El abogado y antropólogo quechua Ollantay Izamna, defensor de los derechos humanos y de la Tierra, se declara hijo de la Pachamama según la tradición de su pueblo y de todos los pueblos originarios de nuestro continente. En un reciente análisis de la pandemia de coronavirus, publicada hace pocos días, considera que una de las debilidades de la humanidad moderna bajo la pandemia de fue la interconexión que convirtió al planeta un “mercado sin fronteras”, y la fetichización de la iniciativa privada que anuló casi por completo la inversión pública.
Ollantay es fiel a la cultura tradicional del continente americano, llamado Abya yala por un congreso de representantes de pueblos aborígenes celebrado en Quito a principios del siglo XXI; pero está también formado en la civilización de los invasores que llegaron a estas tierras en 1492.
En un reciente análisis de la pandemia de coronavirus, publicada hace pocos días, considera que una de las debilidades de la humanidad moderna bajo la pandemia de fue la interconexión que convirtió al planeta un “mercado sin fronteras”, y la fetichización de la iniciativa privada que anuló casi por completo la inversión pública.
El fin de la paz
Ollantay entrevé en ese mercado y en esa fetichización el fin de los estados nacionales originados en la paz de Westfalia, firmada en Münster, Alemania, en 1648. Allí se estableció el principio de soberanía nacional y la integridad territorial como base de la existencia de los Estados modernos; es decir, terminó la idea de territorios y pueblos como patrimonio hereditario de los monarcas.
Para él, una vez establecido el monopolio ideológico del neoliberalismo en las últimas décadas del siglo XX, esos Estados perdieron de hecho casi todo lo que los caracterizaba.
Enumera la situación en que debieron enfrentar la pandemia muchos de ellos: sin soberanía política, económica, energética, alimenticia, cognitiva, ni tecnológica, sin tierras ni territorios públicos y con gobernantes cooptados por las élites empresariales locales y globales.
En estas condiciones, los estados nacionales según el modelo inaugurado en Westfalia están reducidos actualmente a “una gendarmería para repeler militarmente las resistencias comunitarias y escoltar las maquinarias extractivas neoliberales”.
La prisión domiciliaria a que estamos reducidos sin saber muy bien por qué, ya que el problema sanitario que se abatió sobre el mundo no es mayor que el que provoca todos los años la gripe común sin que se encarcele a nadie, es la versión real del paraíso que iba a crear el neoliberalismo como consecuencia del libre mercado.
La inminencia de semejante paraíso imaginario llevó al Estado, de la mano de los consejeros neoliberales a partir de Ludwig Von Hayek sobre la dictadura de Pinochet en Chile, a abandonar su papel en la economía, las empresas estratégicas y los servicios públicos.
La peste y el cálculo
Una vez concretada la primera parte de su programa, la interconexión planetaria del neoliberalismo trajo de verdad una pandemia planetaria que parece calculada para estudiar la respuesta al miedo de los candidatos al paraíso
El resultado es que los estados fallidos son los que con lo poco que les queda, sin poder real y agobiados por deudas impagables contraídas por gobiernos corruptos, son los que están enfrentando las consecuencias de la pandemia, mientras las empresas multinacionales hacen negocios y esperan por otros mayores para un futuro cercano
Según Ollantay, basado en las concepciones de los pueblos originarios, el dinero y la interconexión que permite su circulación instantánea, las bases del neoliberalismo, no resolverán el problema en que nos metieron, pero sí lo hará la organización y la articulación comunitaria. El individualismo, corporizado en el neoliberalismo, se revela como una ilusión letal.
Ollantay habla de una “vacuna” que no es la dudosa que venderán las multinacionales llegado el momento, sino la comunidad cósmica, Con esto se refiere a una forma de solidaridad que no incluya solo a los seres humanos sino a todo ser vivo y a todo el ambiente.
Propugna una idea de Estado que nos devuelva la soberanía política, económica, alimentaria, energética, agrícola y tecnológica.
Respuesta al miedo
“Los tiempos de la Covid-19 y de la pandemia del miedo nos debe motivar a renovar con creatividad nuestra apuesta por los movimientos sociopolíticos reinventados. Sin la beligerancia de los movimientos sociopolíticos a nivel local, y simultáneamente a nivel global, será difícil crear los nuevos estados postpandemia”.
Mientras tanto, los popes del neoliberalismo, el grupo escaso que tiene poder económico para dictar normas al mundo, mediante la peste tomó nota de cómo reaccionamos a sus mentiras y se le allanó al camino para introducir pestes más fuertes.
Un recuerdo literario
Ollantay trae a la memoria una obra del portugués José Saramago, premio Nobel de literatura muerto en 2010. Como preanuncio de los que está pasando, en la novela “Ensayo sobre la ceguera”, Saramago narra que de manera inexplicable, los habitantes de una ciudad se vuelven ciegos por completo. El pánico y el caos se apoderan de la ciudad, los ciegos pelean por la comida y el agua… Se impone un grupo armado de ciegos sobre la ciudad ciega …
Se trata entonces de preservar la solidaridad y de cultivar la razón, la luz, sobre las creencias irracionales y el miedo.
Ver detrás del ruido
La verdadera pandemia no es el Covid 19, que hasta ahora mató el 0,0026 por ciento de la población mundial cuando para declarar pandemia es necesario el uno por ciento.
La escritora y activista Naomi Klein advierte que el alboroto publicitario es mayor en los países más afines al neoliberalismo, donde el aparato publicitario y pseudoperiodístico ayuda a aumentar la confusión y reducir la protección porque en realidad busca gestionar el miedo que produce la posibilidad de contagio
Para Ollantay el coronavirus no es una pandemia en sí mismo sino una cuestión ideológica criminal calibrada por el poder económico, político y criminal enfermo de la élite norteamericana para intentar restaurar su hegemonía mundial, que ve en peligro.
La previsión es que después de la crisis sanitaria vendrá multiplicado el látigo económico y existencial, que caerá sin piedad sobre poblaciones empobrecidas y Estados endeudados, como el argentino.
De la Redacción de AIM.