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Política
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El capitalismo llegó al horizonte

Paul Mason es un periodista y economista inglés, nacido cerca de Manchester, el lugar de origen de la revolución industrial. Justo desde allí pronostica que la época dorada del capitalismo pasó y no volverá,  por ahora en el mundo desarrollado y en breve en el resto. En una entrevista con la prensa española sostuvo que estamos ante una disyuntiva clara: de una parte un modelo colaborativo o cooperativo, y de otra un futuro distópico, una especie de feudalismo tecnológico en el que se multiplicaría la desigualdad.

La revolución tecnológica tan acelerada de nuestro tiempo tiene un papel fundamental: las tecnologías de la información corroen el sistema de precios sobre el que descansa el capitalismo.
La revolución tecnológica tan acelerada de nuestro tiempo tiene un papel fundamental: las tecnologías de la información corroen el sistema de precios sobre el que descansa el capitalismo.

Desde un punto de partida diferente, el economista español Santiago Niño Becerra llega a conclusiones similares. Advierte un colapso definitivo, no bancario ni de ningún sector particular, sino total. Y con cierto humor oscuro recuerda que no hay manual que conteste a la pregunta: ¿cómo actuar en caso de parón? Mientras tanto, los políticos simulan saber qué hacer -el arte que mejor conocen- aunque estén más  desorientados que una brújula en la Luna.

Peste sanitaria, colapso económico

Para Mason, la crisis económica que se manifestó en el 2007 ha vuelto  mezclada con la peste del coronavirus, transitoria a diferencia de los otros problemas y que es como una nube de espanto que oculta espantos mayores sin nubes. “Es el momento de que las élites, tanto económicas como académicas, se pregunten si de verdad funciona el neoliberalismo. Si lo hacen, la respuesta será obvia: un no rotundo”.

Mason insiste en la responsabilidad de los cambios técnicos: La revolución tecnológica tan acelerada de nuestro tiempo tiene un papel fundamental: las tecnologías de la información corroen el sistema de precios sobre el que descansa el capitalismo desde el mismo momento en el que muchos bienes y servicios, desde la información hasta la energía, se pueden o se podrán consumir por muy poco.

“La enciclopedia está en nuestro teléfono y la energía totalmente verde será realidad pronto. Eso no es ciencia ficción y es muy relevante”. Hay quienes proponen medidas para continuar con los remedios actuales y no ven el futuro, por eso  los economistas deben cambiar sus anteojos para ver  la realidad que no están viendo”.

El capitalismo ha sido capaz de muchas transformaciones que burlaron a los que creyeron estar ante una crisis final, como la de 1929; pero las tecnologías de la información hacen imposible una transformación más: “No crean productos más caros, sino más baratos e impiden a los trabajadores encontrar empleo en una industria tradicional en declive”.

Uno de los temas de sus varios libros es que todo sistema económico,  así el capitalismo como el feudalismo,   tiene un comienzo, un desarrollo y un final.

El "uno-dos" que derrumba al invencible

En su obra “Clear Bright Future: A Radical Defence of the Human Being”, Mason sostiene que el final de un modo de producción  es  una mezcla de sus debilidades internas combinado con lo que a menudo llamamos "shocks externos".

En la actualidad, el cambio climático se siente como un shock exógeno porque el capitalismo industrial que conocemos está basado en la extracción de carbón y la destrucción de la biósfera.

Es posible que, en un universo paralelo, el capitalismo se hubiera desarrollado con energía producida por el agua y en armonía con la naturaleza. Pero no fue así.

En cambio, el tipo de capitalismo que tenemos destruye los bosques tropicales y crea las condiciones para que millones de personas vivan en barrios marginales de las ciudades.

La gente estuvo habituada a soportar los sistemas dentro de los que se sentía protegida, pero en el siglo XIV, cuando el capitalismo naciente rompió las solidaridades medievales, la gente dijo:  "un momento, esto no nos está protegiendo". Entonces la palabra "libertad" empezó a diseminarse y a ser usada.

Las ideas modernas no son tan modernas como nos contaron: "Nosotros pensamos en la palabra "libertad" en relación con la revolución francesa y su célebre trinidad: libertad, igualdad, fraternidad;  pero en 1360 y en adelante tenemos la palabra "libertas", en latín, usada por revolucionarios.
A nivel global, el sistema económico no funciona, depende de que el mundo rico bombee dinero en el más pobre y, a su vez, este mundo pobre bombee de vuelta ganancias al rico.

Lo que más abunda es la deuda
Cuando se desató la crisis de 2007 fue evidente que había demasiada deuda, porque los bancos centrales imprimieron demasiado dinero, usado  para especular. La solución fueron 75 billones extras en deuda y más dinero por parte de los bancos centrales. Tratamos de curar la enfermedad... con más enfermedad. Y la enfermedad es el capitalismo financiero,  el modelo económico neoliberal que se basa en alta desigualdad, especulación financiera extrema y salarios bajos. En algún momento funcionó pero que ya no ahora.

Por ejemplo, si los servicios de salud privados tuvieran más camas, más médicos y enfermeros el  modelo entero del neoliberalismo caería.

Una solución intentada es poner a  circular más dinero, pero al mismo tiempo  quitar dinero a la economía bajando salarios y reduciendo el gasto público. En esas condiciones el  único lugar hacia el que ese dinero puede fluir es hacia los más ricos.

Entonces, esa combinación de imprimir mas billetes mientras se reduce el Estado sólo va a producir más desigualdad.

La propuesta de Mason para mejorar el funcionamiento social es mediante los servicios básicos universales.

Es decir, usar el dinero de los contribuyentes no para garantizar un salario a todo el mundo sino para proveer servicios gratis: salud, educación a nivel universitario, viviendas muy baratas y transporte muy barato o incluso gratis en las ciudades.

En el mundo millones de personas se han quedado sin empleo y ahora dependen de ayudas del Estado o de la solidaridad ciudadana.

Nada de eso ayudará porque  lo que la gente necesita ahora mismo es efectivo. En el corto plazo necesitamos en cada país un esquema de salario básico universal.

Siempre hubo pérdidas de empleos por innovaciones técnicas. Por ejemplo, las personas que usaban caballos y carrozas se quedaron sin trabajo a principios del siglo XX con la creación del automóvil. Pero nuevos trabajos fueron creados en las fábricas de autos.

Así es como se adapta el capitalismo. El problema es que la tecnología de la información actual destruye trabajos más rápido de lo que los crea y siempre lo hará. Y en particular destruye trabajos bien remunerados.

La industria automotriz destruyó muchos trabajos, pero creó otros.

Básicamente, la tecnología de la información está haciéndole muy difícil al capitalismo ser capitalista.

En el período que viene, mucha gente se va a aferrar al recuerdo de lo que fueron los últimos 20 años. Y todo lo que querrán es volver a lo mismo.

"Creo que los países más exitosos serán los que se den cuenta de que no hay manera de regresar, que habrá desglobalización -no es algo bueno, no lo celebro-, pero en un mundo desglobalizado quienes lo entiendan primero serán los que menos sufrirán".

La economía arrastra a la política

En materia política, Mason sostiene que no hay una vuelta atrás a los populismos rusos, a la socialdemocracia tradicional o a la tercera vía;  en el futuro las ideas del socialismo utópico son hoy más posibles que nunca gracias a la evolución tecnológica”.

“Si continuamos deslizándonos hacia el estancamiento y la deflación y la élite global no entrega más estímulos, alguien va a buscar una salida al estilo de los años 30, en la que los países simplemente adoptan soluciones nacionalistas”,

Ni la competencia ni la regulación han podido hasta ahora poner freno al  proceso de consolidación y esclerosis. Características como el monopolio, la subocupación, la búsqueda de renta y la asimetría de la información, que los economistas tradicionales asumían como temporarias, han comenzado a parecer requisitos permanentes del sector privado del siglo XXI. Se creó un infocapitalismo parásito y disfuncional, cuyas ganancias monopólicas y comportamiento anticompetitivo son tan inherentes al sistema que es imposible cuestionarlas.

De aquellos embriones a estos monstruos

En la ciudad medieval, las formas embrionarias de la sociedad burguesa eran en efecto invisibles. Si imaginamos la ciudad de París del siglo XIV, en tiempos de la revuelta de Étienne Marcel, un mercader que intentó controlar al rey,  el poder estaba en  los señores feudales de provincia, en el monasterio, en infinidad de iglesias y en la universidad. Era una maquinaria para administrar y validar la riqueza producida por las propiedades rurales. Las actividades bancarias transfronterizas eran un servicio secreto, que dependía de las órdenes religiosas para el depósito y de complejos contratos a plazo para eludir la prohibición de la usura. La propia burguesía rehusó apoyar el intento de Marcel de imponer la ley impositiva sobre el rey por lo extraño que parecía el concepto.

Pero desde la posición ventajosa que representa saber en qué se transformó el feudalismo, podemos ver a los gremios, los protobancos, las redes de comercio transfronterizas y el pensamiento científico dentro de la universidad medieval como un tipo de «capitalismo en estado embrionario».

Una mirada al futuro

Dentro de 60 años, el 95 por ciento o más de la fuerza de trabajo se concentraría en servicios, muchos de ellos de persona a persona. Como hemos eliminado la especulación financiera y automatizado muchos procesos financieros –como la banca comercial, el derecho comercial, la contabilidad y los mercados de futuros–, la fuerza de trabajo que trabaja en el área es también pequeña. Pero el número de empleos en salud, cultura, deporte y educación es grande y eclipsa al sector de servicios empresariales, del mismo modo en que hoy eclipsa a la producción industrial.

La mayoría de la gente «trabaja» solo dos o tres días a la semana, y el trabajo es, como hoy, una mezcla de trabajo y ocio. La famosa reprimenda de Karl Marx a Charles Fourier –que el trabajo «no puede convertirse en juego» sino que solo puede reducirse su duración– ha sido refutada. Pero ambos tenían razón: la automatización redujo la duración de la jornada laboral y desdibujó los límites.

El fracaso de la imaginación económica es entendible. La economía como disciplina académica de masas solo despegó durante los últimos 60 años y su postulado clave ha sido que… nada diferente es posible. Pero dado que el mundo se ve hoy forzado a imaginar un capitalismo sin carbono, también debe ser forzado a contemplar una economía sin trabajo compulsivo.

Lo que caracteriza el momento presente en la historia es una sensación dominante de irrealismo entre las elites. Los discursos oficiales ya no se utilizan como guías para la acción, las leyes no se aplican y se ignoran las reglas.

Del dinero fiat nadie se fía

El mayor problema para la sustentabilidad de la deuda de los gobiernos  no es si el sistema financiero se puede mantener con vida gracias al dinero fiduciario. El mayor problema es que la tecnología de la información está en rebelión contra las instituciones sociales y económicas que la rodean.

En una economía capitalista de la información el valor que se genera es demasiado poco como para justificar el tamaño de la deuda actualmente acumulada, los déficits permanentes o las proyecciones fiscales de los principales Estados. La tecnología de la información crea caídas exponenciales en los costos de producción de información, bienes informacionales y algunos bienes físicos y servicios. Produce utilidad en enormes cantidades, a través de los efectos de red, y tiende a democratizar y abaratar la innovación.

El toque de ánimas

El capitalismo ha llegado a un momento decisivo. Está demasiado endeudado para seguir funcionando con normalidad y es estructuralmente demasiado adicto al carbono. Los acreedores de la deuda y los que tienen los derechos para quemar carbono irán a la bancarrota, o el clima global colapsará.

Cuando advertí que si no abandonábamos el neoliberalismo este destruiría la globalización, el Financial Times dijo que la advertencia era «innecesariamente estridente». Pero resultó que no era suficientemente estridente.

Las premisas gemelas de la tecnocracia de nuestro tiempo –que el sistema social actual puede lograr un nivel cero de carbono y que el dinero fiduciario puede compensar por siempre el crecimiento de la deuda– son las que hacen que la formulación de políticas sea en tal medida irreal. Tenemos que empezar a ser realistas.

De la Redacción de AIM.

 

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