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Caleidoscopio
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Automatización: ¿la cuarta revolución industrial?
Automatización: ¿la cuarta revolución industrial?

Porvenir con cara de máquina

De 1855 data el primer intento de un puente sobre el Riachuelo en el llamado "Paso de Burgos", entre las actuales Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Avellaneda. Una creciente inusual lo destruyó a los pocos meses, lo mismo que a otro construido en el mismo lugar al año siguiente. Finalmente, en 1859 se inauguró uno más firme bautizado "puente Valentín Alsina".

En 1938 fue reemplazado por el actual, que dio lugar a una de las letras de tango más sentidas.

¿Dónde está mi barrio, mi cuna querida?
¿Dónde la guarida, refugio de ayer?
Borró el asfaltado, de una manotada,
la vieja barriada que me vio nacer...
Puente Alsina, que ayer fueras mi regazo,
de un zarpazo la avenida te alcanzó...

Como a los carreros, como a los tranvías, como a los aguateros y tantos otros oficios que se quedaron sin asunto y los tragó el olvido, podríamos decir que a aquel barrio "lo mató el progreso", frase habitual entre los que ven desaparecer su trabajo y con él posiblemente su vida.

Cuando se inauguró el túnel que llevó el nombre de Hernandarias bajo el Paraná el 13 de diciembre de 1969, el capitán de una de las balsas que desde hacía décadas trasladaba vehículos entre Colastiné a Paraná constató azorado que nadie subía a la nave, todos los autos pasaban por la prolongación del camino hacia el túnel. Debió navegar sin carga de regreso a Paraná. Una vez más, el progreso imponía su ley como inapelable.


La inteligencia de las máquinas
Hoy en el mundo entero la automatización está reemplazando tareas antiguas a pasos agigantados con la robotización a la cabeza. Ya es evidente, por ejemplo, el uso de máquinas para reemplazar personas en los sectores financiero, logístico y comercial, lo que permite prescindir de una cantidad no desdeñable de trabajadores.

La cuestión de cómo resolver la situación de los desplazados, de los que mató el progreso, ha tenido diversas propuestas, hasta ahora ninguna decisiva. Hay quien recomienda una renta universal para los ciudadanos que en parte, por otros motivos, ya rige entre nosotros. La propuesta es una asignación financiada con impuestos a los autómatas y a cualquier rutina informática, es decir, pagada por el Estado.

Por otra parte, atados a los esquemas que tanto resultado les dan y que deberían abandonar antes de ser vencidos ellos mismos por el omnipotente progreso, ciertos políticos afirman que a pesar de la automatización seguirán haciendo falta empleados, ya que las máquinas no sustituirán todas las tareas. No han sido anoticiados, o si lo fueron actúan de cara a su clientela electoral como si nada hubieran escuchado, que el fin último de la inteligencia artificial es prescindir del ser humano. Ya la automatización ha sustituido y sigue sustituyendo empleos de calidad, de valor añadido, bien remunerados en los sectores industrial y financiero.

Hay máquinas automáticas que incluso serían capaces de autorreplicarse e introducir mejoras en sí mismas según los postulados de la inteligencia artificial.

Algunos llaman a este porvenir, todavía indeciso, la cuarta revolución industrial, que para buena parte de la humanidad vino con un rostro apocalíptico, anunciado por la pandemia en curso y el cambio en la vida cotidiana que ha producido.


Menos vida, más ganancia
En su momento, la entonces directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Cristina Legarde, habría dicho que los ancianos viven demasiado, y algo hay que hacer ya, porque ponen en riesgo a la economía. La frase, considerada un "bulo" por el Banco Mundial, fue rápidamente desmentida, pero posiblemente se inspiró en un informe anual anterior del FMI sobre "el impacto financiero del riesgo de longevidad", que canta una letanía parecida: "Las implicaciones financieras de que la gente viva más de lo esperado son muy grandes. Si el promedio de vida aumentara para el 2050 tres años más de lo esperado hoy, los costos del envejecimiento -que ya son enormes- aumentarían el 50 por ciento".

Es decir, o diezmamos la población o redistribuimos la riqueza generada por la automatización. La irrupción de la tecnología permite trazar líneas al futuro de modo de preservar la especie humana y el planeta. Si en un mundo dominado por la inteligencia artificial subsistirán la flora y la fauna, si la humanidad seguirá siendo lo que es, depende del criterio que se imponga. En 1968, en su libro "Guerra y paz en la aldea global", Marshal Mc Luhan veía con ojos de adelantado un planeta donde habría desaparecido toda vida animal y vegetal y se preguntaba si habría que mantener algunos "simpáticos animalitos", por ejemplo un conejo.

Por ahora parece muy necesaria una vacuna contra el Covid 19, pero quizá lo sea más una vacuna contra la codicia. El vicio de los mercaderes se ha impuesto ya sin discusión a partir de una evolución iniciada en Europa en el Renacimiento y hoy es parte de la sangre, la carne y la mente del "homo economicus".
De la Redacción de AIM.

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