
La decisión de Estados Unidos de negociar con Rusia sin consultar previamente a sus aliados europeos deja en evidencia la fragilidad de la política exterior del continente. ¿Está Europa preparada para asumir un rol más independiente en el escenario global?
La reciente iniciativa de Estados Unidos de abrir conversaciones con Rusia sobre el conflicto en Ucrania sin una coordinación previa con los líderes europeos ha generado un fuerte impacto en las capitales del continente. La medida no solo expone las diferencias estratégicas entre ambos lados del Atlántico, sino que también reaviva el debate sobre la autonomía de Europa en materia de defensa y diplomacia.
Desde el estallido de la guerra en Ucrania, la Unión Europea ha mantenido una postura alineada con Washington, respaldando las sanciones contra Moscú y enviando ayuda a Kiev. Sin embargo, la última maniobra de la administración Biden ha sembrado dudas sobre hasta qué punto el viejo continente puede seguir dependiendo de EE.UU. para definir su política exterior.
En Berlín y París, el mensaje es claro: Europa necesita fortalecer su capacidad de decisión y de acción. Figuras como el presidente francés, Emmanuel Macron, han insistido en la urgencia de una defensa común que reduzca la dependencia de la OTAN y permita a la UE actuar con mayor autonomía ante conflictos como el de Ucrania o las tensiones en Medio Oriente.
A esto se suma la incertidumbre sobre el futuro liderazgo en EE.UU., donde la posibilidad de un retorno de Donald Trump a la Casa Blanca amenaza con desestabilizar aún más las relaciones transatlánticas. Durante su mandato, el ex presidente republicano cuestionó abiertamente la utilidad de la OTAN y exigió mayores aportes europeos en el ámbito militar.
El debate sobre la soberanía estratégica europea no es nuevo, pero el contexto actual lo vuelve más urgente que nunca. Con una guerra en su frontera, presiones económicas internas y el riesgo de un giro geopolítico en Washington, Europa se encuentra en un punto de inflexión. La pregunta que resuena en Bruselas es si la UE podrá consolidarse como un actor global con peso propio o seguirá siendo un socio subordinado de las decisiones que se toman en Washington.