El calentamiento del Atlántico tropical en relación con el resto del océano global podría haber sido uno de los principales factores que provocaron la extrañamente violenta temporada de huracanes en el Atlántico durante 2017, según sugiere un nuevo estudio.
Asimismo, los investigadores predicen que un patrón similar de calentamiento de la superficie marina en el Atlántico Norte --que tiene lugar en paralelo con el aumento de la concentración de los gases de efecto invernadero y la disminución de la contaminación por aerosoles-- probablemente haga que ocurran más huracanes de gran tamaño en las temporadas siguientes.
Los datos obtenidos ayudan a desvelar el misterio del efecto de las actividades humanas en la frecuencia de los huracanes. La temporada de huracanes de 2017 en el Atlántico Norte fue muy activa, con un total de seis grandes tormentas; es decir, casi dos desviaciones estándar por encima de la cantidad normal en un año promedio.
Tres de estos huracanes cayeron sobre la costa del Golfo y el Caribe, donde provocaron importantes pérdidas y daños. La monitorización de tendencias particulares en la temperatura de la superficie marina, o anomalías, así como de la circulación del agua de mar, es fundamental para predecir temporadas de huracanes de gran envergadura en el futuro.
Usando modelos por ordenador de alta resolución, Hiroyuki Murakami y sus colegas analizaron la temporada transcurrida entre el 1 de julio y el 30 de noviembre y descubrieron que las condiciones moderadas de La Niña en 2017 --un fenómeno mediante el cual el agua del Pacífico ecuatorial se enfría y que a veces se relaciona con la actividad de los huracanes-- no influyeron de forma significativa en la temporada de huracanes de aquel año.
En cambio, las anomalías en la temperatura de la superficie marina local en el Atlántico sí tuvieron una importante correlación con el aumento de los huracanes. Algunos experimentos de simulación adicionales realizados bajo la tendencia pronosticada de un clima más cálido (vinculado a fuerzas artificiales) mostraron un riesgo continuo de que se produzca una gran cantidad de huracanes en el Caribe, en la costa de Estados Unidos y en océano abierto en el Atlántico Norte. Los autores sostienen que se necesita un mayor perfeccionamiento de los modelos de simulación para poder desglosar el impacto de las actividades humanas sobre la frecuencia de los huracanes.
Fuente: Aaas