Andrea Franulic es una escritora y profesora feminista chilena nacida en 1975 en Antofagasta, ciudad junto al océano en el desierto de Atacama, que fue de Bolivia hasta la guerra del Pacífico. Destaca la función de las mujeres en las recientes revueltas que hirieron de muerte en Chile al gobierno neoliberal de Sebastián Piñera, continuador de una tradición política incluso anterior a la independencia que mantiene el poder en manos de una oligarquía mezquina y cerrada, servil a los imperios de turno.
Política
"Hay necesidad, ahora generalizada, de hacer política de otra manera, de no negociar nunca más con el poder. Para el feminismo radical hay que repensar la política, analizar cómo estamos actuando y cómo interactuamos en este contexto"
Recalca que en la historia las mujeres siempre buscaron la libertad: en las relaciones entre ellas y en disponer de espacios que no comulguen con las estructuras de poder del patriarcado.
"Mujeres que se salen del contrato sexual, de la heterosexualidad obligatoria, que no se casan y evaden el matrimonio, mujeres que se organizan sin la iglesia y se salen del poder eclesiástico, mujeres que no comulgan con los poderes del Estado".
Y esto porque la rebeldía, y no solo la feminista, tuvo siempre un componente fundamental en salirse del poder y de la política con poder.
Tres feminismos: uno callejero y dos áulicos
Para Andrea, en el feminismo actual aparecen muchas tendencias, que pueden reducirse a tres fundamentales: la radical, la liberal y la posmoderna. La única genuina y representativa según ella es la radical, porque fue construida desde la experiencia de las propias mujeres. Marca el significado de "radical" como proveniente de lo profundo, del origen, y pregunta: ¿qué puede ser más radical que el pensamiento de la diferencia sexual, si la diferencia de ser mujer se debe a su potencialidad, a su energía creadora, a su origen?
Señala que desde los años 70 del siglo pasado se instaló un discurso intervenido por el poder, por el mundo académico masculino, expresado en las corrientes liberal y posmoderna. Por eso fue necesario agregar "radical" al feminismo a secas.
El feminismo liberal y el posmoderno son expresiones que tienen nido en la academia, una institución masculina, y desde allí juegan contra la liberación de las mujeres.
Ni el discurso, ni el lenguaje ni las ideas liberales ni posmodernas incluyen al feminismo radical, que podría llamarse feminismo sin más.
El feminismo liberal y el posmoderno conviven a pesar de su aparente oposición; el posmoderno es una continuación disfrazada del liberal.
El liberal fue denominado por el radical "feminismo institucional" porque demanda derechos y promueve al acceso de las mujeres a los centros de producción de pensamiento masculinos.
Emergió en los años 70 del siglo pasado con un discurso de igualdad, en realidad igualdad con los hombres. El posmoderno se instaló en nuestra América en los 90 y un poco antes en Europa. Ambos dejaron al feminismo radical desarticulado e inconcluso en sus propuestas.
Modernidad y posmodernidad
Los feminismos liberal y posmoderno enmarcan su inicio en la modernidad, desde el siglo XVII con la lucha por la igualdad, el acceso al espacio público, a la educación, a la profesionalización y al ejercicio de la política. Pero la modernidad es parte de la historia del patriarcado.
Hasta hoy continúa el feminismo liberal con el tema de las cuotas, que Andrea llama con sorna "mujeres en cuotas", por ejemplo para el acceso al parlamento y a cargos políticos. "Las mujeres no somos cuotas, somos la medida del mundo" decía una pancarta en una movilización feminista en Santiago, a la que Andrea no fue ajena.
El posmoderno se sitúa en contraste con la modernidad o como continuación de ella, pero dentro de la misma historia del patriarcado.
El feminismo posmoderno se expresa hoy en la academia, pero el radical viene de la historia de las resistencias milenarias de las mujeres desde que hubo cultura patriarcal.
Al feminismo radical le interesan las expresiones que se salen del sistema, que rechazan los valores impuestos por la supremacía masculina.
Para aclarar su comprensión de "academia" toma el ejemplo de la poeta estadounidense Adrianne Rich, muerta en 2012. Fue reconocida mientras se mantuvo en la línea académica. Para eso debió vender su lenguaje, preguntarse porqué debía negar atisbos de expresión de su feminidad y hablar en un lenguaje neutro. De lo contrario, la encasillarían dentro de la poesía "de mujeres".
Se generó en ella una sensación de incomodidad, una intuición que la llevó advertir que para ser creadora dentro del patriarcado debía negarse a sí misma. Entonces renunció a todo lo establecido por el sistema académico, que inconscientemente había aceptado, y se volcó al feminismo y al lesbianismo.
¿Género?
Una diferencia teórica son las categorías de análisis para interpretar el patriarcado y formular propuestas de libertad. El liberal y el posmoderno usan la categoría de género, aunque de diferente manera.
Quedarse en el género es permanecer en el ámbito patriarcal porque con él se analiza la realidad con una construcción elaborada por los cuerpos de saber masculinos.
Se propone la igualdad de los géneros en el caso del liberal; el feminismo posmoderno propone diversidad de géneros y sigue atrapado en ellos.
El feminismo radical no habla de género sino de patriarcado, de mujeres, de su historia, de diferencia sexual o existencial, usa expresiones extrasistémicas.
La producción teórica de liberales y posmodernas se da en la academia que las atrapa, una institución masculina. Ese marco determina la forma de sus producciones y el modo en que circulan.
El bagaje teórico posmoderno no se basa en la experiencia de las mujeres sino en ideologías y formas masculinas de construir conocimiento.
Cuando el feminismo entró en la universidad ya no habló de mujeres, sino de género. En el discurso posmoderno el feminismo radical fue absorbido y silenciado. Incluso fue silenciada la categoría de mujer: se buscó disolverla, deconstruirla, desplazarla, en resumen: negarla con los recursos simbólicos y económicos del patriarcado. El feminismo fuerte, generado en la resistencia a las dictaduras, se desarticuló.
Hubo un distanciamiento creciente con la realidad material de las mujeres, con sus problemas concretos, incluso corporales cotidianos. El feminismo posmoderno se desvió a lo representativo y discursivo: afirma por ejemplo que mujer y hombre son categorías ficcionales, que el género construye el sexo, que no hay centro biológico ni psíquico que explique la existencia de un sexo; pero cuando aterrizan en el terreno político su posición es meramente representativa y reivindicativa, como las feministas liberales. Expresan reivindicaciones en la lógica del sistema patriarcal.
Por el contrario, el feminismo radical busca las expresiones fuera del sistema, las resistencias milenarias con mujeres, desde las mujeres y entre mujeres con posicionamiento ideológico.
De la Redacción de AIM.