
Javier Milei atribuyó a Patricia Bullrich haber colocado bombas en jardines de infantes cuando era competidora suya por la presidencia y no su ministra, como fue después de que ganó las elecciones.
Es interesante conocer que "jardín de infantes", traducción literal del alemán "Kindergarten" es una expresión ideada por el pedagogo Friedrich Froebel no para referirse a un jardín donde se eduque a los niños, sino donde los niños sean manipulados como el jardinero a las plantas.
Esta manipulación tiene una historia moderna que es en muchos puntos diferente de la que nos contaron. En 1808 el filósofo Johann Gottlieb Fichte escribió sus "discursos a la nación alemana", donde atribuyó la derrota prusiana ante Napoleón en Jena en 1806 a que los alemanes eran un pueblo indisciplinado y abúlico, demasiado independiente, y sostuvo que debía ser educado para obedecer al Estado.
La senda que abrió el filósofo idealista es ahora una autopista que a la escuela obligatoria suma la propaganda abrumadora y ubicua, el análisis tecnológico de la población mediante algoritmos diseñados para manipularla, la regimentación legal e informática, el embrutecimiento colectivo, siempre con la mira en un pueblo sumiso, obediente y útil al poder y a quienes lo manejan.
Las derrotas prusianas en Jena y Auerstädt en 1806 pusieron la semilla de la frase "educación del Estado, educación por el Estado y educación para el Estado". El Estado estaba en capacidad entonces de educar para la libertad -según una ilusión rápidamente reprimida- o de educar para el Estado, como la iglesia educó en su propio beneficio mientras ejerció una dictadura espiritual milenaria y tuvo el monopolio educativo.
La educación fue ante todo adoctrinamiento, en particular la universitaria, necesaria para formar cuadros para la burocracia. El adoctrinamiento no era solamente escolar sino se ejercía a través de todos los instrumentos de dominio sobre la población en manos del Estado. Mucho después, Mussolini sentenció en esa línea: "todo por el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado". Y así es en las democracias, convenientemente disimulado debido al inconveniente hedor fascista que emana.
Mientras el pueblo mantuvo sus estructuras comunales propias, al margen del Estado, sostuvo su propia cultura ancestral y los métodos para transmitirla, pero la escuela la fue ridiculizando y minando poco a poco hasta destruirla casi por completo.
El adoctrinamiento fue postulado por el ministro Karl von Zedlitz -contra las ideas humanistas de Guillermo de Humboldt- a fines del siglo XVIII. Estableció la educación obligatoria en Prusia que fue modelo de la estadounidense y también de la argentina. En Estados Unidos, el filósofo pragmatista John Dewey trató de dulcificar y hacer más aceptables los fines del Estado llamando "socialización" a la educación que los prusianos llamaban adoctrinamiento.
En todos los casos, con miras a las guerras que vendrían y a las que habían padecido, se trataba de domesticar para la obediencia: obedecer horarios, buscar buenas notas, aprender cosas inútiles, memorizarlas sin entenderlas, abandonar las ideas propias. En síntesis: en lugar del "a-b-c-d", " o-b-d-c" (obedece) y ser como todos para no ser considerado "raro", distinto. Es decir: quitar al niño su inteligencia natural, que cualquiera advierte en él si se detiene un instante, para convertirlo de a poco en un adoctrinado, un ser obediente y "sociable".
Dewey era un filósofo que había leído mucho, pero tenía claras diferencias de clase que quería mantener y se despachó contra la lectura, argumentando que podía producir pensadores difíciles de "socializar". Sostenía que la gente independiente y autónoma sería en un futuro que ya llegó "un anacronismo contraproductivo” en la sociedad uniforme.
Para Dewey la producción industrial era la finalidad de la educación, y lo demás un residuo que mantenían soñadores románticos sin espíritu práctico. Su prédica se impuso en los Estados Unidos tanto como la disciplina y la obediencia en Alemania.
Educación y propaganda
La modernidad viene aplicando con modificaciones estos principios educativos, que han dado el resultado de alumnos que terminan la escuela secundaria sabiendo leer pero no interpretar los textos ni entender cabalmente las noticias de la prensa diaria y otros que tratan de entrar en facultades técnicas sin saber multiplicar. El peligro de pensadores difíciles de domesticar que veía Dewey fue conjurado.
La educación y la propaganda consiguen gente aborregada, mano de obra barata, personas dóciles, frágiles, manipulables, miedosas, inestables y débiles que no puedan enfrentar las decisiones del poder.
La finalidad de dar educación gratuita e igualitaria a todos, es lograr que todos respondan sin rebeldías a las necesidades de los políticos y sus mandantes.
Las aulas fueron centros de amaestramiento: timbrazo para entrar, timbrazo para salir; formar fila; tomar distancia; pruebas escritas, recreos cronometrados, clases obligatorias por edades; sistema de calificaciones, promociones, premios y castigos; horarios estrictos, marchas patrióticas cantadas en coro, desfiles. Todo envuelto en sentimentalismo patriótico sarmientino con olor a cárcel, a cirio y a cuartel.
Mucha gente acepta esta escuela e incluso la glorifica porque entiende el amaestramiento como un modo de capacitación para ganarse la vida.
Todo se puede aprender y muy poco enseñar. Quien quiera saber qué es la alegría sin que nadie se lo enseñe, vea a los niños salir de la escuela; para conocer la pesadumbre, acompáñelos caminando a entrar a la escuela arrastrando la mochila.
Actualmente las empresas multinacionales se han lanzado a reemplazar a la educación universitaria para lograr un material humano más apto a sus fines: gente competitiva pero no cuestionadora, individualista pero capaz de trabajar en equipo, optimista siempre, enérgica, sonriente y "positiva", dirigida unidireccionalmente al futuro sin mirar al pasado ni mencionarlo (siempre se puede descubrir algo mirando para atrás), capaz de idear, aceptar y favorecer cambios acotados y no tener horizonte para cambios estructurales.
Krisnamurti quiso abrir una perspectiva diferente: la educación para la libertad. Pero algunos padres no tardaron en cuestionar que apartara a sus hijos de dios. La respuesta es para meditar: "dios es una creencia, al ateísmo es otra creencia; yo aspiro a estar libre de creencias". No lo dijo, pero los niños estarán libres de padre y madre, de escuela y de cuartel, de iglesia y de partido político, y de todo lo demás, que es muchísimo. "La libertad en todas sus formas posibles", según el programa histórico de José Artigas.
Krishnamurti, nunca expuso sistemáticamente su pensamiento, porque entendía que los pensamientos son cosas superficiales que se pueden conseguir en cualquier libro y luego repetirlos. Para él, sólo quien es capaz de vivir "correctamente" de acuerdo con su propia ley interna (dharma), no impuesta ni aprendida, es capaz de educar. Y cabe sospechar que de esos hay muy pocos.
Es casi superfluo desde este punto de vista hablar fundados en las teorías de educadores de profesión, porque suelen ser eruditos que no provocan demasiado entusiasmo y sirven más que nada para ser estudiados y desechados, como pasa también con algunos economistas, buenos para las aulas pero no para la política ni la producción.
Por ahora, la educación no puede ser para la libertad, porque hay normas constitucionales que hacen derivar nuestra convivencia de los partidos políticos, por ejemplo, y hay innumerables restricciones públicas y privadas que dejar atrás antes de que alumbre una idea verdaderamente nueva.
De la Redacción de AIM