El capital financiero, del que depende cada vez más la suerte del mundo moderno, es llamado "perverso" por algunos economistas, que con esa palabra poco propicia pero esclarecedora quieren notar que va solamente donde ya hay capital que genera utilidades, que son lo que busca ante todo de manera insaciable.
Sin forzar mucho la imaginación, podemos entrever en el capital financiero una de las causas de la pérdida de rumbo que padecemos, y compararlo con aquella loba agresiva y libidinosa, de hambre insaciable, que Dante puso a la entrada del infierno.
La loba del siglo XXI
La loba, dice al comienzo de la Comedia, "parecía henchida de todos los deseos y había hecho a mucha gente vivir en la miseria". Pero entonces aparece Virgilio, "honor y luz de los poetas", orientación superior en aquel mundo terrible, y le explica: "esta bestia es tan malvada y cruel que nunca satisface sus deseos, de modo que cuanto más ha comido más hambre tiene". Anuncia que aparecerá un día alguien que la matará, "pero no será un ávido de tierras ni de oro, sino de sabiduría, de amor y de virtud". E invita a Dante seguirlo por el camino correcto para evitar la muerte.
Especulación para dominar y explotar
El capital financiero, fiel a sí mismo, no se invierte en la producción sino en la especulación. Su fin no es generar riqueza sino miseria, no es causa de intercambio y vida sino de guerra y muerte.
Hace un siglo el presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, constató: "Un país es poseído y dominado por el capital invertido en él". Los tristes países dominados de Sudamérica, como la Argentina a partir del préstamo de la banca inglesa Baring en tiempos de Rivadavia, esperan ansiosos la llegada de los capitales que los explotarán todavía más, solo porque los necesitan y porque están gobernados por gerentes de las empresas prestamistas.
Los capitales golondrina, llamados así por su capacidad de migrar hacia donde más calienta el sol, son un tipo de capital financiero "perverso". Inyectados en una economía pobre, la distorsionan, afectan la productividad e inciden en cambios en el tipo de interés y de cambio. Producen dinero para los financistas y para nadie más.
Oligarquías como la nuestra ¿dónde?
Lo que los argentinos llamaron oligarquía no es solo de esta tierra. El teólogo belga Jean Comblin, que murió nonagenario en un convento del Brasil, consideraba que no había ni hubo en el mundo oligarquías semejantes a las iberoamericanas. En el Oriente había déspotas, pero siempre vinculados a su tierra y llegado el momento, dispuestos a enfrentar un invasor. Incluso los reyezuelos del África mostraron una actitud más digna que los oligarcas criollos. Ellos solo querían vivir en París haciendo negocios con Londres. En el caso argentino, sus estancias eran apenas el sitio que generaba el dinero necesario para tirar manteca al techo en la dulce Francia. Los franceses se acercaban a ellos como los vividores al "Mono" Gatica, y con toda razón los llamaban "rastacueros", deformación de "rascacueros", en alusión a lo que imaginaban se hacía en las estancias pampeanas.
Yo hago el dinero, ustedes las leyes
Un pequeño grupo de bancos tiene en sus manos la Reserva Federal de los Estados Unidos desde hace más de un siglo de acuerdo con la receta neoliberal que empezó entonces su carrera. Justamente fue un banquero, Mayer Amschel Rothschild, quien dijo extremando la claridad: "Denme los controles sobre el dinero de una nación y ya no me preocupa quién haga las leyes" (Gebe mir die Kontrolle über das Geld einer Nation und es kümmert mich nicht länger, wer die Gesetze macht).
El dominio irrenunciable
El capital financiero domina y explota el trabajo ajeno, como es propio del capitalismo, pero también el capital ajeno.
De acuerdo con una característica típica de la modernidad europea, o que al menos ella muestra más unilateralmente que nadie, su tendencia al dominio se extiende a la naturaleza, al trabajo, al capital productivo, a los organismos gubernamentales y a la política. Así se vio en la conducta de Goldman Sachs en Italia y Grecia cuando la crisis de 2008, que el propio capital financiero provocó.
Mientras los países gobernados por gerentes o políticos corruptos esperan empleo y desarrollo del capital financiero, éste muestra su carácter destructivo, de avance hacia el abismo, cuando llega a destruir la naturaleza con el extractivismo, a intensificar el yugo de clase y el parasitismo y la desocupación propias del capitalismo.
De la Redacción de AIM.