Las instrucciones del año XIII contienen un punto sobre la habilitación como aduanas de los puertos de Colonia y Maldonado, ya que el de Montevideo estaba entonces en poder de los realistas. Pero semejante cosa erizaba la sensibilidad porteña porque implicaba ceder el monopolio aduanero del puerto de Buenos Aires y compartir con el resto del país la renta de la aduana.
Rechazaron entonces a los diputados orientales y los mantuvieron presos en un barco en el puerto de Buenos Aires. Por su ubicación y condiciones naturales, el puerto de Montevideo debió ser el más activo, ya que el de Buenos Aires es barroso, de poca profundidad natural y necesita mucho mantenimiento, pero Montevideo terminó sirviendo, gracias a una perfidia superior, a una pequeño país artificial, perdió su “hinterland”.
El ejemplo de otros países puede ser ilustrativo por contraste aunque se trata de condiciones muy diferentes y seguramente poco aplicables a nuestro caso: el puerto de Hamburg es el mayor de Alemania y uno de los más tecnificados del mundo, pero no tiene en la política de Alemania, ni por asomo, la significación parasitaria de Buenos Aires para la Argentina. El puerto de Roterdamm es el mayor del mundo pero no se ha tragado a Holanda todavía.
La provincias deberían recuperar sus facultades no delegadas y cobrar los impuestos por sí mismas sin esperar (ni mendigar) la coparticipación federal.
Recientemente, una legisladora nacional admitió que votó la ley sobre cautelares en la justicia a cambio de que el gobierno nacional envíe la coparticipación a su provincia. Podría ser al revés si las cosas fueran al derecho.
El núcleo de situación actual, en que la Argentina no es federal, no es representativa y casi tampoco republicana, es que Buenos Aires supo mantener hasta ahora la llave del tesoro y no se ve cómo puede perderla, el resto es literatura.
Hagamos los arreglos que queramos, mientras Buenos Aires siga con la llave en una mano y un látigo en la otra nadie podrá acercarse al tesoro que custodia celosamente. El presidente golpista y filofacista José Félix Uriburu creó una oficina para recaudar impuestos y coparticipar a las provincias, al revés de lo que debería ser, y desde entonces, ya muerto en federalismo, los gobernadores van a mendigar y a besar manos en Buenos Aires con la esperanza de conseguir una limosna más sustanciosa cuanto más serviles se muestren. El único proyecto argentino permanente es mantener el poder económico en Buenos Aires y someter con él al resto del país.
Otro punto de las instrucciones artiguistas del año XIII, que contenían un proyecto de país, era que la capital de las Provincias Unidas estén en cualquier parte menos en Buenos Aires. Hoy no solo la capital está en Buenos Aires sino que Buenos Aires es de hecho todo el país, y el resto un desierto que la megalópolis ignora, pero del que vive.
La industrialización, por ejemplo, es una cuestión secundaria y se puede con la finalidad de evitar excesiva presión proletaria sobre el poder, destruir la industria como se propuso la llamada “ revolución libertadora”, siguió Onganía, continuó perfeccionado el Proceso y luego Menem hasta llegar al “progresismo multinacional” actual.
En el Brasil, en cambio, las dictaduras militares no perdieron de vista el interés de la burguesía nacional y no destruyeron la industria sino que la fortalecieron. La Argentina tenía una fábrica de aviones militares y civiles cuando Embraer no existía, y hoy hay que comprar aviones a Embraer porque nuestra industira aeronáutica no existe.
Rivadavia, para quien mantener el privilegio porteño era toda la política, federalizó todo el territorio de la provincia de Buenos Aires, pero la cosa no le anduvo. Cuando Sarmiento era presidente no podía asistir a un desfile sin pedirle permiso al gobernador de Buenos Aires, del que era sólo huésped. La capitalización implicó guerra entre Roca y los porteños pero no hubo solución. El proyecto de Alfonsin se llevar la capital a Viedma-Patagones fue considerado “delirante” por la city y fracasó.
Aquellos conflictos, nunca superados del todo, vuelven con Mauricio Macri y Cristina Fernández, que reproducen a su modo el viejo enfrentamiento entre Buenos Aires y el resto del país, aunque solo sea entre oligarquías “progres”.
Aquel enfrentamiento parece no se puede enterrar nunca y está haciendo que la Argentina quede muy retrasada respecto de otros países que tienen resuelta la cuestión. Entre nosotros, la historia no se termina de sepultar y se confunde con la política.
De la Redacción de AIM.