En su obra "La Democracia en América", el francés Alexis de Tocqueville narra su experiencia durante una elección en los Estados Unidos. Asistía al ingreso de votantes a una escuela cuando advirtió que no entraba ningún negro, a pesar de que muchos pasaban por la puerta y que la ley les reconocía derecho al voto. La autoridad de mesa le reveló la razón con pocas palabras: "pueden entrar cuando quieran, pero si alguno aparece por acá, lo molemos a palos".
Al derecho formal, reconocido en los papeles, se oponía la realidad de hecho, la voluntad de los que no concebían que un negro pudiera votar porque entendían que su condición natural era la de esclavo.
Quizá por el pertinaz prejuicio racista que padecen aún hoy los Estados Unidos, el sufragismo, el movimiento de las mujeres para lograr igualdad política con los varones, se limitó a reclamar el "sufragio igual", es decir, que las mujeres fueran tuvieran en esta materia los mismos derechos que los varones, pero no el sufragio universal, para todos, incluidos los negros. Eso parecía demasiado, incluso para las sufragistas de mediados del siglo XIX.
En la Argentina no son desconocidas las tensiones raciales, el racismo y la xenofobia se expresan con frecuencia y con fuerza, pero no con la virulencia de los Estados Unidos. Por eso no fue necesario luchar por el sufragio universal diferenciándolo del femenino.
San Juan, el primer paso
Las mujeres votaron en elecciones por primera vez en 1927 en San Juan. Ya desde antes de la ley Sáenz Peña de voto universal, obligatorio y secreto, hubo organizaciones que reclamaron los derechos civiles y políticos de las mujeres, como el Centro femenino socialista, fundado en 1902; la Unión feminista nacional que presidía Alicia Moreau de Justo; el Centro feminista creado en 1905 por Elvira Dellepiane de Rawson; el Comité pro sufragio femenino; la Asociación pro derechos de la mujer (en la que participó la escritora Alfonsina Storni); y el Partido feminista Nacional, organizado por Julieta Lanteri.
Tras numerosos proyectos archivados, el diputado socialista Mario Bravo presentó una iniciativa de ley de voto femenino en el congreso, pero no se trató debido al golpe militar de 1930
En 1927 la constitución sanjuanina aprobada entonces había dispuesto para las mujeres, por primera vez en la Argentina, los mismos derechos y obligaciones electorales que para los varones.
La constitución fue obra de la Unión Cívica Radical Bloquista, fundada en 1918 por los hermanos Federico y Aldo Cantoni.
¿Por qué no las mujeres?
Aldo Cantoni dijo entonces que no hay razón para privar a las mujeres de un derecho que es justo reconocerles y que están en condiciones de ejercer.
Ya en 1862 hubo voto calificado para las mujeres en la capital sanjuanina: las pocas mujeres que pagaban algún impuesto podían votar en las elecciones municipales.
Según el nuevo texto, las mujeres no sólo tenían derecho a votar sino a ser elegidas para desempeñar cargos públicos.
En abril de 1928 tuvieron ocasión de estrenar sus libretas cívicas y dieron una sorpresa: votó 97 por ciento de las inscriptas, frente a 90 por ciento de los varones. Además, una mujer -Emilia Collado- fue elegida intendente de Calingasta y otra, Ema Acosta, diputada.
Buenos Aires interviene y derrama moralina
Pero el presidente Hipólito Yrigoyen intervino la provincia de San Juan, ya que el bloquismo, aunque de origen radical, no le era adicto, y el voto femenino terminó allí a poco de empezar.
El interventor enviado por Yrigoyen, Modestino Pizarro, explicó porqué las mujeres no debían votar: “A cambio de la honra de gran cantidad de mujeres jóvenes que a la llegada de la intervención fue necesario aislar, pues, encaminadas por el sendero del vicio, su libertad se convirtió en un atentado permanente contra la moral y la salud pública." Y también: los comités femeninos, constituidos en su mayoría por empleadas de la administración y en los cuales se realizaban fiestas periódicas, cuya asistencia era obligatoria bajo la amenaza de cesantía, degeneraban en verdaderas orgías, para regalo de los secuaces del gobernador".
Es decir, la prohibición de ejercer derechos políticos se fundaba en cuestiones de moral sexual, las mismas que en la antigua Roma prohibían rigurosamente a las mujeres beber vino.
Y entonces llegó Eva
En 1945, Juan Perón impulsó la creación de una comisión pro sufragio femenino para atraerse la simpatía de las mujeres y quitarle una bandera a la oposición.
Perón ganó las elecciones de febrero de 1946 y de inmediato recomenzó la campaña por el voto, conducida por su esposa Eva mediante discursos radiales.
Finalmente la ley se sancionó el 9 de septiembre de 1947 y se promulgó pocos días después, el 23. Lleva el número 13.010.
De la Redacción de AIM.
Dejá tu comentario sobre esta nota