Cuarenta médicos y especialistas, reunidos en la "agrupación Epidemiólogos Argentinos Metadisciplinarios" publicaron una carta abierta al presidente Alberto Fernández, en que cuestionan a los infectólogos que lo vienen asesorando desde hace cuatro meses.
La carta incluye 16 preguntas que el gobierno no ha respondido todavía y tienen relación estrecha con el manejo de la crisis del Covid 19
La primera inquiere por las razones por las que impuso una cuarentena para individuos sanos cuando no hay registro de tal restricción en la historia de la humanidad.
Es una pregunta pertinente, porque el aislamiento en caso de peste siempre fue para enfermos, nunca para sanos. Se conoce desde hace milenios con la intención de mantener la enfermedad lejos, como era el caso ejemplar de la lepra.
En el Antiguo Testamento hay referencias al aislamiento de enfermos y también, en el mundo griego clásico, en Hipócrates. La peste bubónica llegó a Bizancio en el siglo VI de la era corriente y se expandió con gran mortandad por Europa hasta el siglo VIII. También hubo aislamientos entonces, pero de enfermos, aunque la política metía la cola y entre los aislados iban mezclados los adversarios políticos y las minorías étnicas que debían sufrir acusaciones de ser culpables de la peste.
El aislamiento de los leprosos fue muy cruel en diversas épocas y civilizaciones. Solo a comienzos del siglo VIII, se construyó en Damasco, durante el califato de Al Walid, un hospital con secciones separadas para los pacientes de lepra.
La prevalencia de la enfermedad en la Edad Media europea fue tal había unos 20.000 leprosarios, distribuidos por por todas partes.
La cuarentena, con ese nombre, es del siglo XIV, cuando los venecianos la impusieron a los barcos con enfermos que llegaban el puerto de Ragusa. La finalidad de mantener aislados en el barco a los tripulantes era verificar su estado de salud hasta que sanaran o murieran, considerando que desde la aparición de los primeros síntomas hasta la muerte pasaban 40 días.
Cerca del puerto de Ragusa se levantó un “lazzaretto" donde eran retenidos los tripulantes de los barcos infectados. El nombre deriva de la orden monástico-militar de San Lázaro, creada en el siglo XII con la finalidad, entre otras, de atender a los leprosos.
Las cuarentenas, en épocas en que ya había bases científicas más evolucionadas, no se privaban del racismo, como en el caso de los aislados en Bizancio. A fines del siglo XIX hubo un brote de fiebre tifoidea en barrios de judíos rusos de Nueva York. Los judíos fueron rápidamente aislados, pero sin mucha consideración a si estaban sanos o enfermos. Los sanos, en contacto estrecho con los enfermos, se enfermaban también.
Los Estados Unidos son amigos de los registros excepcionales y eso se dio también en una cuarentena de nada menos que de 25 años a que fue sometida Mary Mallon, conocida luego como Mary Tifoidea, una cocinera irlandesa.
Otra pregunta de los especialistas al presidente reclama conocer el argumento científico para establecer la cuarentena el 19 de marzo con cumplimiento perentorio desde el día siguiente, cuando en todo el país se habían detectado únicamente 128 individuos afectados, con tres defunciones atribuibles provisoriamente al SARS CoV 2.
Quizá el apuro se deba a que algunos años antes la OMS había decidido que una enfermedad era pandemia cuando transpasaba las fronteras de un país. Si se declara pandemia con este criterio se pueden limitar las garantías constitucionales, como ocurre ahora.
La carta abierta pregunta por la falta de reconocimiento de la inmunidad innata que protege de todas las enfermedades transmisibles incluyendo cepas de coronavirus familiares del SARS CoV 2?
Este punto fue mencionado por ministros de varios países cuando se inició el Covid. El ministro israelí hizo un análisis prolijo del asunto y concluyó que en algunos meses la humanidad habrá generado inmunidad. Pero luego no se habló más del asunto.
Los médicos preguntan también por qué no se dio suficiente importancia a la producción natural de anticuerpos por vía del contagio en la población no vulnerable, y en cambio se privilegió la inmunidad adquirida mediante vacunas
La respuesta oficial quizá no llegue, porque la sospecha que envuelve la pregunta es que el negocio es vender vacunas. Una dosis de vacuna contra el papiloma humano, por ejemplo, cuesta unos 300 dólares. Supongamos que la esperada vacuna contra el Covid cueste 200 dólares la dosis, que pagarán los Estados si la población no puede. Multiplicando el precio por 7.500 millones de habitantes de la Tierra da alrededor de 1,5 billones de dólares, un 1,5 seguido de 12 ceros ¿No es más importante que nada?
Contra el desaliento de las actividades libres que implica la cuarentena: cada uno en su casa, se podría recordar que sol, aire y luz son salud. Cárcel y sombra, enfermedad. ¿Cuál es la finalidad del encierro, la prohibición de trabajar, el tener enjaulados a los niños y los animales domésticos? Podemos sospechar que no es proteger la salud. De Baldomero Fernández Moreno es esta estrofita: "La calle me llama, la noche también...Hasta luego, madre, ¡voy a florecer!"
Algunos especialistas cuya voz no es oye mucho recomendaron proteger a los ancianos y a los enfermos crónicos y dejar librados al aire, a la luz y a la vida a los jóvenes, con el argumento de que muy difícilmente hagan formas graves de la enfermedad. Se conseguiría por ese camino la llamada inmunidad de rebaño, cuando el número de portadores llegue el 60 por ciento de la población. Gracias al aislamiento obligatorio, estaría ahora en el 10 por ciento.
De la Redacción de AIM.