El pueblo Bajau consta de diversos grupos distribuidos entre las islas de Indonesia, Malasia y las Filipinas. Los Bajau reciben a menudo el nombre de nómadas del mar, y su vida tradicional se ha caracterizado por vivir en barcos y obtener del mar casi toda la comida con la que subsistir. Algunas de estas personas han resultado pasar hasta el 60 por ciento de su día laboral buceando en busca de alimento, arponeando peces y pulpos y recogiendo crustáceos y pepinos de mar a profundidades mayores de 70 metros. Los análisis lingüísticos indican que pueden haber vivido de este modo durante más de mil años. Una crónica de uno de los viajes de Fernando de Magallanes ya registró en 1521 su inusual estilo de vida.
Para incrementar el tiempo que una persona es capaz de permanecer bajo el agua conteniendo su respiración, hay dos opciones básicas: aumentar la capacidad pulmonar, o bien incrementar la cantidad de glóbulos rojos en la sangre.
Un nuevo estudio, llevado a cabo por el equipo de Melissa Ilardo y Eske Willerslev, de la Universidad de Copenhague en Dinamarca, y Rasmus Nielsen, de la de California en Berkeley, Estados Unidos, revela que, durante cientos o miles de años, los Bajau desarrollaron evolutivamente un magnífico recurso anatómico: un bazo más grande.
El bazo almacena glóbulos rojos oxigenados, así que se supone que uno mayor (los del pueblo Bajau son aproximadamente un 50 por ciento más grandes que los de grupos vecinos no relacionados y que no bucean) inyecta más células sanguíneas de esa clase en la circulación y pone más oxígeno a disposición de las funciones básicas del cuerpo durante las largas inmersiones.
Los cambios físicos y genéticos que han permitido a los Bajau bucear más tiempo y a mayor profundidad son un ejemplo espectacular de la inmensa diversidad de la adaptación humana a los entornos extremos.
Ncyt.-