Los inmigrantes que trabajamos en el campo sacrificamos demasiado por un país que no valora nuestra vida.
Soy una de los miles de trabajadores agrícolas de todo Estados Unidos que se aseguran de que todavía haya comida en tu mesa. Desde que llegué a Nueva York de Guatemala hace once años, he limpiado repollos en un almacén de envasado, ordeñado vacas en granjas lecheras, recortado manzanos en huertos, así como podado y envuelto tomates en un invernadero.
Si me enfermo de la Covid-19, temo lo que eso signifique para mis hijos, mis compañeros y mi comunidad. Pero a diferencia de muchos otros trabajadores en el país, mi lugar de trabajo no ha cerrado. Los trabajadores agrícolas somos considerados esenciales y, pese a ello, nos excluyen del apoyo que ofrece el gobierno estadounidense.
Hace algunas semanas empecé a tener fiebre y dolor de cabeza. Los síntomas empeoraron, con dolor de garganta y tos. Llamé a un consultorio médico, preocupada por la posibilidad de tener el coronavirus. El médico me dijo que debía quedarme en casa durante una semana y que no había motivo para que fuera a un chequeo porque aún no hay cura. Sin embargo, sí logré que me hicieran la prueba.
No sabía qué hacer. Estaba demasiado preocupada: ¿una semana en casa sin sueldo? Mantengo a tres hijas en Guatemala y a un hijo pequeño aquí, y estoy sola. Si les contara a mis jefes, ¿qué pasaría? ¿Cómo alimentaría a mis hijos o pagaría la renta?
Llamé a mi supervisora para mencionarle lo que el médico me había dicho. Estuvo de acuerdo en que debía irme a casa. Sin embargo, no me dijo nada sobre darme un subsidio por enfermedad ni me aseguró que todavía tendría trabajo cuando me recuperara. Para muchos trabajadores agrícolas como yo, estar enfermo siempre ha significado decidir entre ir enfermo al trabajo o quedarse en casa sin recibir paga, lo que puede causar que nos despidan.
La política de mi empleador es retener nuestro pago si nos quedamos enfermos en casa. Si los empleados nos tomamos muchos días libres, perdemos puntos, lo que conduce a deducciones de un pequeño bono anual. Por lo tanto, hemos seguido trabajando incluso si estamos enfermos o lesionados.
Pero como soy una lideresa de Alianza Agrícola, una organización popular que defiende a trabajadores agrícolas inmigrantes en el oeste de Nueva York, conocía mis derechos. Nueva York había aprobado una ley antes de que me enfermara que obliga a los patrones con más de diez empleados a ofrecer licencia remunerada por enfermedad a los trabajadores que deban permanecer en sus casas debido a las preocupaciones por el coronavirus.
Puede que no conociera mis derechos antes de entrar en la organización. He pasado por tantos momentos difíciles en este país y el grupo me ha dado la fortaleza necesaria para luchar por mejorar las vidas de las personas en mi comunidad.
Así que recibí el permiso remunerado al que tenía derecho. Fue la primera vez en once años como trabajadora agrícola que recibí un pago estando enferma. No obstante, luego de que el resultado de la prueba por coronavirus dio negativo, mi empleador dejó de pagarme, aunque todavía me sentía enferma.
La agricultura es una industria multimillonaria en Nueva York, y el estado es el mayor productor de yogur, queso cottage y crema agria del país, y el segundo en la producción de manzanas. Los trabajadores inmigrantes son la columna vertebral del sector agrícola de nuestro estado. Muchos son indocumentados o trabajan con visas de trabajo temporales.
Siempre hemos vivido y trabajado aislados del resto de la sociedad, invisibles para la mayoría. Esto hace que, en la actualidad, nuestra comunidad sea mucho más vulnerable.
Y aunque yo no vivo en una vivienda proporcionada por mi empleador, las cuales pueden llegar ser espacios muy reducidos, muchos trabajadores agrícolas sí, lo que vuelve casi imposible guardar la cuarentena para evitar enfermedades. Los empleadores están dando muy poca información sobre cómo protegerse. No está claro cuál es el plan para mantenernos a salvo, pero apostaría a que nuestros jefes están enfocados mayormente en sus ganancias, no en nuestra salud. He escuchado de granjas que prácticamente evitan que los trabajadores se vayan porque les preocupa que si nos enfermamos el trabajo no se realice.
Muchos trabajadores agrícolas no tenemos seguro médico y no sabemos bien cómo costear tratamientos médicos o mantener a nuestras familias si no podemos trabajar. Si nos enfermamos, ¿qué nos pasará? ¿Seremos despedidos porque ya no somos útiles para la granja y somos ahora una amenaza para el negocio?
Recientemente, un compatriota guatemalteco que trabaja en el sector lácteo de la zona falleció por el coronavirus, nuestro peor miedo. Y a pesar de la pandemia, la detención y deportación de trabajadores indocumentados sigue siendo una amenaza.
Mientras tanto, el gobierno federal está abandonando a mi comunidad. La ley federal de recuperación no permite que las personas sin número de seguridad social reciban un cheque de 1200 dólares, ni siquiera si pagan impuestos. Además, los trabajadores indocumentados no pueden solicitar un seguro de desempleo.
Es difícil estar en un país que no es el nuestro, y en esta crisis, es aún más duro. Ponemos comida en las mesas de todas las personas, pero tenemos dificultades para alimentarnos a nosotros y a nuestras familias.
En medio de todo esto, ahora también escuchamos que el gobierno del presidente Donald Trump quiere reducir el salario de los trabajadores agrícolas para ayudar a nuestros empleadores. Me pregunto si estas personas que están en el poder han trabajado alguna vez un turno de doce horas en el calor abrasador del interior de un invernadero. O si han estado expuestos a químicos letales o trabajado con maquinaria peligrosa. Me pregunto si alguna vez han tenido un empleo que consista en un trabajo manual repetitivo, pero sin tener acceso a atención médica. Y todo esto por salarios que apenas cubren nuestras cuentas.
Todos los trabajadores, sin importar su estatus migratorio, merecen ingresos de emergencia y atención médica. El próximo plan de recuperación debe incluirnos. Nueva York debe establecer fondos de emergencia para todos los trabajadores que han sido excluidos de los beneficios federales y proveer prestaciones de desempleo para personas indocumentadas y trabajadores temporales.
Para aquellos que seguimos trabajando, necesitamos protecciones de salud y seguridad aplicables, así como un bono por trabajar en condiciones peligrosas, no salarios más bajos, para compensar los riesgos que corremos para proteger el suministro de alimentos de nuestro país. Los trabajadores de toda la cadena alimentaria están exigiendo estas protecciones.
Sin embargo, sigo preocupada. He regresado al trabajo y más compañeros están yéndose enfermos a sus casas. Todavía no sé cuáles son las precauciones que está tomando mi empleador para prevenir la propagación del virus entre los trabajadores. Necesitamos protecciones ahora y a largo plazo. El mundo que creemos durante y después de esta crisis tiene que ser uno donde ya no seamos invisibles, donde estemos sanos y salvos y podamos abrazar fuerte a nuestros hijos.
Por Alma Patty Tzalain, trabajadora agrícola y lideresa de la organización popular Alianza Agrícola.