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Johnson da marcha atrás y decreta el confinamiento durante tres semanas en Gran Bretaña

El Reino Unido ha impuesto finalmente un confinamiento de tres semanas, luego de la fracasada estrategia “del rebaño” o “contagio controlado” para enfrenta la pandemia del coronavirus. Son las mayores restricciones a la libertad de movimiento en la historia del país.[{adj:74559 alignright}]

Antes de que el coronavirus cambiara la vida del Reino Unido y del mundo entero, Boris Johnson decía que su héroe era Larry Vaughn, el alcalde de Amity Island en la película Tiburón, que se enfrenta al jefe de la policía local Martin Brody para no cerrar las playas, evitar que se vayan los turistas, cunda aún más el pánico y la economía quede destrozada.

Ayer, Johnson, un liberal clásico al que le duelen las restricciones a las libertades individuales como si le clavasen una puñalada, no tuvo más remedio que hacer de Brody en vez de Vaughn y ser el antihéroe de su cómic, ordenando el cierre del Reino Unido para todas las actividades excepto las estrictamente necesarias: ir al trabajo si no hay más remedio, hacer la compra, acudir al médico o asistir a personas vulnerables. Si fuera una película de horror se llamaría en inglés Lockdown .

Es un cierre, pero con una rendija abierta en la persiana y sin dar dos vueltas a la cerradura, un poco más suave que el impuesto en España o Italia. A los británicos se les permite salir a pasear y a hacer ejercicio una vez al día, y los parques van a permanecer abiertos. Johnson, intentando aferrarse como puede a sus instintos liberales, dio al país “instrucciones” pero no una “orden”, y dijo que la policía tendrá poderes (no especificados) para hacer que se cumplan rompiendo concentraciones e imponiendo multas (tampoco especificadas).

El premier británico siempre ha querido ser Churchill, un personaje a quien admira más si cabe que al alcalde de Amity Island, pero ni en sus peores pesadillas imaginó que un lunes por la noche del mes de marzo, tres meses después de haber ganado las elecciones con mayoría absoluta, tendría que dirigirse al país por televisión a las 9.30 de la noche para anunciar las restricciones al movimiento de los ciudadanos más grandes en la historia de la nación. Ni siquiera durante el blitz alemán habían cerrado fábricas, escuelas o el transporte público. En la película La hora más oscura , el líder durante la guerra aparece en el metro hablando con la ciudadanía.

“El camino va a ser duro, y perderemos a seres queridos, pero todos juntos derrotaremos al virus”, afirmó Johnson, que adoptó un tono bélico y dijo que es el momento de “llamar a filas a todos los británicos”. La radicalización de su estrategia de contención se produce después de un fin de semana de buen tiempo en el que muchísima gente ha ignorado el llamamiento a quedarse en casa, montando reuniones e incluso barbacoas en los parques como si no pasara nada. Aunque el Reino Unido va dos o tres semanas por detrás de España en la curva de contagio, los hospitales del NHS (Seguridad Social) están ya casi al límite de su capacidad.

La epidemia ha hecho surgir brotes de la guerra generacional que ya se vio con el Brexit, pero ahora de una manera más dramática y potencialmente peligrosa. Los mayores tienen mucho más miedo y se sienten más vulnerables que los jóvenes. Y aunque la mayoría de estos son responsables, una proporción nada desdeñable se ha tomado hasta ahora la emergencia bastante a la ligera. En la localidad de Thanet (Kent), unos gamberros se dedicaron la noche del domingo a pinchar los neumáticos de las ambulancias, acto condenado como abominable.

A partir de hoy, anunció Johnson, van a cerrar todas las tiendas que no sean de alimentación, farmacia y productos esenciales, y la gente sólo deberá salir a hacer la compra una vez al día. Todos los actos sociales quedan prohibidos –bodas, bautizos, celebraciones...– con la única excepción de los funerales. Se exhorta a la población a no visitar amigos ni familiares, por duro que resulte, y los encuentros en la calle por el motivo que sea no deberán de ser de más de dos personas. A estas medidas de distanciamiento se añade un plan de ayudas a la economía por valor de 350.000 millones de euros, y el ofrecimiento por parte del Estado de pagar a las empresas afectadas por la situación hasta el 80% de los salarios de sus trabajadores a fin de que no los despidan. Se especula con la renacionalización de los ferrocarriles, y con una socialización al menos temporal de las finanzas del país hasta ahora impensable por parte de un Gobierno conservador.

Atrás, ante el avance implacable del coronavirus, han quedado la estrategia inicial de Johnson de permitir que se infectara un 60% de la población para generar inmunidad de grupo, o las medias tintas. La editorial de ayer del Times exhortaba al primer ministro a ponerse las pilas y desarrollar un plan coherente, “porque si no se arriesga a pasar a la historia no como Churchill sino como Chamberlain”.

Fuente: La Vanguardia.

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