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Caleidoscopio
Caleidoscopio

Los trogloditas y la justicia social

Algunos investigadores ponen en duda que las cavernas hayan sido la residencia habitual de los hombres primitivos; posiblemente no eran refugios adecuados y servían sólo ocasionalmente y como centros de culto. Antes de la domesticación de las plantas y la invención de la agricultura, obra quizá de las mujeres que puso fin al prolongadísimo período paleolítico, los historiadores solían hablar de "trogloditas", hombres de las cavernas.

Estos trogloditas habrían existido, pero no como cazadores anteriores a la agricultura, sino como tribus que la rechazaron y prefirieron mantener el antiguo modo de vida cuando el neolítico ya había comenzado.

Montesquieu conjetura el pasado remoto
Así presenta las cosas Montesquieu, el inventor del Estado moderno basado en la división de poderes que se controlan y compensan mutuamente. Montesquieu da su voz, y seguramente también sus prejuicios, a los "trogloditas" que allá en los comienzos no aceptaron las ventajas del Estado de base agrícola: "eran tan malvados y feroces que no existía para ellos ningún principio de equidad ni justicia. Eran ferozmente individualistas, al punto de decidir que vivirían según su naturaleza salvaje y que cada uno velaría por sus intereses sin tener en cuenta el de los demás".

Montesquieu imagina el discurso de uno de ellos: ¿"por qué tengo que matarme en trabajar por gente que no me importa nada? Pensaré solo en mí y viviré feliz. Satisfaré mis necesidades y si es así, me importa poco que otros trogloditas vivan en la miseria"

Como Montesquieu estaba interesado en proponer otro modo de ver, no tanto solidario como organizado de modo de asegurar al poder un medro seguro, sujeto a normas universalmente aceptadas, termina su historia condenando a los trogloditas: "perecieron por su maldad y fueron víctimas de sus propias injusticias".

Las ideas que Montesquieu atribuye a los trogloditas no eran tan antiguas; eran las que circulaban en su tiempo en Francia, que a inicios del siglo XVIII era el país más poderoso de Europa, como consecuencia del desarrollo del capitalismo.

La Ilustración, de la que Montesquieu fue un representante muy destacado, les puso a las ideas "trogloditas" condiciones para que se desarrollen dentro de normas que impidan que la civilización perezca por "la maldad y las injusticias de sus miembros".

Es el pasado que vuelve
Quizá la ruina de las ideas ilustradas, ya muy visible en las guerras del siglo pasado, liberó la "maldad y la injusticia" que Montesquieu atribuía a los trogloditas pero eran muy modernas y los hizo volver con soluciones individualistas a la crisis civilizatoria.

Un troglodita moderno, llamado ahora "libertario", fue Friedrich von Hayek, uno de los padres de la escuela austríaca de economía, que defendió a quien niegue ayuda a alguien que se esté muriendo de hambre.

"Muchas personas rechazarán estas conclusiones porque no quieren aceptar una indiferencia evidente ante el sufrimiento de los otros. Conozco esas ideas, porque yo pensaba así cuando comencé a considerarlas. Con el tiempo me acostumbré a ellas y a sus consecuencias". Si alguien ve en dejar que un prójimo muera de hambre negándole ayuda un eco de la época de los trogloditas imaginados por Montesquieu, posiblemente no se equivoque

El estadounidense Murray Rothbard fue discípulo de Ludwig von Mises, un austríaco que debió emigrar a los Estados Unidos y fue maestro de Hayek.

Rothbard creó los términos "anarcocapitalismo" y paleolibertarismo. Prefería llamarse "paleolibertario" por cuestiones de política interna estadounidense. "Paleo" arrima sus ideas al paleolítico y hay muchos que las defienden con ardor y argumentos académicos.

¿Por qué no niños?
Rothbard, en "Ética de la libertad" expuso los beneficios de la compraventa de niños. "Como un padre puede tener la propiedad de su hijo, puede transferirlo a terceros (venderlo). Puede dar al niño en adopción, puede ceder sus derechos sobre él en virtud de un contrato voluntario.

En una sociedad absolutamente libre puede haber un floreciente mercado de niños. Otra vez se puede ver acá el reflorecimiento de la maldad y la injusticia que Montesquieu sabía se escondían en cada cual, y que él quiso equilibrar en un sistema que balanceara todas las tendencias y no dejara prevalecer ningún poder.

Entre nosotros, este era el "enano fascista" que incubaba en cada uno esperando la oportunidad de crecer, que parece haber llegado.

Para Rothbard los niños no son personas sino cosas, propiedad de sus padres como había adelantado von Mises. Defendió que los padres no estén obligados a mantener a sus hijos con vida: "ningún hombre puede obligar a otro a realizar una acción positiva. El padre debe tener el derecho legal a no dar de comer al niño; es decir, permitir que muera".

Los valores tradicionales no deben morir
Para el gran compositor Gustav Mahler la tradición no es adorar las cenizas sino mantener el fuego. De todos modos, cuando el fuego se apaga los que quieren mantener el orden tradicional se mueven para avivar las brasas hasta donde pueden.

Desde otro mundo ideológico, el Papa León XIII, preocupado por la descristianización de los obreros -que desde entonces ha progresado en Europa hasta convertir las iglesias en museos, bibliotecas, cines, discotecas o mezquitas- quiso lanzar una voz de corrección en 1891 con la encíclica conocida como "Rerum Novarum", cuyo nombre era "De Conditione Opificum" (condición obrera).

Ese texto fue origen de fuertes controversias, no tanto contra el Papa sino contra la tradición católica y cristiana en general y contra los reformadores, políticos y filósofos que sobre todo desde la revolución industrial inglesa trataron de advertir sobre el rumbo "troglodita" que tomaba la sociedad.

La carta encíclica proponía una organización socioeconómica que más tarde se llamaría "distributismo", hoy muy desmerecida por los teóricos del neoliberalismo, que se sienten triunfantes.

Conciliación contra la revolución
El Papa León trató de contener el deslizamiento de los católicos hacia ideas revolucionarias, no solo los trabajadores sino también parte del clero, y dio ideas -tardías, porque el problema estaba avanzado- para buscar la justicia social en la economía y en la industria, de modo de evitar daños mayores a la iglesia.

Este concepto de justicia social desató una tormenta de refutaciones, en particular la de von Hayek, que en este punto ha sido seguido por muchos continuadores, entre ellos el presidente argentino, Javier Milei.

Milei, con su tono habitual de orador de centro de estudiantes, al asumir dio por terminada la "casta", en referencia a los políticos kirchneristas.

Se trata, para Milei, de destruir "esa atrocidad que dice que donde hay una necesidad nace un derecho; pero se olvida que a ese derecho alguien lo tiene que pagar". "La máxima expresión (de la atrocidad) es esa aberración llamada justicia social, que es injusta porque implica un trato desigual frente a la ley; pero además está precedida de un robo".

El robo consiste en que para darle al que no tiene es necesario quitarle al que tiene sin reparar en es fruto de su trabajo. Recordemos al troglodita de Montesquieu: "Satisfaré mis necesidades y si es así, me importa poco que otros trogloditas vivan en la miseria"

Si volvieran los gremios medievales…
León XIII adjudica en la Rerum Novarum las condiciones terribles para los obreros en la revolución industrial a la ruptura de la organización social medieval, cuando la iglesia católica podía imponer sin disputa su dictadura espiritual.

"Disueltos en el pasado siglo (XVIII) los antiguos gremios de artesanos, sin ningún apoyo que viniera a llenar su vacío, el tiempo fue insensiblemente entregando a los obreros, aislados e indefensos, a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los competidores".

El Papa no hace ningún lugar a los socialistas; la encíclica va dirigida contra ellos, y ve para neutralizarlos la conciliación de clases como solución.

"Al pretender los socialistas que los bienes de los particulares pasen a la comunidad agravan la condición de los obreros, pues, quitándoles el derecho a disponer libremente de su salario les arrebatan toda esperanza de mejorar su situación económica y obtener mayores provechos".

La propiedad privada se justifica para el Papa en la condición inteligente del hombre: "hay que concederle necesariamente la facultad, no sólo de usar las cosas presentes, como los demás animales, sino de poseerlas también con derecho estable y perpetuo".

Pero por otra parte, en busca de un entendimiento que reprima al socialismo, recomendó a los ricos no considerar al obrero como un esclavo, "cada trabajador debe recibir un salario que le permita subsistir y tener una vida razonablemente cómoda. Si acepta malas condiciones laborales debido a la necesidad o al temor, el trabajador es una víctima de la injusticia.
Los obreros descarriados y sin fe deben regresar al camino "que con gran provecho, particular y público, siguieron antiguamente sus antepasados"

¿Justicia social?
Pero el avance de la modernidad capitalista era arrollador. Una muestra del éxito de las ideas montadas sobre la nueva realidad social son las páginas de "Ley, legislación y libertad", donde el autor, von Hayek, dice que el concepto de justicia social es “atávico”, fruto de una sociedad tribal opuesta a la "sociedad abierta".

Esta "Open Society" fue tomada por George Soros de su maestro, el filósofo Karl Popper, para su fundación que distribuye dinero en favor de las ideas "libertarias".

Hayek argumenta contra la idea de justicia social porque supone que existe un conocedor privilegiado capaz de ver las implicancias y consecuencias de todas las acciones que realizan los individuos, pero considera imposible a semejante conocedor.

Además opina que la idea de justicia social no tiene contenido porque el gobierno actúa a partir de la abstracción y generalidad de fines y es incapaz de conocer el contenido específico de cada situación particular. Por eso terminaría privilegiando a determinados grupos o individuos, contra la idea de justicia.

Hayek ve que los culpables de crear y esparcir la idea de justicia social son el constructivismo, el saintsimonismo y el comtismo (de Augusto Comte), Jeremías Bentham, Stuart Mill y ante todo y sobre todo los socialistas de todo pelaje, incluidos algunos que nadie consideraría socialistas, como los emperadores romanos.

La culpa del Papa León
Y sin embargo, Hayek reconoce que ninguno de estos grupos, autores y reformadores hubiera tenido mucha repercusión sin la intervención de las iglesias cristianas, sobre todo la católica.

No olvida la Rerum Novarum. Y la encíclica tuvo éxito porque algunas de sus ideas fueron tomadas por socialistas y también por predicadores morales de variado pelaje.

Hayek hace una distinción entre la espera individualista de la justicia divina, y el "consuelo de una nueva religión social" que sustituye la promesa de justicia divina con la justicia temporal.

Parece una condena anticipada de la "opción por los pobres", la que sin embargo tiene una historia milenaria en varias herejías.

En Abya Yala, Getulio y Juan Domingo
En nuestro continente, antes de que las ideas populistas en germen en la encíclica de León XIII y en sus sucesoras "Quadragesimo Anno y Centesimo Anno", fueran sistematizadas a nivel profano por el argentino Ernesto Laclau, hubo dos gobiernos inspirados en los documentos clericales: Getulio Vargas en el Brasil y Juan Domingo Perón en la Argentina.
Getulio se suicidó de un tiro en el pecho en el Palacio de Catete, en Río de Janeiro, entonces capital del país, en 1954. Poco antes, su esposa le había confesado al embajador argentino en el Brasil que había recomendado a Getulio no aceptar otra presidencia "porque esto va a terminar mal"
Getúlio Vargas fue el iniciador del populismo en el Brasil, del que fueron figuras destacadas Jânio Quadros y João Goulart.

La derecha criticó las leyes del trabajo de Getulio aduciendo que perjudicarían a los trabajadores en el largo plazo por aumentar el "costo Brasil", un argumento que en la Argentina circula mucho.

En la carta que dejó, el presidente acusa ya sin disimulo: "No me acusan, me insultan; no me combaten, me difaman; no me dan el derecho a defenderme. Necesitan apagar mi voz e impedir mi acción, para que no continúe defendiendo, como siempre defendí, al pueblo y principalmente a los humildes. Sigo lo que el destino me ha impuesto. Después de décadas de dominio y privación de los grupos económicos y financieros internacionales, me hicieron jefe de una revolución que gané.

Comencé el trabajo de liberación e instauré el régimen de libertad social. Tuve que renunciar. Volví al gobierno en los brazos del pueblo.

La campaña subterránea de los grupos internacionales se alió con grupos nacionales revolucionarios contra el régimen de garantía del trabajo.

Asumí el gobierno dentro del espiral inflacionario que destruía los valores del trabajo. Las ganancias de las empresas extranjeras alcanzaban hasta el 500% al año. En las declaraciones de valores de lo que importábamos existían fraudes de más de 100 millones de dólares al año.

Vino la crisis del café, se valorizó nuestro principal producto. Intentamos defender su precio y la respuesta fue una violenta represión sobre nuestra economía al punto de vernos obligados a ceder.
Nada más les puedo dar a no ser mi sangre. Si las aves de rapiña quieren la sangre de alguien, quieren continuar chupando al pueblo brasileño, yo ofrezco en holocausto mí vida. Escojo este medio para estar siempre con ustedes.

Cuando los humillaren, sentirán mi alma sufriendo a su lado. Cuando el hambre fuera a golpear sus puertas, sentirán en sus pechos la energía de lucha para ustedes y sus hijos. Cuando los desprecien, sentirán en mi pensamiento la fuerza para la reacción”.

Al enterarse del suicidio de Vargas, Perón sostuvo un año antes del golpe que lo volteó en 1955: “No tuvo cabeza para pensar, ni espalda para aguantar”.

Pero en 1973 dijo que Vargas “era un hombre del sur, un riograndense gaúcho hasta la médula, que sentía lo genuinamente criollo como no lo hacen muchos de nuestros compatriotas. Yo lo considero un gobernante excepcional y su trágico fin, ciertamente, me consternó. Su decisión llevaba una advertencia que no supe aprovechar. Pensaba, tal vez, que a mí no me sucedería lo mismo...”.

Perón sostenía una "tercera posición", que reconocía varias fuentes. Una, muy importante, eran las "tres banderas" del chino Sun Yat Sen al principio del siglo XX (soberanía, gobierno popular y justicia social), y otra el fascismo italiano, que él había visto en Italia y había valorado como una tercera posición que vino a cristalizar en la consigna "ni yanquis ni marxistas, peronistas".

Curiosamente, en una carta a su cuñada desde Roma, cuando Italia se preparaba para la guerra, Perón le dice que el único mal de la Argentina es "el exceso de bienestar". Pero en el fondo estaba la doctrina de conciliación de clases que recomendó a los cristianos la Rerum Novarum.
De la Redacción de AIM.

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