En los primeros meses de 1971, es decir, hace ya 50 años apareció “Cartero” (Post Office, en inglés) una de las novelas autobiográficas de Charles Bukowski, la que se considera parte de una trilogía donde cuenta sus desventuras de manera fragmentada y no necesariamente en orden cronológico aunque en cierto sentido toda su obra es autoreferencial: sus poemas, sus disparatadas columnas periodísticas, sus novelas o cuentos. Con el trazo árido, soez y lacónico característico de su realismo sucio cuenta el solitario derrotero de un empleado auxiliar del servicio postal llamado Hank Chinaski y crea una línea muy difusa entre la realidad y la ficción. Por Valentín Ibarra para AIM.
¡Empezó por una equivocación!
La narración comienza sin profundas introducciones, un día cualquiera por consejo de otro borrachín que vivía calle arriba, Hank se entera del asunto (algo fácil), el jefe de la estafeta postal les otorga algunas manzanas para repartir tarjetas navideñas: Así que hice el examen, lo aprobé, pasé luego las pruebas físicas y allí estaba, de cartero suplente (…) el curro era fácil y lo único que hacía era recorrer alguna manzana que otra repartiendo cartas. Ni siquiera llevaba uniforme, sólo una gorra y un saco de cuero. Iba con mi ropa habitual, cuenta y como cada vez que puede, Bukowski presume (con cierto lamento y agonía) de sus excesos: Había que entrar a las 5 de la mañana y el único borracho era yo. ¡Siempre bebía hasta pasada la medianoche! y allí nos sentábamos, a las 5 de la mañana, esperando a que pasaran las horas, esperando a que alguno de los carteros regulares llamara diciendo que estaba enfermo. Los regulares normalmente llamaban diciendo que estaban enfermos los días de lluvia, o durante una ola de calor… así describe su miserable existencia el autor de Pulp, otro de sus relatos urbanos indecentes.
“Caramba, todo lo que hacen estos carteros es dejar unas cuantas cartas en el buzón y echar polvos. Este es un trabajo para mí, oh sí sí sí”
Charles Bukowski
Resacas matinales y una obra inclasificable.
Leer a Bukowski es leer una borrachera y el dolor de cabeza de la mañana siguiente; es un antihéroe, un perdedor con una escritura sencillamente obscena y carente de toda moral o belleza estilística. El poeta maldito de Los Ángeles, nos invita a pensarnos en medio de la muchedumbre, desde el anonimato y la exclusión más cruel, vagabunda sin fama ni seguro de desempleo. Sin romanticismos, el lado B del sueño americano. Comenzaron las lluvias. La mayoría del dinero se iba en beber, así que mis zapatos tenían agujeros en las suelas y mi gabardina estaba rota y gastada, se lamenta.
Algunos estudiosos lo ubican en el panteón “decadentista” por su escritura en franca oposición a los valores de la vida burguesa aunque de manera extemporánea pues este movimiento es propio de finales del siglo XIX y primeras décadas del XX, creemos que de ser posible algún tipo de clasificación, la obra de Bukowski encuadra mejor, como mencionáramos anteriormente, en el “realismo sucio” y su cartografía urbana exultante de bares, prostíbulos, callejones mugrosos y perdedores que hicieron las veces de elenco coral y escenario para el poeta y su pobrísima existencia. Me interesan más los pervertidos que los santos. Me encuentro bien entre marginados porque soy un marginado. No me gustan las leyes, ni morales ni religiones. No me gusta ser modelado por la sociedad, escribió en otra oportunidad y en su poema “A solas con el mundo” (como en tantos otros) deja ver que es mucho más que un vago irreverente que arroja obscenidades sobre su máquina de escribir y cada tanto nos regala la belleza y profundidad de otros versos como este: “la carne cubre el hueso / y dentro le ponen / un cerebro y a veces un alma / y las mujeres arrojan jarrones contra las paredes / y los hombres beben / demasiado / y nadie encuentra al otro / pero siguen buscando / de cama en cama / La carne cubre el hueso / y la carne busca / algo más que carne”.
Se cumplen cincuenta años de Cartero, una obra de Charles Bukowski que merece ser releída en tiempos decadentes, plagados de falsos héroes y mentiras.
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