Anna Freud es conocida como continuadora de la obra de Sigmund, su padre; pero no tanto como madre de un hombre que tuvo una enorme influencia sobre la sociedad y se mantuvo en la sombra: Edward Bernays. Edward vivió desde niño en los Estados Unidos. Su célebre tío le enviaba de Europa los resultados de algunas de sus investigaciones, por si le servían para su trabajo de periodista y publicista.
Edward vio enseguida que las pulsiones inconscientes de que hablaba Sigmund podían emplearse para manipular a la gente en función de intereses económicos y políticos.
En 1928 publicó "Propaganda", donde explicaba cómo relacionar las políticas y los productos de la industria con las emociones y deseos para favorecer y aprovechar el comportamiento irracional de la gente.
Su concepto de manipulación aparece claro: "La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un elemento de importancia en la sociedad democrática. Quienes manipulan este mecanismo oculto de la sociedad constituyen el gobierno invisible que detenta el verdadero poder".
En los Estados Unidos, donde Bernays vivía, no se veía incompatibilidad entre la población y el verdadero poder, entre la democracia y la manipulación, con la condición de que ésta no fuera violenta; pero en el mundo ha habido poetas, literatos, escultores, arquitectos, políticos, clérigos y luego periodistas y científicos que han trabajado y trabajan por influir en las emociones de las masas e inclinarlas a favor del entusiasmo conveniente o por quitarle algún entusiasmo inconveniente para el poder.
Algunos logros
Durante la primera guerra mundial, Bernays se puso al servicio del gobierno yankee para motivar a los jóvenes a enrolarse en el ejército y lograr en poco tiempo un clima fervoroso y combativo donde había desinterés y pacifismo.
Contratado por la Compañía Americana de Tabaco, mucho antes de quedar penosamente demostrado que el cigarrillo produce cáncer, Bernays envió a un grupo de jóvenes modelos a marchar en el desfile de pascua de Nueva York y avisó a la prensa de que aquellas mujeres iban a encender "antorchas de libertad".
A su señal, las chicas encendieron cigarrillos Lucky Strike frente a los fotógrafos. Remató la operación contratando a cientos de mujeres para que fumasen en lugares públicos y pagando a directores de cine para que las actrices fumasen en sus películas. Al poco tiempo, fumar en público las mujeres era sofisticado y moderno. Las tabacaleras y el propio Bernays se hicieron ricos con una campaña que hoy los publicistas llaman "normalización de un hábito mal visto".
Bernays vivió 103 años. Alcanzó a trabajar a favor de la imagen "positiva" de Monsanto, Shell, Boeing, General Motors, Pfizer y Goodyear, entre otras.
En posible referencia a sí mismo y a otros como él, que se han enrolado en disciplinas científicas que trabajan a favor de los ejércitos, de los políticos y de las grandes empresas, Bernays confesó: "nuestras mentes son moldeadas, nuestros gustos son formados, nuestras ideas son sugeridas mayormente por hombres de los que nunca hemos oído hablar". En su libro "La ingeniería del consentimiento", de 1955, describió cómo controlar la mente de la gente sin que ésta lo note; es decir, cómo negar el consentimiento.
Bernays no inventó las técnicas de manipulación; pero las perfeccionó y las adaptó a las sociedades "democráticas". En este caso no era posible torcer voluntades por la fuerza, sino doblegarlas de modo que el vencido supusiera que su estado era voluntario, elegido libremente y beneficioso para él.
No los voy a defraudar
Los que buscan el poder tienen muchos competidores que deben sacar del camino. En la política abundan artistas de este género, que han afinado sus procedimientos de simulación al punto que los que torpes quedarán para siempre relegados. Estudian y conocen las necesidades de los otros, y saben que para que haya manipuladores debe haber manipulados, como los fuertes necesitan de los débiles y los ricos de los pobres. Saben inflamar de entusiasmo a los manipulados y mantenerlos esperanzados; fingen interés en ellos porque son peldaños hacia la riqueza, los beneficios, la fama, la embriaguez del poder.
Se presentan como salvadores, incluso como la única alternativa al abismo, pero toman a cambio de la salvación la voluntad que han fascinado, que en la política democrática se trueca por votos.
El arte de engañar
Todos somos en alguna medida manipuladores, y todos permitimos en alguna medida que nos manipulen; pero los artistas de la manipulación son dueños de un arte que exige entrega sin fisuras, perfeccionamiento constante. La finalidad es dejar inerme al otro, abatir su voluntad, fascinar su criterio, anular su autonomía, convertirlo en un súbdito, un seguidor, un autómata, un convencido-vencido, un aplaudidor. En este punto, hay quien ejerce el poder y quien lo sufre, quien lo disfruta y quien lo padece, quien manda y quien obedece.
El conductor, el guía supremo está siempre cercano a la astucia, la perfidia y el narcisismo.
Para llevar sus procedimientos hasta el final necesita dejar de lado la empatía, el compromiso con los demás, las normas sociales, y centrarse en la habilidad de mentir con seguridad, sin vacilar.
Algunos datos con base experimental indican que el 30% de la gente es honesta y fiable y no necesitan de normas ni leyes que le manden hacer ni deshacer. Alrededor del 60% de la gente es influenciable y podría no engañar ni perjudicar en condiciones favorables.
Los beneficios del miedo
Los mongoles, los hijos de la niebla que según Espronceda hicieron "charcos de sangre" de los campos de una Europa gobernada por "viles mercaderes", sabían sacar provecho del terror que generaban. Su modelo era el animal depredador, las manadas de lobos cazando herbívoros en la estepa. Decían descender de un lobo sobrenatural.
La moderna guerra por las mentes ha hecho progresos científicos considerables mediante el uso de tecnologías informáticas que permiten un control de las poblaciones que posiblemente pronto será total.
Fidelidad a los principios
Alfred Paddock, coronel del ejército estadounidense, define la guerra psicológica como el uso planeado de las comunicaciones para influir en las actitudes y emociones. Arthur Ponsonby, político británico muerto en 1946, sintetizó los principios de la propaganda de guerra en diez puntos tomados de la experiencia moderna y antigua, sobre todo del Imperio Británico. Estos son los principios, según el descendiente de aquel otro Ponsonby tan eficaz en separar la Banda Oriental de las Provincias Unidas:
“Nosotros no queremos la guerra”.
“El enemigo es el único responsable de la guerra”.
“El enemigo es execrable”.
“Pretendemos fines nobles”.
“El enemigo comete atrocidades voluntariamente; nosotros errores involuntarios".
“El enemigo utiliza armas no autorizadas”.
“Nosotros sufrimos pocas pérdidas. Las del enemigo son enormes”.
“Los artistas e intelectuales apoyan nuestra causa”.
“Nuestra causa tiene un carácter sagrado, divino, o sublime”.
“Los que ponen en duda la propaganda de guerra son traidores”.
Ponsonby recomendaba desde su puesto en el gobierno de Su Majestad exagerar victorias y sacar odio de las derrotas, inyectar propaganda en la mente pública, manipular las emociones.
Mencionaba también, aunque no muy favorablemente, la llamada "propaganda de atrocidad", que es la formulación moderna del mito de la ferocidad de los mogoles. El relato pormenorizado de acciones sanguinarias de los enemigos busca radicalizar la posición de la población a favor de la guerra, fijar la opinión de los neutrales y crear enemigos a los enemigos. Aparecen entonces historias de fábricas que usan cadáveres para hacer jabón, soldados crucificados, monjas y niños violados y todo lo imaginable para horrorizar, conmover, llenar de ira los corazones y exigir venganza.
Ya durante la primera guerra mundial los efectos de las técnicas propagandísticas se comprobaron empíricamente; se conocieron sus efectos experimentalmente, por vía de mediciones: había nacido la propaganda científica.
En "Guerra total contra la mente humana", el médico psicoanalista holandés Abraham Maurits dice que los nazis en Holanda ante todo apelaron a la propaganda mediante técnicas hipnóticas de repetición constante de consignas, pero si no funcionaba usaban el miedo.
La gestión de la percepción
El intento estadounidense de expandir su sistema político al mundo entero, la hegemonía que pareció eterna en 1945, necesitó de medios propagandísticos adecuados: libros, panfletos, posters, películas, videos y cómics para iletrados, que llegaran a todos en todas partes por todos los medios.
Desde los tiempos de Ronald Reagan el concepto de guerra psicológica ha quedado incluido en "influencia estratégica", que tiene como ingrediente esencial la "gestión de la percepción".
La burocracia propagandística de Reagan tenía el propósito de torcer la percepción de la gente en asuntos de política exterior norteamericana; la idea hizo mucha carrera, en buena parte imprevista: la autopercepción es ubicua, genera derechos y ha puesto su sello hasta en los documentos personales. La propaganda es un filtro eficiente entre quien la sufre y la realidad.
Hoy en día la "gestión de la percepción" a favor de un poder enorme ejercido por muy pocos tiene respaldo científico, como el "manejo" del ganado. El canal es la comunicación, y el contenido es la propaganda.
Pensar, ¿para qué?
Los algoritmos permiten definir un "hombre medio", un espécimen abstracto representativo de la muchedumbre. Para eso usan mecanismos que los manipuladores vigilan que permanezcan en penumbra. Si todos recuperaran la consciencia de que han sido privados los mecanismos de manipulación perderían eficacia.
Las masas, entidad amorfa tomada de la física donde sirve para justificar las fuerzas, son el material maleable, pasivo y receptivo que la manipulación necesita para crear una creencia.
La propaganda apela a las emociones más primitivas, se basa en consignas, colores, sonidos, insinuaciones, prejuicios y valores de clase o de raza.
Su mensaje toma en cuenta la verdad para sortearla, para crear construcciones con apariencia de verdaderas, dirigidas al estrato límbico, emocional, donde sabe que encontrará lo que busca.
De la Redacción de AIM.
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