El ex presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, y la ex primera ministra británica, Margaret Thatcher, avanzaron en la década de los 80 del siglo XX en las ideas ultraliberales con el lema "no hay alternativa".
"TINA", como se conocía a "no hay alternativa" en la angloesfera, significaba que fuera de la orientación neoliberal todo estaba destinado al fracaso.
La libre competencia venía a quedar como política única justamente cuando estaba anulada en economía; la oferta y demanda habían volado al país de las ilusiones, y el poder de los monopolios y los bancos "es tan inmenso que controlan el poder político de las grandes potencias y constituyen el verdadero poder mundial".
Así lo consigna el historiador entrerriano Juan Antonio Vilar en la página 16 de "La Argentina Moderna; el roquismo", el último de sus volúmenes sobre la historia argentina aparecido hasta ahora.
Thatcher usó muy poco la expresión "no hay alternativa" mientras se mantuvo en el poder en su país. Para el sociólogo suizo Jean Ziegler, por ejemplo, es una frase caracterísica del orden mundial que las élites buscan crear; un concepto emblemático del tercer poder totalitario, el más importante después del bolchevismo y del nacionalsocialismo, que refulgieron y se apagaron en el siglo pasado.
El mercantilismo de los monopolios, la mundialización económica y el libre intercambio es lo que no tiene alternativa según la fórmula del nuevo totalitarismo.
La iniciativa difundida por Reagan, la "reagonomía" según alguna prensa opositora, fue llamada por sus adherentes "economía de libre mercado" y también en otros ambientes "economía de la oferta", "economía de efecto derrame" y con intención de crítica mordaz "economía vudú", para marcar su poca ciencia y su mucha fe.
Libertarios siglo XXI
El economista estadounidense Murray Rothbart creó la palabra "anarcocapitalismo" para caracterizar una variante "vudú" que prometía la liberación de las dictaduras y de las opresiones de todo pelo.
Había tomado ideas de filósofos estadounidenses, incluido Henry David Thoreau, a los que cabía la denominación de "libertarios" tomada con amplitud, para vincularlos sesgadamente con la defensa de la propiedad privada, considerando que todos ellos habían delirado al oponerse a ella.
Sacrificó en el altar de sus ideas "paleoconservadoras", como también las llamó, a Voltairine de Cleyre, que recomendó una idea de la libertad inseparable de la solidaridad y del altruismo.
Cuando el sufrimiento físico que la llevó a la muerte a los 50 años la hizo pensar en suicidarse, Voltairine escribió una frase hímnica en un momento supremo: "He muerto como viví, como un espíritu libre, sin ninguna lealtad a las leyes terrenales ni divinas".
Rothbart sentía suyo el artefacto político definitivo y se proponía hacerlo de todos para cumplir plenamente el programa liberal basado en el egoísmo, según la idea de Adam Smith: "No es de la benevolencia del carnicero, del cervecero, o del panadero, de quienes debemos esperar nuestra cena, sino de la preocupación de estos por sus propios intereses".
La generosidad, la solidaridad, la benevolencia, la cooperación, el altruismo, operan según Smith por vía indirecta, son un efecto del egoísmo, que cumple sin saberlo una función de cohesión. La "mano invisible del mercado" se encarga de hacer reinar la armonía en la provechosa lucha de todos contra todos.
Otros, por el contrario, ya sin confianza en los sistemas de factura individual o partidaria tras reiterados fracasos, ponen su confianza en construcciones colectivas, volviendo parcialmente a las ilusiones sobre el “pueblo” y las cualidades míticas que le adjudicaron los románticos.
Rothbart vitalizó el liberalismo individualista más intransigente tomando algunas ideas anarquistas sobre el Estado y la política, pero dejando en claro que las alternativas comunistas estaban muertas, solo eran atendibles las capitalistas. Eso es lo que sostiene su libro "Anarcocomunisno, un ideal muerto".
Se burla del "anarcocomunismo" y considera que nadie en su sano juicio perderá un segundo en esa doctrina, que reduce a estos términos: "pretende abolir el dinero, los precios y el empleo y propone conducir la economía moderna a través de un registro automático de necesidades"
Como antídoto contra este "absurdo", Rothbart propone profundizar la demostración de Ludwig von Mises de que una economía planificada sin dinero no puede asignar eficientemente recursos escasos.
La gran novedad de Rothbart y sus seguidores fue robar la denominación "anarco", que fue socialista y libertaria, y lanzar con ella a sus partidarios a la lucha política, creando una confusión entre los ideales de liberación social y la lucha de clases de una parte y la defensa del status quo de otra.
"Libertario" era la designación que aceptaban para sí mismos hace un siglo Errico Malatesta, Emma Goldman, Miguel Bakunin, Luisa Michel, Pedro Kropotkin o Virginia Bolten. La resignificación actual de la palabra lleva de la izquierda política a la derecha, lo que constituye una hazaña lingüística y un equívoco.
A pesar de su pretensión de reducir al Estado a un mínimo compatible con la propiedad privada y la nueva esclavización, Hayek saludó el derrocamiento del "dictador" Salvador Allende en Chile y elogió supuestas virtudes del general Augusto Pinochet.
En Santiago, después del golpe de Pinochet, Hayek dijo estar en contra de las dictaduras, pero aclaró que pueden ser necesarias en una etapa de transición. "Algunas veces es necesario que un país tenga por un tiempo, una forma u otra de poder dictatorial. Es posible que un dictador gobierne de manera liberal y también es posible que una democracia gobierne con total falta de liberalismo".
El destino de los perdedores
Las ideas libertarias de Hayek, que se han vuelto populares como preveía Rothbart sobre todo gracias al populismo de derecha, encubren los equívocos que terminan revelando.
Hayek defendió a quien niegue ayuda a un hambriento al borde de la muerte. "Muchas personas rechazarán estas conclusiones porque no quieren aceptar una indiferencia evidente ante el sufrimiento de los otros.
Conozco esas ideas, porque yo pensaba así cuando comencé a considerarlas. Con el tiempo me acostumbré a ellas y a sus consecuencias".
“Esas ideas” son solamente la expresión en otros términos de la sugerencia del economista y pastor anglicano Tomás Malthus a inicios del siglo XIX de echar del festín de la vida a los que no han sido invitados, porque si algún asistente da lugar en la mesa al hambriento, ambos sufrirán las consecuencias.
Rothbard fue discípulo de Mises y Hayek y creador del término "anarcocapitalismo", aunque prefería llamarse "paleolibertario" por cuestiones de política interna estadounidense, y propugnaba para divulgar sus ideas el "populismo de derecha" que tuvo su máxima expresión por ahora en Donald Trump.
Rothbard expuso los beneficios del mercado de compraventa de niños. "Como un padre puede tener la propiedad de su hijo, puede transferirlo a terceros (venderlo).
Puede dar al niño en adopción, puede ceder sus derechos sobre él en virtud de un contrato voluntario. En una sociedad absolutamente libre puede haber un floreciente mercado de niños.
Los niños para los "libertarios " inspirados en Murray son cosas, como no los consideraría ninguna madre. Murray defendió que los padres no están obligados a mantener a sus hijos con vida: "ningún hombre puede obligar a otro a realizar una acción positiva. El padre debe tener el derecho legal a no dar de comer al niño; es decir, permitir que muera".
Política práctica
La sentencia "divide y reinarás" tiene una larga historia hasta llegar al presente anarcocapitalista. Después de derrotar a la Liga Latina formada contra ellos en el siglo IV antes de nuestra era, los estrategas romanos diseñaron un método para no tener que pelear permanentemente contra sus adversarios; la táctica fue mantenerlos divididos para debilitarlos.
El estratega chino Sun Tsu, en El Arte de la Guerra, un texto escrito hace 2700 años y leído aún hoy, entendía que la esencia de la guerra es subyugar al contrario antes de entablar combate. Para esto es útil atomizar las fuerzas del bando opuesto, en especial si se trata de un ejército muy grande.
Con ese fin el espionaje y la posibilidad de sobornar a los aliados de facto o potenciales del enemigo se vuelven así dos herramientas valiosas para cumplir con los preceptos del divide y reinarás.
La vieja sentencia de dividir para reinar fue usada en toda época por el poder para mantenerse y medrar. La lista es muy larga, desde las de Egipto a las que narra la Biblia, la Roma antigua, la teorización de Maquiavelo y luego su discípulo Napoleón, la invasión de América y el genocidio de su población desde 1492 y el ascenso del imperio británico.
El poder invisible
El poder que usan los políticos activos contra el pueblo pasivo no está solamente afuera de .da uno de los que sufren el poder. Está adentro, es una lucha interior de tendencias contrarias, un ruido incesante que impide la autocomprensión y no tiene muchas posibilidades de expresarse como no sea en la violencia doméstica o en la delincuencia callejera.
Es la voz de los padres, de los sacerdotes, de la escuela, de la universidad, de los amigos, de la calle, de la disciplina, de todo el que haya querido influirnos hasta anularnos desde que éramos bebés.
Cuando el poder “macro” decae por corrupción, envejecimiento, incapacidad de adaptación a formas nuevas o lo que sea, los hasta ayer víctimas suyas lo toman en sus manos y muestran que anidaba también en ellos: hacen lo mismo que hacían los otros y vuelta a empezar.
Es posible tomar conciencia del monstruo que llevamos dentro, pero entonces nos arriesgamos a ser destruidos o aplastados. La India estuvo 2000 años dominada porque aparecieron en ella seis o siete siglos antes de nuestra era grandes guías que señalaron el problema.
Ni los brahmanes desde mucho antes, ni los jainistas ni los budistas quisieron entonces mandar ni obedecer. El resultado fue que la India cayó bajo cualquier invasor, incluso potencias muy inferiores en cultura, tamaño o población, desde los mongoles de aquellos tiempos, los musulmanes después y los británicos hasta el siglo pasado.
Cuando por fin se libraron de los ingleses, se occidentalizaron, renegaron en parte de su propia herencia, se convirtieron en potencia nuclear y se están convirtiendo ahora en un imperio industrial y militar.
Cuando una irrupción de conciencia semejante aconteció en Grecia desde Pitágoras hasta Aristóteles, lo que aconteció fue que la civilización griega desapareció, dominada por Roma que dijo ser su heredera y le creimos. Sin embargo, lo que trajo Roma al mundo fue enormemente diferente de lo que había alumbrado Grecia.
Hoy en día hay una nutrida descendencia de Reagan y Margaret, desaparecidos físicamente de la escena política hace décadas.
Hay muchos "anarcos", pero capitalistas, no comunitarios, y hay países que caídos en la desorientación y la miseria, están listos para rascar el fondo de la olla y probar lo poco que queda del mismo guiso de siempre con otros condimentos.
De la Redacción de AIM.
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