Al despuntar la modernidad, casi contemporáneamente con el "descubrimiento" de América, el rey de Portugal Enrique el Navegante mandó emisarios al África con piedras de colores a comprar negros para esclavizarlos.
Fue el comienzo de la esclavitud moderna, que ya que conocía en la antigüedad. Solo que Enrique, que tiene el reconocimiento de su pueblo con un monumento a la entrada del puerto de Lisboa, vio la oportunidad que el capitalismo naciente ofrecía para la explotación del trabajo esclavo y no dudó en aprovecharla.
Europa volcada al mundo
Y la idea de Enrique fructificó: Europa se lanzó con cruces, espadas y arcabuces sobre el resto del mundo, lo "civilizó" y de paso lo esclavizó. Los portugueses abrieron camino aunque tuvieron el tropiezo de que el Papa de aquellos momentos irrepetibles, Alejandro Borja, fuera español valenciano y no tuviera la mejor disposición hacia ellos en el reparto de América. Siguieron españoles, holandeses, ingleses y franceses, todos deseosos de asumir "la pesada carga el hombre blanco", como decía Kipling en alabanza del imperialismo británico, y de llevarse una buena parte en el reparto.
Ya a comienzos del siglo XVIII, la colonia francesa de Saint Domingue, la actual Haití, era la posesión ultramarina europea más rica del Nuevo Mundo. Su prosperidad se basaba fundamentalmente en la competitividad de sus materias primas de exportación y en el trabajo de los esclavos negros africanos, que habían sustituido totalmente a la población indígena, exterminada por los europeos. Haití producía café, algodón y añil, pero su producto más valioso era el azúcar, que se cotizaba a precios muy altos en el mercado europeo. Ese desarrollo económico hubiera sido imposible sin miles y miles de africanos esclavizados que trabajaban hasta desfallecer en las plantaciones modernas de amos europeos.
Debajo de los funcionarios y políticos coloniales, que tenían todo el poder político estaban los grand blancs, adinerados comerciantes y terratenientes, dueños de la mayoría de las plantaciones y esclavos de la isla, económicamente muy poderosos pero excluidos de la administración pública y los petit blancs, blancos pobres, artesanos, marineros, soldados, empleados y malvivientes, cuyo único capital social era el color de su piel. Victimas del racismo feroz que practicaban los europeos, más abajo estaban los affranchis", mulatos y negros libertos, que eran también amos esclavistas y poseían plantaciones.
En el fondo estaban los 150.000 esclavizados, llamados bozales originariamente libres pero arrancados de su tierra para trabajar en la colonia, donde llegaban los sobrevivientes en las bodegas de los barcos.
El sol brilla negro
Para ellos, Luis XIV, el "Rey Sol " francés, aquel al que se atribuye haber dicho "El Estado soy yo" y reinó en su país durante 72 años, dictó en 1685 el llamado "Código negro" una obra maestra de la infamia que muestra sin tapujos en qué consistía la civilización que Europa desparramó por el mundo y sigue desparramando todavía, ahora con argumentos financieros y misilísticos.
El famoso teólogo católico Jacobo Benigno Bossuet, obispo de Meaux, mostraba los servicios que el catolicismo podía rendir al rey absoluto: Bossuet defendía el derecho divino de los reyes con la cabeza puesta en Luis XIV. Dijo que Dios instaura a los reyes como ministros suyos y reina mediante ellos sobre los pueblos. El trono real no es el trono de un hombre, sino el trono de Dios. Es la imagen de Dios, que, sentado en su trono, en lo más alto de los cielos, da impulso a toda la naturaleza. Con Luis divinizado, el código negro no parecía cosa del diablo.
El "bando negro" de 1685 se mantuvo vigente en los dominios franceses de América mientras duró la dominación. Después de la revolución francesa, que tanto ruido hizo en el mundo, representantes de los esclavos haitianos fueron a Francia a preguntar cómo era eso de la “liberté, egalité, fraternité” que estaba en la divisa del Nuevo Régimen, que había abolido al antiguo, de donde provenía el código infame. Los funcionarios de Napoleón les informaron que eso no iba con ellos, esclavos haitianos, que seguirían siendo esclavos mientras la conveniencia de Francia lo aconsejara. Esa respuesta fue uno de los motivos que desató la revuelta que terminó con la esclavitud en Haití. La situación actual de ese país, considerado "inviable" por algunos economistas voceros del capital financiero, es signo claro de que la opinión de los revolucionarios franceses no ha cambiado y que las normas se mantienen con todas las adaptaciones o "aggiornamentos" necesarios.
Las costumbres mandan
En las colonias francesas establecidas en América, antes del código negro que sistematizó costumbres preexistentes, se prohibió a los esclavos libertos usar nombres que empleaban los blancos Sus apellidos debían provenir de un idioma africano, nunca de una familia blanca de la colonia. Se les reglamentaba en el vestido bajo pena de perder la libertad otorgada y por supuesto no podían contraer nupcias con hombre o mujer blancos.
La costumbre mantuvo la distinción entre indios y negros, posiblemente porque los indios eran considerados libres de nacimiento y conservaban esa ventaja. Los negros la habían perdido desde que fueron metidos en las bodegas de los barcos en las costas atlánticas debían permanecer esclavos como una especie de pecado original debido al color, que nada podía borrar, tal como nada podia en Europa borrar la ventaja interior que sentían tener los aristócratas sobre los villanos.
El mismo año de la revolución francesa, el antiesclavista Benjamín Frossard, señala que no se ve en América que alguien castigue a un buey con tanto vigor como a un esclavo. "Si se atreve un negro a ofrecer resistencia a la violencia de un hombre libre, la ley lo condena a muerte".
El código negro, de 60 artículos, declara al esclavo como un bien, una cosa de la cual su propietario puede disponer libremente. Se los considera incapaces de decidir y suscribir contratos por sí mismos, y brindar testimonio en un juicio. No pueden tener posesiones. Se les prohibe beber alcohol,portar armas, reunirse y huir de las plantaciones. Establece castigos, azotes, mutilaciones y muerte para los fugitivos y capturados. Por ejemplo, al esclavo fugado se le cortarán las orejas. Si un negro quedaba libre no por eso era igual que un blanco, siempre debía sumisión a éstos.
En las colonias británicas (Jamaica y Barbados) la ley autorizaba la amputación de un pie al esclavo fugitivo por más de 30 días. Para los ingleses, un ser negro era la negación de la luz, su color era infausto. En cambio el blanco, color aventajado, era signo de felicidad. Los que sostenían este punto de vista con fines crematísticos sabrían en su fuero íntimo en qué consistía la felicidad que decían deber al color. A los infaustos negros, que habían ido a buscar a la selva para traerlos atados unos con otros a pie hasta los barcos, se les prohibía las ceremonias religiosas y tocar el tambor y había pena de muerte por atacar a los blancos o rebelarse. Por ejemplo, en la Martinica una mujer esclava negra osó discutir con una mujer blanca: el resultado fue que la esclava esa misma noche bamboleaba colgada de la horca.
El código negro de Luis XIV combinada medidas draconianas contra los esclavos con la defensa del catolicismo, como caras de la misma moneda, ya que el catolicismo, como ideología imperial de aquella época, prestaba un servicio importante a los esclavistas, que ahora ya no se espera de la religión sino de la "democracia" como mensajera entre los bárbaros de la superioridad occidental.
Primero los judíos, después el resto
El código de rey más luminoso que tuvo Europa empezaba por expulsar a todos los judíos de las islas americanas de que Francia se había apoderado.
El argumento de Luis para establecer su código era cuidar a " todas las personas que la Divina Providencia ha puesto bajo nuestra tutela" y con ese fin asegurar la " disciplina de la Romana, Católica y Apostólica fe en las islas", sin judíos y con negros igualados a semovientes. El artículo primero manda a los funcionarios del rey, que tenían todo el poder político, a perseguir "de nuestras islas a todos los judíos que han establecido allí. En tres meses, todos afuera o de lo contrario habrá "confiscación de sus personas y bienes".
El artículo segundo cuida por el espíritu de los semovientes, que deben ser "bautizados e instruidos en la romana, católica y apostólica la fe", aunque ellos prefirieron siempre el creole, el vudú y las creencias ancestrales.
El artículo tercero prohibía toda religión que no sea la católica, sobre todo aquellas en que insistían los esclavizados. Los desobedientes serán castigados como "rebeldes a nuestros pedidos". Prohíbe cualquier reunión sospechosa de esconder un culto prohibido, las considera ilegales y sediciosas. Por las dudas, las penas que en estos casos alcancen a los negros alcanzarán también a sus amos si permiten o aceptan las reuniones "delictivas".
Los artículos siguientes contienen normas tendentes a prohibir o entorpecer la divulgación del protestantismo también con duras penas esta vez para los amos que consientan o favorezcan un culto no católico que estaba provocando convulsiones en Europa a todas luces inconvenientes para la prosperidad de las colonias americanas. Y también prohíben celebrar mercados de esclavos el día domingo, y da libertad para el resto de la semana.
El artículo XII establece que los niños nacidos de matrimonios entre esclavos serán esclavos, y si el marido y la mujer tienen diferentes amos, pertenecerán a los dueños de la esclava, no al amo de su marido.
El articulo XIII establece que si nace un niño de padre libre y madre esclava, será esclavo igual que su madre.
Los esclavos tenían prohibido fabricar cualquier tipo de armas, incluso portar palos, y el castigo, que no esconde el miedo que era origen de la medida serán azotes . Establece sin embargo una excepción, que debió ser dictada al redactor francés en su oficina de París por un conocedor del terreno: los esclavos podrán llevar armas si han sido enviados por sus amos a cazar.
Otro artículo prohibe las reuniones de esclavos, tanto de día como de noche, bajo pretexto de boda o cualquier otro en las casas de los amos o en cualquier otro lugar, sobre todo en carreteras y lugares aislados A los desobedientes, azotes o la impresión a fuego en la piel del emblema de los reyes de Francia, la flor de lis, el lirio.
Los esclavos tenían prohibido todo tipo de comercio, sobre todo de caña de azúcar, que producían con sus manos y sus vidas "Prohibimos a los esclavos de la venta de la caña de azúcar, por cualquier razón o la ocasión, incluso con el consentimiento de su amo, con el riesgo de una paliza a los esclavos y multa de diez libras por los maestros que les dieron permiso, y una multa equivalente al comprador.
Artículo XIX: También prohibimos a los esclavos la venta de cualquier tipo de productos, incluso de frutas, verduras, hierbas, leña para la cocina y los animales, ya sea en el mercado o en las casas individuales, sin una carta o una marca conocida de sus amos conceder autorización expresa. Los esclavos deben arriesgarse a la confiscación de los bienes vendidos de esta manera, y sus amos a no recibir indemnización por la pérdida".
Artículo XXXVIII: Al esclavo fugitivo durante un mes se le cortarán las orejas y se lo marcará a fuego con la flor de lis en el hombro. Si insiste, será castigado con la muerte.
El artículo XLII autoriza a los amos a encadenar y azotar con varas y correas a los esclavizados; pero no pueden, a su solo criterio, cortarles los brazos a las piernas ya que sería dañar una pieza valiosa. En ese caso, el esclavo le será confiscado y los gastos del proceso correrán a cargo del amo.
De la Redacción de AIM.