¿En qué nos hemos convertido gracias a esta pandemia?, se pregunta el científico y divulgador, Diego Golombek, en las primeras palabras de su intervención en el libro recientemente publicado bajo el sello de la editorial Siglo XXI titulado: “La vida en suspenso. Dieciséis hipótesis sobre la Argentina irreconocible que viene” en el que se reúnen una serie de intelectuales a pensar, con urgencia, el escenario actual y el futuro inmediato de nuestro país afectado por la crisis sanitaria del Covid-19. Por: Valentín Ibarra, para AIM.
Seguidamente se interroga y deja picando la pelota: ¿qué lecciones dejará esta pandemia?, y citando un fragmento publicado por la prestigiosa revista Science comienza a dibujar una respuesta, que como siempre y tal vez más que nunca, es provisoria: “La pandemia que ha dado la vuelta al mundo no tiene precedentes. Ha habido epidemias más mortales, pero han estado más circunscriptas; ha habido epidemias casi tan distribuidas como esta, pero han sido menos funestas. Las inundaciones, hambrunas, terremotos y erupciones volcánicas han escrito historias de destrucción humana muy terribles como para ser comprendidas, pero nunca antes ha habido una catástrofe tan repentina, devastadora y universal. Lo más sorprendente sobre esta pandemia es el completo misterio que la ha rodeado. Nadie parecía saber dónde estaba la enfermedad, dónde comenzó o cómo detenerla. Las mentes ansiosas están preguntándose si todavía vendrá una nueva ola”.
Como tantos, Golombek deja ver que en el escenario actual reina la incertidumbre y en cierto sentido, el caos. Ambas experiencias son profundamente humanas y desnudan la sensación de miedo a lo desconocido, a la intemperie; ese miedo que nos acompaña desde que el mundo es mundo y tantas veces nos ha salvado. Sin miedo, la humanidad no existiría porque es la primera herramienta de supervivencia, luego aparece la organización en grupos y con ella la solidaridad, a veces tiene que venir una pandemia para recordarlo.
La amenaza que representa una enfermedad potencialmente mortal prende alarmas en el cerebro, la manipulación de ese miedo puede ser muy poderosa y llevar a respuestas defensivas potentes.
Por supuesto que hecho el miedo, hecha la trampa: existe cierto sesgo de optimismo por el cual todos creemos que las cosas malas les pasan a los demás y una epidemia resalta al otro como distinto y potencialmente peligroso y este mismo miedo puede hacer aflorar al pequeño racista que todos llevamos dentro, dice el científico, pueden aparecer más prejuicios, situaciones de discriminación o de límites barriales, étnicos o nacionales. Dos bandos, no es nuevo: las plagas que azotaron al planeta siempre generaron broncas y matanzas hacia supuestos grupos de culpables.
Comunicación efectiva
Otro rasgo eminentemente humano es nuestra necesidad innata de contar historias, historias del mamut que casi cazamos y se nos escapó, historias de la matriarca que fundó la comunidad, historias de superpoderes y superdioses, historias de virus y de humanos. Contar la ciencia de la pandemia es vital en el sentido más cabal del término: de eso depende nuestra vida.
Lo que sin duda es novedoso y bienvenido es que la ciencia ocupa un lugar central en el teatro contemporáneo pero el desafío de la epidemia de la desinformación y de las fake news es enorme por lo que abrirnos paso entre la maraña de teorías conspirativas y de falsedades evidentes es un reto en el que todos: investigadores, comunicadores y receptores estamos involucrados. Recordemos, también, que las emociones fuertes, y la incertidumbre que nos rodea, modifican nuestra posibilidad de interpretar información, sobre todo cuando es numérica o, peor aún, relativa. Si quieren marear a un cerebro muéstrenle porcentajes, relativos y absolutos. También vale acá el concepto de marco (framing), introducido a mediado de los años ochenta, donde a grandes rasgos se enuncia que cómo nos presenten una información influye notablemente en cómo la entendamos. Hablar de “infectados”, “fallecidos”, “sanos”, “recuperados” u otros calificativos es completamente diferente para nuestra mente: nos afectará de manera muy distinta saber que “se salvaron 90 personas de un grupo de 100” que “murieron 10 personas de un grupo de 100”. Presentar la información de manera positiva, resaltando el consenso de las medidas que se vayan tomando, ayuda a que la gente adopte mejores actitudes frente a una amenaza local y global.