El Gobierno de Boris Johnson evita medidas drásticas e intenta aumentar la inmunidad frente al Coronavirus. La comunidad científica, dividida sobre esta manera de luchar contra el patógeno que ya es pandemia.[{adj:73662 alignright}]
El tiempo demostrará si la metáfora utilizada por Boris Johnson para explicar su estrategia contra el coronavirus es una genialidad o una temeraria bufonada. “Tenemos que aplastar el sombrero” (“squash the sombrero”), dijo el primer ministro en su comparecencia del jueves. Se refería al gráfico que su máximo asesor científico, Patrick Vallance, había mostrado previamente con los cálculos de la evolución de la epidemia en el Reino Unido. En el peor de los casos, la curva ascendente y descendente adquiría un perfil cónico y superaba con creces la capacidad de respuesta del Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés). Con el escenario perseguido por el Gobierno, la evolución se asemejaba más al sombrero de un gánster que al de un charro mexicano.
Las autoridades británicas han decidido salirse del consenso asiático y europeo en la respuesta a esta crisis, y las comunidades científica y política del país se han enzarzado en un virulento ―aunque todavía civilizado― debate: ¿pasar de un galope desbocado a un trote controlado o parar en seco al caballo? 798 casos confirmados de infección y 10 muertes (según datos de este viernes), pero, sobre todo, la previsión de que el avance del virus es imparable, no han convencido a Johnson para adoptar aún medidas extremas de aislamiento social, como el cierre de colegios y universidades o la prohibición de concentraciones públicas o privadas. “No pretendo sonar alarmista. Lo que está pasando en Italia es muy real, y nuestro Gobierno no nos está preparando para esa realidad. Necesitamos medidas firmes e inmediatas de aislamiento social y órdenes de cierre. Y preparar cuanto antes a nuestro servicio público de salud”, ha escrito en su cuenta de la red social Twitter Richard Horton, el director de la prestigiosa publicación médica The Lancet.
Johnson, como el resto de líderes europeos, se ha puesto en manos de los expertos. Y el equipo dirigido por los doctores Chris Witty, director médico del Gobierno, y Patrick Vallance, asesor científico jefe, ha recomendado una estrategia de templanza. No creen que su análisis sea distinto al del resto de la comunidad científica. Solo difieren en los tiempos de respuesta. “Nuestro objetivo es reducir el pico de la epidemia, aplanar la curva, no eliminarla por completo”, repite Vallance en las últimas horas. “La inmensa mayoría de los contagiados sufrirá trastornos leves, y de ese modo conseguiremos construir cierta inmunidad de grupo para que más y más gente sea resistente a la enfermedad y reduzcamos el número de contagios”, explicaba a la BBC.
Freno
La inmunidad de grupo, o inmunidad colectiva, se puede alcanzar mediante la vacuna a un grupo de la población, para frenar así la cadena de infección. O si, bajo un teórico control, se deja que un amplio porcentaje acabe infectado y desarrolle su propia autoinmunidad. Para el caso del coronavirus, aún sin vacuna, los expertos británicos calculan que ese efecto se lograría si la infección alcanza a un 60% de la población. Sería el modo de reforzar la defensa frente a una epidemia que se prevé estacional, y que seguirá atacando en los próximos años.
El Gobierno británico persigue un doble objetivo. Calcula que el momento álgido de la infección tendrá lugar dentro de 10 ó 14 semanas. Se reservan para más adelante medidas como el cierre de colegios y espacios públicos, porque sus expertos creen que decisiones así solo son eficaces si se prolongan mucho en el tiempo (hasta cuatro meses), y no es el momento de poner a prueba la complicidad y resistencia de la población. En la fase actual, consideran que pedir a los que presenten síntomas de infección un aislamiento voluntario durante siete días puede ayudar mucho más a retrasar el contagio y preservar la capacidad de respuesta del Servicio Nacional de Salud. Hasta que llegue el verano, defienden, habrá tiempo para dar órdenes de aislamiento más draconianas.
“Está claro que la respuesta del Reino Unido no ha sido suficiente. Las cifras se mantienen al alza, y corremos el riesgo de seguir la trayectoria de otros países europeos”, ha dicho al Science Media Centre Martin Hibberd, profesor de Nuevas Enfermedades Infecciosas en la Escuela de Londres de Medicina Higiénica y Tropical. “Si se trata de retrasar el pico hasta el verano, quizá baste con lo decidido. Pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha pedido a todo el mundo que haga mucho más, y sabemos por China que las políticas agresivas de aislamiento pueden ayudar a reducir las cifras”.
Johnson ha decidido seguir las indicaciones de sus dos principales asesores, y utilizarlos a la vez como escudo protector. Todas sus comparecencias las realiza flanqueado por Witty y Vallance. Ambos tienen el respeto y apoyo de la mayoría de la comunidad científica, que comprende el difícil equilibrio al que se enfrentan con sus decisiones. “Sus planes son muy sensatos, y siempre resulta fácil decir que es necesario hacer algo más, pero existen pocas pruebas que sostengan cualquier decisión”, ha dicho Keith Neal, profesor emérito de Epidemiología de la Universidad de Nottingham. Otra cosa es el debate político y mediático. Jeremy Hunt, rival de Johnson en las primarias conservadoras y hoy presidente de la Comisión de Sanidad de la Cámara de los Comunes, ha estallado contra el Gobierno: “Me sorprende y preocupa que no hagamos nada de lo necesario cuando nos encontramos a solo cuatro semanas de la situación en la que está Italia”.
Johnson ha demostrado muchas veces su capacidad política para nadar contra corriente e incluso dar un salto al vacío. Finalmente, puede que no sea el Brexit sino su respuesta a la que él mismo ha llamado “la peor crisis de salud pública a la que hace frente esta generación” la que defina el éxito o el fracaso de su mandato.
Fuente: El País de España.