ha provocado grandes desastres y sin embargo el presidente Joe Biden pobló de neocons su administración.
El movimiento surgió de un grupo de intelectuales que seguían al politólogo alemán de confesión judía Leo Strauss, profesor de la Universidad de Chicago. De allí proviene Victoria Nuland, actual subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, esposa de Robert Kagan y nuera de uno de los fundadores del movimiento, Donald Kagan.
La finalidad de los "neocons", que parecen haber interpretado erróneamente las muchas vísceras que han abierto, es mantener el dominio mundial estadounidense e impedir el surgimiento de cualquier potencia que les pueda disputar el poder o hacerles sombra.
Estas ideas eran las de los planificadores desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, pero fueron puestas por escrito con detalle al modo "neocon" por el profesor Paul Wolfowitz en 2002.
En su documento "Guía para la política de defensa" Wolfowitz prevé ampliar la red de seguridad dirigida por Estados Unidos a Europa central y Europa del Este, lo que provocó hace un año la reacción rusa, que se hizo esperar desde 2014, cuando la revolución "de colores" en Ucrania depuso al presidente pro ruso Víctor Yanukovich.
Wolfowitz propuso que los Estados Unidos actúen con las manos libres en cualquier parte del mundo ante crisis que tengan alguna consecuencia para el país, por ejemplo provocando cambios de regímenes políticos en Iraq, Siria y países ex miembros de la Unión Soviética
Cuando se produjo la reunificación de Alemania en 1991, Polonia puso el grito en el cielo ante la perspectiva de otra invasión germana, que fue rápidamente negada por el gobierno alemán, que aseguró que la Otan no se extendería hacia al Este.
Pero los neocons eran de otra opinión, reclamaron incluir a Ucrania en la Otan y hicieron que esa fuera la política oficial de George Walker Bush en 2008.
Entendían que la inclusión de Ucrania en la Otan era parte necesaria del dominio global de los Estados Unidos.
Cómo ver los colores
El necocon Robert Kagan dio argumentos en 2006 para la intervención de su país en Ucrania. Sostenía que Rusia y China ven en las revoluciones de colores en los países satélites de la ex Unión Soviética solo golpes de Estado respaldados por Occidente; pero el interés estadounidense es mostrar que son en realidad "la satisfactoria liberalización de Ucrania, instada y respaldada por las democracias occidentales, el preludio de la incorporación de dicha nación a la Otan y la Unión Europea, o dicho de otro modo, la expansión de la hegemonía liberal occidental"
Según Jeffrey Sachs, "la lógica neoconservadora se basa en una premisa falsa: que la superioridad militar, financiera, tecnológica y económica de Estados Unidos permite a dicho país imponer condiciones a cualquier región del mundo".
Malevo: qué triste, jugaste y perdiste
Sachs recuerda que, desde la década de 1950, los Estados Unidos han sido neutralizados o derrotados en casi todos los conflictos regionales en los que han participado, a pesar de la postura arrogante y despreciativa de los neocons.
Los pronósticos de Sachs son que el resultado de esta guerra sea que Rusia conquiste una franja del territorio de Ucrania y deje al país con nada o con muy poco litoral, lo que significa que invadirá Odessa, el puerto de Ucrania en el Mar Negro que fue soviético. Como resultado, en Europa y en Estados Unidos crecerá la frustración debido al gasto militar y a la estanflación derivada del conflicto y de las sanciones que tienen un efecto boomerang.
Sachs advierte sobre un efecto devastador si un demagogo de derecha -alusión transparente a Donald Trump- se hace con el poder en Estados Unidos y promete devolver al país su desvanecido poder mediante una peligrosa escalada bélica.
Propone, posiblemente sin esperanzas, terminar con las fantasías neoconservadoras de los últimos 30 años, lograr que Ucrania y Rusia se sienten de nuevo a negociar y que la Otan se comprometa a poner fin a su deseo de expansión hacia Ucrania y Georgia, a cambio de una paz que respete y proteja la soberanía y la integridad territorial de Ucrania.
De la Redacción de AIM.
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