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Los países no logran cerrar el tratado contra la contaminación por plástico y seguirán negociando en 2025

El rechazo de las naciones petroleras a limitar la producción de estos polímeros para detener la polución bloquea el acuerdo en la reunión celebrada en Corea del Sur.

Los representantes de los 177 países que han negociado durante la última semana en Busan (Corea del Sur) el primer tratado internacional contra la contaminación por plástico no ha conseguido resolver sus diferencias para acordar un texto antes de que acabara este 2024, como se habían comprometido los gobiernos hace dos años en el seno del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma). Los desacuerdos en asuntos básicos como el alcance del tratado, la financiación y cómo se deberán resolver las disputas para evitar los bloqueos en el desarrollo del futuro acuerdo siguen presentes. Los países se han emplazado a una futura ronda de conversaciones que se celebrará el próximo año.

La duda es si en esa ronda extra se conseguirá un acuerdo. Porque esas nuevas negociaciones se llevarán a cabo en un contexto aún más complicado. Al avance registrado ya en muchos países de los populismos de derechas, que abominan de las políticas medioambientales y del multilateralismo, se le añadirá el aterrizaje en enero en la Casa Blanca del republicano Donald Trump, que ha recibido un apoyo rotundo en su campaña del sector de los combustibles fósiles, muy interesado en no poner coto al plástico. Mientras, el problema no deja de crecer y cada año millones de toneladas de residuos de este material contaminan los ecosistemas terrestres y marinos, y ponen en peligro la salud de los seres humanos.

La de Busan ha sido la quinta reunión del comité internacional que se creó para negociar el tratado, que está presidido por el diplomático ecuatoriano Luis Vayas Valdivieso. “Hemos logrado avances significativos en Busan en nuestro esfuerzo colectivo para abordar la contaminación por plástico”, ha señalado Vayas. “Sin embargo, nuestro trabajo está lejos de completarse”. Ahora, se deberá recurrir a una reunión 5.2. Antes de que el plenario del comité adoptara esa decisión la madrugada de este lunes (hora local), la presidencia había distribuido un nuevo borrador en el que se había avanzado en la estructura y organización del texto del acuerdo y algunos temas aparecían ya resueltos. Ese texto será la base para la siguiente ronda de negociaciones, cuya fecha y lugar se acordarán en los próximos meses. Sin embargo, las cuestiones más polémicas siguen en ese borrador abiertas y el documento de 22 páginas está plagado de corchetes y opciones en esos apartados controvertidos.

Entre todos destaca uno: el alcance del tratado. Porque la principal discusión es si el texto legal se debe centrar solo en la contaminación (aguas abajo) o si tiene que poner también límites a la producción de plástico (aguas arriba). Noventa y cuatro países —entre los que se encuentran los miembros de la Unión Europea y muchos países latinoamericanos— han dejado claro a través de una declaración leída por la representante de México en la sesión plenaria de cierre que este tratado debe poner el foco en las limitaciones a la producción de plásticos para evitar que cada año acaben millones de toneladas de residuos de este material en el medio ambiente como está ocurriendo ahora.

Pero algunos de los países productores de combustibles fósiles —el plástico es un derivado del petróleo— no quieren ninguna referencia a los límites a la producción. Kuwait ha intervenido en nombre de varios países —entre ellos Irán, Arabia Saudí y Rusia— para defender que el nuevo acuerdo debe centrarse solo en la polución: “El objetivo de este tratado es acabar con la contaminación por plásticos, no con el plástico en sí. El plástico ha aportado inmensos beneficios a las sociedades de todo el mundo”. Estados Unidos ha mantenido un perfil bajo en las conversaciones, y China ha intervenido en el último plenario, aunque para insistir en que son los países desarrollados los que deben hacer mayores esfuerzos, entre otros, en el tema de la financiación.

La disputa sobre las limitaciones a la producción de plástico tiene muchas similitudes con lo que ocurre con la lucha contra el cambio climático. Los pactos internacionales que buscan atajar el problema del calentamiento global, como el Acuerdo de París de 2015, se centran en las emisiones de gases de efecto invernadero, no en limitar la producción de los combustibles fósiles, que son los principales responsables de esas emisiones. En la cumbre del clima de 2023, que se celebró en Dubái, por primera vez en tres décadas de este tipo de negociaciones se incluyó una referencia directa a la necesidad de alejarse de los combustibles fósiles. Desde entonces, algunas de las naciones más dependientes de esos combustibles han batallado en los foros internacionales para que esa alusión directa no se volviera a repetir. Ocurrió en la reunión del G-20 del mes pasado en Río de Janeiro (Brasil) y ocurrió hace una semana en la cumbre del clima de Bakú (Azerbaiyán). No hubo referencias a los combustibles fósiles en los textos finales de ambas citas.

Arabia Saudí desarrolló en ambos casos el papel público más activo para evitar esas menciones, con el apoyo (también público) de grupos como la Organización de Países Exportadores de Petróleo, que insisten en que el objetivo es luchar contra las emisiones y no contra ninguna fuente de energía. En las negociaciones del tratado del plástico, el escenario se ha vuelto a repetir y las naciones petroleras no admiten que el foco se ponga sobre la producción de plástico. “El problema es la contaminación, no el plástico en sí”, ha insistido en Busan el representante de Arabia Saudí durante el plenario de cierre.

A Arabia Saudí y otras naciones petroleras se les acusa de haber mantenido una actitud obstruccionista en los últimos años en esta negociación, que se habría repetido en Busan. “Si no estás contribuyendo de manera constructiva, y si no estás tratando de unirte a nosotros para tener un tratado ambicioso... entonces, por favor, váyase”, ha sostenido el ministro de Clima de Fiji, Sivendra Michael, en una conferencia de prensa este domingo antes de que se decidiera posponer a una nueva ronda la aprobación del texto, informa Reuters.

Poner el énfasis en la producción no es algo baladí. En estos momentos, la producción de plástico ronda los 460 millones de toneladas anuales. En su inmensa mayoría —alrededor del 95 por ciento— es primario, es decir, solo un 5 por ciento procede del reciclado. Esto se debe a lo fácil y barato que resulta producir el plástico virgen, entre otras cosas, porque no están bien trasladados a su precio los costes que su fabricación y eliminación provocan a la sociedad. Según los informes de la Ocde, si no hay un cambio de rumbo ya, en 2040 la producción mundial alcanzará los 765 millones de toneladas. En 2060, se llegará a los 1.230 millones, y poco más del 11 por ciento procederá del reciclado. Y, si el plástico no se recicla, acaba en vertederos, incinerado o, como está ocurriendo ahora a un ritmo de millones de toneladas al año, contaminando los ecosistemas.


Pajitas, bolsas y cubiertos

En la última propuesta de la presidencia del comité que servirá de base para seguir negociando en 2025, se incluye la opción de poner fechas concretas a partir de la próxima década para la fabricación mundial de algunos productos de plástico como pajitas, palos de globos, bolsas de un solo uso y cubiertos. Se trata de una medida similar a la ya adoptada por la Unión Europea. Sin embargo, este tema tampoco aparece como consensuado en ese texto, está también entre corchetes.

En el borrador, además, se aprecian claramente otras disputas abiertas, como la de la financiación que requerirán los países en desarrollo para hacer frente a las obligaciones económicas que se deriven del tratado cuando se aplique. Las naciones del sur global presionan para que sean los países considerados en desarrollo los que se hagan cargo de esa financiación, y los Estados occidentales rechazan asumir en solitario esas cargas y abogan por obligar también a las empresas productoras de plástico a que contribuyan bajo el principio de quien contamina paga.

Además, otro punto de fricción es el de las reglas del tratado cuando surjan discrepancias. Algunos países defienden que las decisiones se deben resolver por consenso (lo que en la práctica en otros acuerdos medioambientales lleva a una reducción de la ambición) y otros prefieren que en último término se vote. Ambas opciones siguen sin resolverse en la última versión del borrador de acuerdo, que se espera que sirva de base para la siguiente ronda de conversaciones. “Estas cuestiones no resueltas siguen siendo difíciles y se necesitará más tiempo para abordarlas de manera eficaz”, ha reconocido Vayas durante el cierre de la sesión de Busan.

Fuente: El País (España)

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