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Caleidoscopio
Caleidoscopio

Mucho caudal, poco corazón

El dinero tiene una propiedad extraordinaria: es capaz de someter a su dominio a los que lo tienen hasta enloquecerlos, y a los que no lo tienen hasta matarlos.

El dinero es muy apreciado como facilitador del intercambio, que es la base económica de la modernidad, pero no siempre fue así: Hubo tiempos en que fue personalizado como Mammón, es decir la riqueza o ganancia.

Mammón fue considerado el Anticristo en la Edad Media europea, capaz de enviar al infierno a los mejores creyentes. Era un recordatorio del poder que sobre las almas pueden ejercer las riquezas.

La riqueza -explicaban los teólogos- no es mala por sí misma, salvo cuando va ligada al poder, del que es la palanca principal.

En Mammon se encarnaba el vicio de los mercaderes, la codicia, que es la puerta abierta a la avaricia y al materialismo. Fue quizá el temor ante la aparición de los primeros síntomas de la modernidad, entrevista como una capacidad ilimitada de corromper a los inocentes.

A Mammon se lo hace responsable del apego sin moderación de los bienes materiales, conociendo la capacidad que éstos tienen de crear dependencia y la idea de que sin ellos no se puede ser feliz, pero con ellos tampoco.

El demonio sería capaz de convencer incluso a los más ricos de que no son suficientemente ricos, o son pobres todavía, y los impulsa a trabajar desesperadamente por salir de una miseria ficticia desde el punto de vista económico, pero real desde el punto de vista existencial. Parece posible un paralelo con los pacientes de anorexia, que se ven obesos aún reducidos a la piel y los huesos, e insisten en no comer para seguir adelgazando.

Finalmente el espíritu de las riquezas hace que sus víctimas no diferencien lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto, lo legal de lo ilegal, términos que dejan de tener sentido para ellos.

Hoy el capital financiero, que viene produciendo burbuja tras burbuja, estallido tras estallido desde el fracaso de la ley de Peel en Inglaterra, permite enriquecimientos y ruinas instantáneas mediante el flujo de fortunas especulativas sin relación con la riqueza económica. La ley de Peel pretendió limitar la capacidad de los bancos privados de emitir dinero y estableció un monopolio a favor del banco de Inglaterra

El origen del culto moderno de Mammon fueron los orfebres medievales, los primeros banqueros de Europa. Por su profesión, recibían oro de la gente adinerada, cuando el metal era tesoro pero no todavía capital, para hacer joyas a pedido.

Luego empezaron a recibir oro en depósito de gente que tenía que viajar y quería evitar los salteadores de caminos, frecuentes en Europa desde que la ruptura de las relaciones feudales dejó miles de campesinos a la deriva y los obligó a robar o a mendigar y a esquivar una versión de la época de la ley "de vagos y malentretenidos".
Los orfebres, banqueros incipientes, descubrieron que contra el oro depositado podían entregar letras de cambio a sus propietarios, que en destino podrían cambiarlas otra vez por oro gracias a la confianza que inspiraba el orfebre, con fama de solvente ya esparcida por distintos países.

Orfebre era Amschel Moses Bauer, un judío de ghetto de Frankfurt, donde abrió una tienda de monedas para completar sus ingresos.

Para prestigiar su negocio y hacerlo conocer, colgó un escudo en el frente, como era costumbre de los negociantes y familias de entonces, que tomaban todos los ejemplos nobiliarios que podían. La planta baja era la orfebrería y la casa de monedas, y la alta, residencia familiar.

El escudo de Amschel era un águila -como se ve en el escudo actual de Alemania- sobre fondo rojo. El negocio se fue haciendo conocer como "la casa del escudo rojo", designación profética para la que hoy es posiblemente la casta de banqueros más poderosos del mundo: la casa Rothschild (de roth, rojo y Schild, escudo, en alemán).
Mayer Amschel, el dinero y la ley
Su hijo, conocido como Mayer Amschel Rothschild, fue el iniciador del negocio financiero en 1760 con monedas y billetes, que para su padre eran solo un medio de completar sus ingresos de artesano.

Mayer Amschel hizo verdaderamente conocida la "casa del escudo rojo" desde que fue representante del príncipe Guillermo en Hanau y compró una residencia espaciosa en la Judengasse (calle de los judíos) de Frankfurt.

El estuvo en condiciones de convertirse en administrador de la fortuna principesca, pagar mercenarios, prestar dinero a los nobles y financiar ejércitos.
Mayer Amschel tenía 10 hijos: cinco varones y cinco mujeres. Los varones son el origen de la dinastía Rothschild. Aprendieron el negocio de cambistas junto al padre y llegado el momento, se establecieron cada uno en un país diferente de Europa.

Nathan en Inglaterra, Amschel en Frankfurt, Solomon en Viena, Calmann (Carlos) en Nápoles y Jakob en París. Los cinco muchachos son las cinco flechas del escudo, que cayeron en distintas ciudades partiendo de Frankfurt. No más de tres décadas después, con menos de 50 años de edad, tenían títulos nobiliarios hereditarios dispensados por el Imperio austrohúngaro y controlaban las finanzas de los estados europeos.

Amschel tuvo cierta preeminencia porque Frankfurt fue el punto central de reunión de la familia, su origen nunca olvidado. Solomón fue el financista del régimen de la Santa Alianza de Metternich en Austria y de toda la confederación germánica.

Nathan fue el ejemplo de astucia banquera que tomaron sus hermanos desde que empezó a operar en la bolsa de Londres en 1806, y participó como prestamista en la aventura imperial británica.
Conspiración y revolución
Las teorías conspirativas tienen poder de convicción porque ofrecen una explicación única y sencilla, que evita tomar en cuenta todas las causas y condicionamientos que determinan los fenómenos históricos, en que suelen extraviarse los mejor dotados.

Pero conspiraciones ha habido y hay, y los conspiradores aspiraban y aspiran a permanecer desconocidos y a que sus maniobras no se descubran al menos antes de concretar sus fines.

En cuanto a los Rothschild, llegaron a tener un enorme poder financiero en varios estados europeos y luego, acompañando la expansión británica y el ascenso mundial estadounidense, en todo el mundo.

Por eso, desde que Amschel distribuyó sus hijos por Europa, debieron hacer equilibrio entre Estados a veces en conflicto e incluso en guerra.

No es descabellado pensar que, preventivamente al menos, financiaran en ocasiones a los dos bandos en pugna, como hoy, ya sin secreto, algunas empresas hacen donaciones generosas a todos los partidos con posibilidades de ganar una elección presidencial, para no perder en ningún caso. Según el dicho popular, no hay que poner todos los huevos una sola canasta.

Desde que se levantan muros para que no pase la gente y simultáneamente se derriban todas las fronteras para la especulación financiera y la movilidad del capital, es muy fácil para un banquero con intereses en varios países mantener satisfechos a sus gobiernos y ganar por izquierda y por derecha.
La palanca para dominar el mundo
Mayer Amschel pasa por ser el autor de una frase que hizo carrera: "Dadme el control sobre la moneda de una nación, y no tendré que preocuparme de los que hacen sus leyes." En otras palabras: El que domina las finanzas, domina la política.

Esta idea tuvo una confirmación insuperable con la creación de la Reserva Federal de los Estados Unidos.

La Reserva Federal marca el paso del mundo entero en materia financiera. No es federal ni es reserva: es una corporación de bancos privados que puede crear dinero sin dar cuentas a nadie, tampoco al gobierno norteamericano, al que tiene asfixiado con una deuda enorme.

El control de la reserva está en manos de un puñado de bancos que la crearon hace un siglo y extienden su dominio a las empresas petroleras, mineras, a la nueva extensión del capital al campo para controlar la alimentación del planeta, la industria farmacéutica y la salud considerada como un negocio al que tiene derecho el que tiene con qué pagarla.

Como resultado de su política calculada el mundo entero está endeudado con quien tiene poder para crear dinero: La reserva federal y todo lo que depende directa o indirectamente de ella.
El profesor de economía Stuart Crane hizo notar:
“Si uno mira hacia atrás, se da cuenta de que cada guerra habida en Europa durante el siglo XIX, terminaba con el establecimiento de una nueva balanza de poder. Cada vez que se barajaban los naipes, había un balance de poder distinto y un nuevo agrupamiento alrededor de la casa Rothschild en Inglaterra, Francia o Austria [...]Los estados de deuda de las naciones en guerra, generalmente indicaban quién iba a resultar vencedor, y quién iba a ser derrotado”.

¿Casualidad? Cada cual podrá sacar sus conclusiones, pero nadie duda del poder que da el dinero a los que lo tienen, aunque se tenga menos en cuenta la fascinación demoníaca que termina ejerciendo sobre ellos hasta convertirlos en juguetes suyos. Tampoco es dudosa la esclavitud que implica el dinero para los que no lo tienen.
De la Redacción de AIM.

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