Cuando el presidente estadounidense, Donald Trump, y el líder norcoreano, Kim Jong-un, se reúnan por primera vez en Singapur el martes, lo harán en una isla que oculta una oscura historia.
Sentosa, situada a 500 metros al sur de tierra firme de Singapur, es una isla de exuberante vegetación con hoteles de lujo, campos de golf, un casino y un parque temático de Univeral Studios, además de las viviendas de algunos de los más ricos del mundo, con un puerto de yates de lujo y mansiones frente al mar de decenas de millones de dólares.
Sin embargo, esta imagen tropical de la isla de 500 hectáreas, a la que se accede por una sola carretera y que ofrece aislamiento y privacidad facilitando la seguridad y el corte del tráfico para la cumbre, oculta una historia de sangre.
Hasta 1830, la isla era conocida por el nombre en malayo que le dieron sus habitantes nativos, “Pulau Belakang Mati”. Aunque hay variantes del significado en inglés, una de las traducciones más aceptadas es “la isla donde la muerte venía desde atrás“.
Los historiadores difieren sobre el origen del nombre, pero algunos especulan que podría referirse a los días de piratería, saqueos y derramamiento de sangre que tuvieron lugar cerca de sus aguas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas de ocupación japoneses lo utilizaron como campo de prisioneros británicos y australianos tras la rendición de las fuerzas aliadas en 1942.
Sus playas se convirtieron entonces en escenario de ejecuciones masivas, muchos de ellos chinos de Singapur ultimados por sospechas, con frecuencia arbitrarias, de llevar a cabo actividades antijaponesas.
En 1972, el Gobierno de Singapur decidió un nuevo inicio para la isla, impulsando su desarrollo para el turismo y rebautizándola como Sentosa, que en lengua malaya se refiere a estado de “paz y serenidad”.
Casi 1.000 millones de dólares de inversiones públicas y privadas se inyectaron al proyecto de convertir la isla en lo que es hoy. Una de sus atracciones es el hotel Capella, que albergará el histórico encuentro (450 dólares por habitación).
Diseñado por el arquitecto británico Norman Foster, el hotel se sitúa en un edificio colonial restaurado que solía albergar a miembros del Ejército británico, en medio de una verde vegetación.
Kim Jong-un se podrá relajar en la lujosa suite del Hotel St. Regis, que cuesta ocho mil dólares por noche: unos 300 metros cuadrados con gimnasio, jacuzzi, cristales de Bohemia y una pintura de Chagall colgada en el salón.