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Crece el riesgo de una recesión global

Las señales de agotamiento en Estados Unidos y Europa, y la incertidumbre sobre el comercio preocupan; Hay dudas sobre qué margen existe para tomar medidas como las que siguieron a la crisis de 2008.

Crece el riesgo de una recesión global
Crece el riesgo de una recesión global

Pero 10 años después de que la Reserva Federal norteamericana se pusiera a trabajar con el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco Central de Japón para rescatar a la economía global del borde del abismo, la capacidad de esos bancos para impedir una nueva recesión es muy limitada.

Ahora que la economía global muestra signos de agotamiento, la pregunta sobre la capacidad de los bancos para enfrentar otro derrumbe ya no es meramente hipotética. El debilitamiento del sector manufacturero norteamericano y la persistente incertidumbre sobre el futuro del comercio internacional han hecho crecer las chances de que el año próximo Estados Unidos entre en recesión. En Alemania, el desempleo está en alza y la producción industrial se está frenando. En Japón, la floja producción industrial y la caída de las exportaciones potencian la vulnerabilidad de la isla.

La recesión está lejos de ser inevitable, especialmente una tan profunda y perjudicial como la anterior. Pero la capacidad de tomar el tipo de medidas decisivas que prevengan un desenlace aún peor que el de 2008 es aún menor que entonces. En ese año, los bancos centrales bajaron las tasas de interés, recompraron bonos, extendieron apoyo gubernamental a los productos financieros, les prestaron dinero a los bancos, y en algunos casos trabajaron coordinadamente con las autoridades de sus respectivos gobiernos para asegurarse de que sus paquetes de rescate no terminaran siendo contraproducentes. Fue una época de experimentación sin precedente, que salvó economías encaminadas al colapso.

Pero hoy, tanto en Europa como en Japón, las tasas de interés siguen bajo cero, y en estados Unidos están en sus mínimos históricos, sin dejar margen para recortar en caso de recesión. La mayoría de los bancos centrales aún conservan una inmensa cantidad de los bonos y papeles que compraron durante la recesión anterior para sostener sus economías, lo que limitaría su poder de compra y aguaría sus efectos ante una nueva caída.

La política monetaria también goza de muy baja credibilidad. Durante el período de expansión económica de los últimos años, los principales bancos centrales del mundo no alcanzaron su meta de inflación del dos por ciento anual, potenciando el riesgo de que los precios se desplomen peligrosamente en un nuevo escenario recesivo. Y si bien las promesas de tasas de interés más bajas a mayor plazo han sido un gran estímulo en los últimos años, esas promesas podrían perder parte de su impacto en un mundo en el que los inversores están convencidos de que las tasas serán bajas a perpetuidad.

Esas restricciones que enfrentan los bancos centrales son especialmente preocupantes en tiempos en que los gobiernos parecen poco interesados en trabajar juntos para evitar una recesión global de origen múltiple. Estados Unidos y Europa están en medio de una guerra comercial que se desató tras la decisión del presidente Trump de imponer aranceles de importación al acero y el aluminio europeos, y su amenaza de subir el impuesto a los autos alemanes y de otros países de Europa. Trump ha criticado al BCE por tomar medidas para proteger la economía de la eurozona, acusándolo de intentar depreciar el euro y así dejar a Estados Unidos en desventaja.

En guardia

Los funcionarios de los bancos centrales repiten que están preparados para actuar con contundencia si se dispara una nueva recesión. El BCE está listo para estimular la economía de la eurozona y la Reserva Federal norteamericana está dando señales de que muy pronto podría rebajar su tasa de interés para adelantarse a un aumento del riesgo en Estados Unidos.

Pero los economistas del mundo dicen que ante una nueva recesión ya no alcanzará con los bancos centrales como únicos salvadores. Esa realidad choca de frente con las restricciones políticas en Estados Unidos y Europa, donde los legisladores tal vez no puedan, o no quieran, aprobar rápidamente esos costosos paquetes de estímulo económicos.

"La política fiscal tiene que tener un papel mucho más activo, y todavía no está equipada para hacerlo", dijo el mes pasado Olivier Blanchard, execonomista en jefe del FMI, en un foro de bancos centrales realizado en Sintra, Portugal, y refiriéndose específicamente a Europa.

Y en cuanto a la política monetaria, "no tiene ni margen para enfrentar una recesión cualunque", dijo Blanchard.

Christine Lagarde, nombrada para suceder a Mario Draghi al frente del BCE y actual jefa del FMI, ha advertido que dadas las actuales restricciones fiscales, los bancos centrales probablemente se conviertan en la primera línea de defensa ante una eventual recesión.

"La elevada deuda pública y las bajas tasas de interés han dejado con poco margen de maniobra a muchos países", posteó Lagarde en junio en un blog, y agregó que ante una recesión, los países tendrían que usar todas sus herramientas económicas juntas, con "drásticos alivios monetarios y estímulos fiscales en todos los lugares donde sea posible".

Tras la profunda recesión de 2008, el crecimiento de la economía global se fue recuperando gradualmente, y recién en 2018 pudo decirse que estaba en marcha un proceso coordinado de expansión internacional. Pero en los últimos meses ese proceso ha revelado sus fisuras, mientras el flujo comercial y la producción de manufacturas se desploma, tanto en Asia como en Europa.

En Estados Unidos, la Fed piensa adelantarse y ya está evaluando si puede garantizar una rebaja de la tasa de interés. Los primeros análisis sugieren que su mejor defensa sería actuar de manera rápida y decisiva.

Si bien la Fed está comparativamente bien preparada, ya que sus tasas no están por el piso -se ubican entre 2,25 y 2,5 por ciento-, eso apenas le deja la mitad del margen que tenían en 2007 para abaratar el crédito. De hecho, el jefe de la Fed, Jerome H. Powell, ha iniciado una revisión de un año para determinar cuáles son sus opciones.

"Las bajas tasas de interés son un verdadero desafío para las herramientas con las que cuentan los bancos centrales", dijo Powell el mes pasado.

Respuestas

Los funcionarios de la Fed dicen estar preparados para reflotar los programas de compra de bonos a gran escala, para impulsar la economía cuando llegue la próxima recesión. La Fed también contempla un nuevo abordaje que dejaría las tasas de interés más bajas y durante mayor tiempo después de la recesión. Las investigaciones recientes sugieren que esas políticas habrían sido provechosas de haberse aplicado tras el colapso de 2008.

Japón ofrece un ejemplo que sirve de advertencia: la mera voluntad de actuar no garantiza el éxito. Haruhiko Kuroda, presidente del Banco Central de Japón, ha soltado todos los frenos para intentar revitalizar la economía, llevando las tasas a números negativos y comprando deuda y papeles del gobierno, una apuesta para impulsar el mercado y la confianza de los inversionistas. Y el gobierno ayudó, gastando con holgura para estimular la demanda. Nada de eso alcanzó. A pesar de todos los esfuerzos, la inflación siguió obstinadamente por debajo de las metas que Japón se propuso. Una muy mala noticia, ya que potencia el riesgo de deflación, en caso de que el crecimiento se debilite.

Según Makoto Hara, autor de un reciente libro sobre el Banco Central de Japón, no queda claro cuánto margen le queda a Kuroda si se desata una recesión profunda.

"Esas políticas tabúes se han vuelto normales", dice Hara. "Las han aplicado tanto que ya ni se sienten".

Los jefes de los bancos centrales vienen advirtiendo con insistencia que sin ayuda de las autoridades fiscales de sus países, su capacidad de fuego será limitada.

"La política monetaria seguirá haciendo su trabajo sin importar lo que ocurra con la capacidad fiscal", dijo Draghi pocos días después de que los líderes europeos no se pusieran de acuerdo sobre un mecanismo conjunto de estímulo económico en caso de ser necesario. Pero la ayuda directa de los gobiernos, dijo Draghi, "logrará lo mismo, más rápidamente, y con menos efectos colaterales".

El mes pasado, Jerome H. Powell, jefe de la Reserva Federal norteamericana, manifestó un sentimiento similar: "No es bueno que la política monetaria sea la principal herramienta, y menos todavía la única".

Fuente: LN

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