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Caleidoscopio
Caleidoscopio
Poder y peste, una historia que se repite.
Poder y peste, una historia que se repite.

No hay seguridad sin libertad

En su "Libro de los Días", Eduardo Galeano dice que en la dictadura uruguaya, casi contemporánea con la argentina de la década de los 70, el país se convirtió en una gran cámara de torturas.

"Los suplicios servían poco o nada para arrancar información, pero eran muy útiles para sembrar el miedo, y el miedo obligó a los uruguayos a vivir callando o mintiendo".

Luego menciona una carta anónima que recibió en el exilio en aquellos años: "Es jodido mentir, y es jodido acostumbrarse a mentir. Pero peor que mentir es enseñar a mentir. Yo tengo tres hijos".

Generalmente, el niño que vive con miedo, por ejemplo a las reacciones violentas de sus padres, aprende a mentir. Ya adulto, tiene dificultades para discriminar lo que es cierto de lo que no lo es, lo que proviene de la razón de lo que proviene de la fantasía.

Entre el miedo y la esperanza
Temores y esperanzas son armas políticas de primer orden, que han sido explotados desde que hay elites dirigentes en la sociedad.

El miedo y sus usos políticos puede servir para entender muchas de las cosas que pasan en el mundo. Tiene tanto o más poder para cambiar o conservar el mundo que la esperanza, que es otro brazo del poder.

El neoliberalismo desde hace dos o tres décadas es la doctrina dominante, que va mucho más allá que una mera concepción económica porque se extiende a la interpretación general de la vida, pretende ser la clave para entender el mundo y valorar las conductas.

Miedo líquido
El miedo imperante en el mundo actual es un miedo líquido, difuso, en expresión del sociólogo polaco Zygmunt Bauman, y nos trasmite que lo mejor es esconderse sin un plan de respuesta claro, porque no tenemos claras las amenazas. ¡Dejen que llevemos las riendas! nos avisan los especialistas, los que disponen de un lenguaje neutral, científico, que saben hacer oír en todo momento, porque contra temores poco tangibles es difícil combatir.

Bauman consideraba falso el dilema que se plantea hoy con insistencia entre libertad y seguridad, porque en su criterio la seguridad no existe sin libertad. Quien resigna libertad para obtener seguridad se queda al final solo con miedo; quien cree elegir entre esos extremos, ya perdió la libertad.

El miedo es una emoción básica que paraliza o impulsa a la acción irreflexiva, pero puede ser también una construcción sociocultural intencionada.

Aprendemos a través de los demás, de pequeños de nuestros padres, qué debe producirnos terror y cómo responder. Y por eso los que son capaces de señalar cuáles deben ser nuestros temores pueden fabricar a su antojo el “antídoto salvador”.

Un ejemplo
Una apelación antigua al poder del miedo está contenida en el libro "Sejour a Paris", del aristócrata alemán Joachim Chistoph Nemeitz, que publicó en 1718 un libro con “instrucciones fieles para los viajeros de condición” (nobles). Una de sus recomendaciones es la siguiente: “No aconsejo a nadie que ande por la ciudad en medio de la negra noche. Porque, aunque la ronda o la guardia de a caballo patrulle por todo París para impedir los desórdenes, hay muchas cosas que no ve…

El Sena, que cruza la ciudad, debe arrastrar multitud de cuerpos muertos, que arroja a la orilla en su curso inferior. Por tanto, vale más no detenerse demasiado tiempo en ninguna parte y retirarse a casa a buena hora”.

Nemeitz era un francófilo convencido, tanto que sus alabanzas de la civilización francesa, a principios del siglo de la Revolución, lindan el exceso. Para el sajón Nemeitz, París era la patria de la ciencias, las letras y las artes, por lo cual “las demás naciones, incluso los persas y los turcos, envían allí a sus jóvenes para que aprendan la lengua de los franceses, sigan sus modas e intenten imitarlos en todo”.

Y sin embargo, la admiración no evita la recomendación de mantenerse alejados de los cadáveres que llevaba el Sena por las noches, arrojados allí por miembros de un submundo del que el aristócrata no da detalles. De todos modos, algunas décadas después, en el Sena flotarían cabezas guillotinadas de aristócratas y luego de todos los sospechosos de tibieza ante la dictadura de la Razón endiosada.

Obediencia o muerte
Del miedo se ocuparon los teóricos de la política en toda época: Aristóteles, Hobbes, Maquiavelo, Montesquieu, Tocqueville .

Pero mucho antes, la Biblia recogió un relato tradiciones anteriores: el pecado y la muerte entraron en el mundo por la desobediencia de Adán y Eva a los mandatos divinos.

En esa historia, escrita posiblemente en el siglo VI antes de la era corriente en la Biblia, el miedo es el instrumento de solución de las controversias sociales, un medio de dominar las resistencias.

La peste genera un miedo que atenta contra la comunidad, aunque el verdadero atentado es propagar el miedo. Desde el miedo larvado al otro, presentado como peligroso, al terror total de los totalitarismos del siglo pasado, se trata de socavar o destruir la libertad y la responsabilidad sobre los actos propios, para dejar solo subsistir la eficacia, personificada ya sea en el Estado o en la ciencia de que se sirve.
De la Redacción de AIM.

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