En el mandarín no hay distinción gramatical entre masculino y femenino. Pero palabras negativas como "diablo", "celos" o "envidia" se componen con el símbolo escrito de "mujer".
En Occidente, buena parte de la lucha contra el sexismo en el lenguaje gira en torno al uso del masculino como neutro. Ese problema no existe en el idioma chino porque el mandarín no tiene distinción gramatical de género. Lo cual no significa que no sea machista. De hecho, la lengua oficial de China lleva arraigado un desprecio milenario hacia la mujer.
Silencioso, porque no se expresa en la oralidad, pero chocante en su manifestación escrita. Los caracteres chinos se componen de símbolos más pequeños llamados radicales, que se dividen entre fonéticos y semánticos. Los primeros señalan la pronunciación de los caracteres, mientras que los segundos son representaciones pictográficas que denotan su significado. Desde hace miles de años, existe un radical específico para "mujer".
Su etimología visual es polémica en sí misma: representa a una mujer en pose de reverencia, inclinada y con las manos entrelazadas. Pero eso no es todo. Ese mismo radical compone una larga lista de caracteres que aluden a cosas o ideas con connotaciones negativas o peyorativas. "Diablo", "celos", "sospecha", "violación", "esclavo" y "envidia" son algunas de las palabras cuyas representaciones en caracteres se construyen con el símbolo femenino. "Adulterio", por ejemplo, se escribe con tres radicales "mujer" amontonados. "La leyenda dice que el radical femenino existe desde hace cuatro milenios", explica el profesor Chang Fuliang, filólogo y doctor en Literatura de la Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing. "En China, el feminismo tiene menor intensidad que en Occidente porque la revolución de Mao incluyó a las mujeres y resolvió la mayoría de sus problemas.
Sin embargo, en la lengua escrita aún pervive un desprecio muy antiguo hacia ellas que viene desde hace siglos". Según Chang, nadie se había hecho demasiadas preguntas sobre eso hasta que, hace unos diez años, el proceso nacional de apertura permitió que estudiantes chinos y chinas viajaran a Europa y conocieran allí los debates del mundo occidental sobre género y lenguaje. El mandarín es machista, sí, pero también es una lengua con capacidad para reinventarse. La plasticidad del idioma chino es una de sus características más interesantes.
La naturaleza pictográfica de su forma escrita permite crear nuevos caracteres a partir de la combinación de otros viejos. Y que éstos, a su vez, caigan eventualmente en desuso. En ese aspecto, puede decirse que el chino tiene mejores reflejos que el español o el inglés para expresar ideas nuevas. Por ahora, las acciones lingüísticas contra el sexismo en el mandarín no fueron más allá de ciertas intervenciones artísticas para provocar la discusión.
Una de las más originales es el libro Women's Words, del colectivo de diseño TipoKaki. Se trata de un pequeño diccionario en el que tres militantes feministas inventaron una lengua vernácula de unas treinta palabras y frases caras al movimiento de mujeres. Lo que hicieron las autoras fue subvertir el uso del radical "mujer" y ponerlo al servicio conceptual del feminismo. Por ejemplo, combinaron el símbolo femenino con el radical "cabello" para referir a una mujer peluda; e insertaron el símbolo femenino en el caracter de "dolor" para aludir específicamente al dolor menstrual.
En China, la pregunta es finalmente la misma que al otro lado del mundo: ¿el machismo será algún día erradicado de la lengua? No lo sabe Occidente, tampoco los chinos. Ni las chinas.
Por Facundo F. Barrio. Redactor de Internacionales de Diario Perfil