En "La insoportable levedad del ser" el escritor checo Milan Kundera dice que en tiempos de Johann Sebastian Bach la música era "como una rosa que brotara en campos nevados de silencio".

Esos tiempos pasaron, pero escuchando a Bach podemos hacernos una idea de lo que podían dar: del autor en primer lugar y del mundo en que vivía luego. Más de dos mil años antes Confucio había dicho en los Anales que redactaron sus discípulos que por la música que prevalecía podía conocer el destino de una dinastía.

Quizá Kundera tenía en mente los festivales a estadio lleno, que con frecuencia terminan en trifulcas con las instalaciones averiadas a sillazos, puñetazos y puñaladas, borracheras en las tribunas, desmanes y otras expresiones de la desorientación y la inestabilidad emocional moderna, de una agresividad que no encuentra camino y que en Estados Unidos se intenta desviar y adormecer con fentanilo, que sirve también para no reclamar por la miseria extrema.

Hay quien niega a Bach la capacidad melódica que otros le reconocen abundante, pero no es posible desconocer una serenidad segura, tranquila, que surge de una gran fuerza temperamental, perfectamente integrada, que nos permite coincidir con sus estados creativos y que no vacila en ningún momento, una fuerza interior que ya quisiéramos para nosotros y nuestros políticos, pero está perdida en un pasado irrecuperable.

No hace mucho una orquesta de Santa Fe ejecutó trozos escogidos de la misa en Si menor de Bach, que por su duración excede una misa normal. La orquesta ejecutó la misa en la catedral de Paraná, lugar apropiado para las ideas acústicas de Bach, que permitía que algunos sonidos parecieran provenir de lo alto. Lo sorprendente fue ver acudir, con sus instrumentos, a varios jóvenes músicos integrantes de orquestas de jazz y de música popular moderna, no folclórica.

Esa música en ocasiones se inspira en Bach, toma trozos de sus obras sin citar al autor, en otros casos adapta sus composiciones a los nuevos ritmos e instrumentos. Es como si no se pudiera perder del todo el legado de una época irrecuperable, pero que debe permanecer en la memoria, en este caso justamente de los que parecen más alejados del pasado.

Aquella música compleja, intelectualmente exigente, fue seguida en el curso de los tiempos de una simplificación que terminó en la emotividad romántica, donde el compositor introduce su ego en la obra y parece decir a cada momento "así lo veo yo".

Y cuando el romanticismo dio de sí cuanto pudo fue sustituido por la música contemporánea, basada en la estética del modernismo.

La idea es que los abruptos y a veces sangrientos cambios operados en el siglo XX deben ser acompañados por la música, suponiendo sin demostración que se trata de la irrupción en el arte del progresismo que debe acompañar los avances técnicos. Pero se perdió entre otras cosas la unidad del lenguaje, y no solamente musical, debido a que se presentaron varios y ninguno prevaleció.

Modernismo se llama a una serie de movimientos basados en el concepto de que, siendo el siglo XX una época de fundamentales cambios sociales y tecnológicos, el arte debe adoptar y desarrollar estos principios como fundamento estético.

El modernismo se aparta de las normas del arte de fines del siglo XIX y de la tradición musical. Su característica propia principal es la pluralidad del lenguaje, obligada ya que ningún lenguaje en particular triunfó como único.
De la Redacción de AIM.