
El hecho ocurrió en un centro médico de una prepaga. Hubo trato denigrante, agresiones y procedimientos desaconsejados por la OMS. El fallo dispone una reparación integral a la víctima y medidas para evitar que se repitan esas situaciones.
El 21 de febrero de 2018 marcó la vida de Carolina Sigal Flogiani como nunca imaginó que ocurriría. En el parto de su primer y único hijo fue sometida a un trato violento que le dejó secuelas y lesiones que todavía sufre y que afectaron la crianza del pequeño. Su caso fue denunciado ante el Comité de Naciones Unidas para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (Cedaw, por su sigla en inglés) que acaba de dictar un fallo histórico que declara la responsabilidad internacional del Estado Argentino por la violencia obstétrica que vivió Carolina.
“Me decían que un parto era así”, cuenta Carolina a Página 12. Y describe las consecuencias de aquel parto en un sanatorio privado de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. “Quedé con incontinencia de orina por esfuerzo, una fractura en la pelvis, dolores invalidantes y depresión profunda. Físicamente, al principio fue una tortura”.
Tiene 43 años y es psicóloga. Está separada del padre de su hijo pero viven en el mismo departamento, porque ella no puede hacer esfuerzos y encontraron esa fórmula para compartir la crianza.
Prefiere no mencionar el nombre del centro médico, que pertenece a una prepaga. Ahí se atendió durante todo el embarazo. Ahí, según denunció ante el Comité de la Cedaw, fue víctima de una grave situación de violencia obstétrica, ejercida a través de agresiones verbales, trato denigrante y procedimientos médicos desaconsejados o prohibidos por la Organización Mundial de la Salud y por las mismas autoridades sanitarias argentinas, como la amniorrexis, que consiste en romper la bolsa con una especie de garras y la llamada maniobra de Kristeller, que implica apretarle la panza con una rodilla o subiéndose encima de su vientre, para acelerar el parto.
La mujer recuerda aquel día fatídico: “En la sala de preparto siento ganas de ir al baño, y estando sentada en el inodoro, la partera ingresa al baño sin golpear la puerta, y me dice que me tenía que hacer tacto para ver cómo iba con la dilatación. Y me muestra un palito blanco con unos dientes y me dice que con eso iba a tener que romper la bolsa, que de esa forma iba a ser todo más rápido. Me acuesto en la cama, me hace tacto y luego intenta romper la bolsa, le digo que me duele... me dice “que aguante” que tenía que hacer eso. Intenta varias veces, pero no lo logra. Después aprendí que eso se llama amniorexis y que es un proceso desaconsejado por la OMS. Todo el tiempo insistía con que tenía baja tolerancia al dolor, de forma socarrona, que era 'flojita con el dolor' y 'maricona'”, relata Carolina.
El maltrato continuó en la sala de parto, cuando la partera, sin dar ningún tipo de aviso ni solicitar consentimiento, apoyó todo el peso de su cuerpo sobre la panza de Carolina para realizar maniobra de Kristeller, argumentando que ella “estaba haciendo el pujo mal” y que la “iba a tener que ayudar”:
“De repente se sube sobre mi panza con sus antebrazos y empieza a ejercer fuerza en dirección a mis piernas. Me hacía mal, me quitaba el aire. Me pedía que pujara pero con ella encima haciendo esto era imposible. Le pido que se corra, que me hacía mal, me quitaba el poco aire que tenía. Yo le pedía a gritos que saliera de encima de mí, pero ella continuaba. Le pido a los gritos a mi pareja que me la saque de encima. Ella lo mira y le dice que 'me tenía que ayudar porque yo estaba haciendo mal la fuerza'. Ella le hablaba a él... a mí ya no me registraba. Él estaba petrificado sin poder reaccionar. Cuando llegó la médica, le pedí también a ella que me la saque de encima. Entonces, la médica se lo pide y, ahí sí, la partera se baja. A partir de ese momento, tomó su celular y empezó a sacarnos fotos sin nuestro consentimiento. Entonces la médica le pidió a mi pareja que me ayudara a sentarme, y ahí pude pujar creo que dos veces y recibir con mis manos a Ernesto”, recordó.
Todo este relato fue elevado al Comité de la Cedaw, que es un órgano integrado por expertas independientes de distintos países que monitorean el cumplimiento de la Convención Internacional sobre la Eliminación de toda Discriminación contra la Mujer.
Incontinencia urinaria, dolores persistentes, un desgarro que tardó meses en cicatrizar fueron algunas de las secuelas que le quedaron. A eso se sumó que en el quinto control neonatal le informaron que su hijo había sufrido la fractura de clavícula. Cuenta a este diario que fue en diferentes oportunidades al mismo sanatorio y manifestó dolor pélvico agudo, entre otros síntomas, a lo que la gineco-obstetra (la misma que atendió su parto) le decía que esas dolencias eran las esperables dentro del primer año después del parto.
“Durante todo el año que siguió al parto me sentí muy dolorida, agacharme era imposible, casi no podía hacer ningún esfuerzo sin que apareciera ese dolor agudo en la pelvis, del costado derecho. La médica me decía que eran dolores normales posparto, que tenía que esperar un año, pero yo sentía que el dolor en vez de irse, iba aumentando.
Mi vida se fue transformando para evitar hacer cosas que aumentaran el dolor que ya era permanente; estaba quejosa, sin libido. Mi pareja se fue desgastando, y unos meses más tarde nos separamos. Yo no quería participar de eventos familiares, ni viajar en colectivo, ni nada que me aumentara el dolor. Todo se reducía a estar lo más quieta posible, y tolerar el dolor para poder trabajar y afrontar la crianza de un bebé. Mientras tanto mi hijo crecía y cada vez me era más difícil hacerle upa sin sentir dolor, acompañarlo en el gateo fue algo que no pude hacer por ejemplo, esa posición de estar agachada era imposible sin quedarme en la cama después. Yo soy psicóloga, y también mi vida profesional se vio fuertemente perjudicada“, describe en detalle.
Al año del parto, Carolina cuenta que reiteró su consulta ginecológica: “La médica me responde que “estaba muy nerviosa porque estaba separada y que por eso buscaba excusas para no hacerme cargo de lo que pasaba en realidad”. Con todo, realizó la derivación para hacer interconsulta con otros especialistas y finalmente le identificaron lesiones internas a nivel del útero, del piso pelvico y una fractura de pelvis producto de las maniobras realizadas en el parto. Dice que contar con un diagnóstico le permitió iniciar tratamientos de recuperación (varias veces por semana), y aunque las secuelas físicas continúan hasta el día de hoy, muy lentamente pudo volver a su trabajo, recuperando poco a poco su rutina, con apoyo de su familia.
“Perdí muchas cosas durante este tiempo. Hago mucho esfuerzo por estar mejor, de a poco lo voy logrando, pero me cuesta mucho, tanto que hay días en lo que me resigno y quiero tirar la toalla, irme, desaparecer. En otros momentos aparece el enojo y eso me lleva a una necesidad imperiosa de que se haga justicia, de que alguien me pida disculpas por la desidia, el abandono, la falta de escucha, el daño físico y psicológico.
Evito pasar por el sanatorio, me vienen imágenes espantosas y luego de eso viene la culpa ya que no puedo conectar de que en ese lugar nació mi hijo... Siento que me robaron esa posibilidad, ese momento que nunca más va a volver. Lo tiñeron de violencia, pero ellos se autoproclaman y promocionan especialistas en 'parto respetado'.
Yo viví lo opuesto, a mí me violentaron. Y no me quiero callar más y tampoco quiero que esto se repita. Si tuve y tengo que pasar por esto, que sea para algo”, dice.
En su búsqueda de información, Carolina se contactó con organizaciones feministas y descubrió el concepto de violencia obstétrica.
El 18 de mayo de 2019 al escuchar el podcast de "Mujeres que no fueron tapa" descubrió a Julieta Saulo y con ella a Las casildas. Las buscó en internet y decidió escribirles. Saulo es psicóloga social, doula, puericultora y se dedica a acompañar a las familias en la maternidad.
Luego del primer encuentro con ella, Carolina empezó el proceso de denuncia en los órganos administrativos disponibles, ante la ausencia de canales específicos para presentar denuncias por violencia obstétrica: Inadi, Consavig, Defensoría del Pueblo de la Nación. En la actualidad, los dos primeros organismos fueron disueltos por el Gobierno de Milei. Además, presentó denuncia ante el Ministerio Público Fiscal que inició una investigación por lesiones. Según contó Carolina, la causa fue archivada a los pocos meses por no identificar responsabilidad por parte de los profesionales intervinientes.
Finalmente, en 2020, ante los obstáculos para el acceso a la justicia, presentó su denuncia ante el Comité de la Cedaw, con el acompañamiento de la organización internacional Justicia y Reparación. El órgano ya había dictaminado en un caso de violencia obstétrica en España.
El 5 de marzo, finalmente la el Comité de la Cedaw falló a favor de Carolina. En su resolución, el órgano dictaminó que “el cúmulo de hechos del presente caso, incluida la alegada fractura en la clavícula de su hijo, la pérdida de dignidad, el abuso y el maltrato físico y verbal sufrido por la autora, y la aplicación de prácticas desaconsejadas por la OMS, como la amniorrexis y la maniobra de Kristeller sin su consentimiento informado y/o sin haber justificado la necesidad de dichas intervenciones, y las dificultades que tuvo la autora para llevar a cabo el cuidado de su hijo --todo lo cual dejó secuelas físicas y psicológicas tanto en la autora como en su hijo recién nacido--, constituyen violencia obstétrica”.
El Comité consideró también que “la falta de un mecanismo judicial adecuado, la deficiente investigación por parte de las autoridades del Estado, la falta de fiscalización de instituciones privadas y la falta de medidas de prevención de este tipo de violencia reproductiva, tuvieron como consecuencia la vulneración de los derechos de la autora contenidos en la Convención”.
Y estableció un plazo de 6 meses para que el Estado informe las acciones desarrolladas para:
En relación a las víctimas: “proporcionar una reparación integral (...) adecuada a los daños de salud física y psicológica sufridos por la autora y su hijo; y, atención médica y psicológica para la autora.
Así como medidas generales, entre ellas:
* Asegurar que las mujeres tengan acceso a servicios adecuados de salud durante el embarazo, parto y puerperio, y que se les proteja del maltrato físico y verbal, falta de respeto y abuso durante el parto en instituciones de salud públicas y privadas;
* Asegurar los derechos de las mujeres a una maternidad segura y a acceder a servicios obstétricos adecuados (...) y en particular, proveer a las mujeres de información adecuada durante cada etapa del parto, estableciendo como requisito la obtención de su consentimiento libre e informado previo a la realización de cualquier tratamiento invasivo durante el parto, respetando por ende su autonomía y su capacidad para tomar decisiones informadas en relación a su salud reproductiva;
* Identificar los vacíos legales e incorporar en la legislación nacional mecanismos judiciales adecuados y efectivos en casos de vulneración a la salud reproductiva de mujer, incluyendo la violencia obstétrica, y proveer capacitación especializada al personal judicial y encargado del cumplimiento de la ley;
* Proveer a gineco-obstetras y demás trabajadoras y trabajadores de la salud en los sectores público y privado, con capacitación profesional adecuada en materia de derechos reproductivos de las mujeres y niñas;
* Proporcionar capacitación profesional adecuada al poder judicial, para reconocer las diferentes manifestaciones de la violencia por razón de género contra la mujer, incluida la violencia en el ámbito obstétrico.
* La publicación del fallo en un periódico de circulación nacional y el boletín oficial.
Desde el año pasado, Carolina se sumó a Gestar Justicia, un grupo de mujeres que vienen trabajando por visibilizar la violencia obstétrica y acompañar en la justicia a quienes la sufren.