Los incendios de la Amazonia contaron con el visto bueno del presidente del Brasil, Jair Bolsonaro, que tiene amigos y socios interesados en extender la frontera agropecuaria dentro de la selva tropical.
Por eso Bolsonaro no hizo nada mientras el fuego avanzaba y solo tres semanas después de iniciado anunció el envío del Ejército a las zonas más afectadas.
El fuego ya arrasó con partes de la selva protegidas, donde no se puede talar, sembrar ni criar ganado. Ahora, sin árboles que defender de la ambición, se terminaron las zonas protegidas y los incendiarios tienen las manos libres para llenarlas con el producto de sus lucros, tan tenebrosos que están ensombreciendo el cielo.
Ahora que no hay nada que proteger, las empresas madereras podrán hacer sus negocios y continuar la tala, los ganaderos tendrán campo abierto para las pasturas y los pools de siembra podrán usar los terrenos arrasados por el fuego para cultivar soja.
En la Amazonia se desataron cerca de 10.'000 focos de incendio en una semana, justamente en la época seca, cuando no se esperan lluvias de modo que el resultado económico de corto plazo está asegurado. A largo plazo no hay que preocuparse porque con los años todos moriremos, como dijo Keynes.
El modelo agropecuario actual, responsable final de estos incendios en el pulmón del mundo, nació cuando al capital financiero salió al campo y convirtió la agricultura tradicional en una rama de la industria.
El modelo agropecuario de negocios vigente no tiende a satisfacer necesidades vitales sino que mira a los ciclos económicos.
El 30 por ciento de los alimentos que se producen en el mundo se desperdicia porque no van dirigidos a satisfacer necesidades sino a cálculos de la economía financiera.
Cuando los mercados demandan más materias primas, la consecuencia es el avance sobre territorios todavía no "puestos en valor", es decir, no destinados a la explotación. No se trata de producir alimentos, sino ganancias. Es un modelo global que nos envuelve a todos, aunque cada uno tiene una responsabilidad distintas.
Un presidente como Bolsonaro debería velar por la salud y el bienestar de sus ciudadanos, pero tiene ante todo el propósito de sacar adelante sus intereses personales y el del grupo que lo llevó al poder y al que responde. Más que presidente, es un gerente de las multinacionales de los agronegocios.
La solución política que encontró hasta ahora es culpar de los incendios a Evo Morales, a Greenpeace y a los gobiernos europeos que decidieron suspender la ayuda al Brasil para cuidar la Amazonia.
De la Redacción de AIM.