“Sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempos de cuarentena”, es un libro breve en el que se compilan intervenciones provisorias y afectadas por la cuarentena pandémica, de varios de los intelectuales más lúcidos de nuestro tiempo, bajo el sello de una editorial cooperativa denominada Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (Aspo), salió a la luz con la misma velocidad con la que se expande el Covid-19, una velocidad no siempre recomendable para intentar poner en acto el pensamiento crítico, reflexivo y provisorio que exige la filosofía pensamiento que al mismo tiempo debe ser oportuno. Por: Valentín Ibarra, para AIM.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) puso énfasis en que el nombre oficial del virus no contenga referencias a regiones, grupos sociales o prácticas culturales para evitar propagar “el virus” de la xenofobia pero el nombre del libro al que hacemos referencia hizo caso omiso a esta recomendación, tal vez como una nueva muestra de la irreverencia que caracteriza a muchos de sus participantes y la necesidad de un gesto de desobediencia en medio de un clima asfixiante; escriben Paul B. Preciado, Judith Butler, Giorgio Agamben, Byung-Chul Han, Alan Badiou oSlavojZizekentre los más conocidos.Por ahora solo conocemos una versión digital que muchos portales han compartido por lo que su acceso es de cierta facilidad, está dedicado a Li Wenliang, oftalmólogo del Hopsital Central de Wuhan que en octubre de 2019 alertó a sus colegas y a la comunidad médica internacional sobre la posibilidad dela aparición y brote de una nueva infección respiratoria aguda, estudio preliminar que le valió la amonestación del régimen político y lo obligó a una retractación pública.
Li Wenliang falleció el 7 de febrero contagiado por otro paciente en el pico de contagios de su país.
Comunidad e inmunidad.
“Aprendamos del virus” tituló Paul B. Preciado su artículo fechado el 28 de marzo, en París y como en tantas intervenciones cita a Michel Foucault y nos invita a pensar desde algunas de sus categorías tan necesarias para pensar el encierro, la gestión política de una crisis sanitaria y la expansión de un virus mortal que nos sacude tanto individual como colectivamente: “lo más importante que aprendimos de Foucault es que el cuerpo vivo (y por tanto mortal) es el objeto central de toda política” ya que toda la obra del francés puede ser entendida como un análisis de las distintas técnicas a través de las que el poder gestiona la vida y muerte de las poblacionespues no hay política que no sea una política de los cuerpos, afirma con énfasis la autora de Testo yonqui al tiempo que explica que la acción política no se centra en el cuerpo en tanto organismo biológico sino más bien en la acción de fabricar un cuerpo, ponerlo a trabajar, definir sus modos de reproducción, prefigurar las modalidades del discurso a través de las que ese cuerpo se ficcionaliza hasta ser capaz de decir yo”, esta gestión social de los cuerpos forzó una transición desde sociedades soberanas hacia sociedades disciplinarias: “Para Foucault, las técnicas gubernamentales biopolíticasse extendían como una red de poder que desbordaba elámbito legal o la esfera punitiva convirtiéndose en unafuerza “somatopolítica”, una forma de poder espacializadoque se extendía en la totalidad del territorio hasta penetraren el cuerpo individual”.
Las epidemias materializan en el cuerpo los ejes que dominan la gestión pública de la vida y de la muerte mediante un dispositivo anatómico político que se desplaza desde el territorio nacional hasta el cuerpo individual, afirma la de Burgos: “No se trata de laidea ridículade que el virus sea una invención de laboratorioo un plan maquiavélico para extender políticas todavíamás autoritarias. Al contrario, el virus actúa a nuestra imagen y semejanza, no hace más que replicar, materializar, intensificar y extender a toda la población, las formas dominantesde gestión biopolítica y necropolítica que ya estaban trabajando sobre el territorio nacional y sus límites”.
La sífilis que apareció por primera vez en 1494 apenas iniciada la aventura colonial europea aceleró la implementación de políticas raciales. Los ingleses la llamaron “la enfermedad francesa”, los franceses “el mal napolitano” y éstos que había venido en los barcos desde América por culpa de los indígenas. El virus, siempre es el extranjero, el otro, el extraño que es utilizado para la creación de políticas de racialización y persecución, ya vemos como Donald Trump llamó hasta hace escasos días al COVID-19: el virus chino y los pastores de distintos credos religiosos buscaron su chivo expiatorio en disidentes sexuales y prácticas culturales no hegemónicas.
Inmunidad y política de la frontera.
Las epidemias por su llamamiento al estado de excepción y por la inflexible imposición de medidas extremas son también laboratorios de innovación social: una ocasión para reconfigurar a gran escala de las técnicas del cuerpo, mediante la gestión de la peste se lleva a cabo un disciplinamiento social especializado.
La pandemia que nos azota por estos días y tiene en vilo a todo el planeta sin importar estatus social ni bandera está desplazando las nociones de frontera y territorio nacional hasta el cuerpo individual como espacio vivo y como entramado de poder.
La nueva frontera de la necropolítica se ha desplazado desde los límites nacionales tradicionales hasta la puerta de los domicilios particulares: una frontera que no cesa de cercarnosy nos empuja más y más sobre el propio cuerpo, la nueva frontera es una mascarilla respiratoria, la epidermis, afirma Preciado y hemos construido en pocos días un centro de detención fuera de toda comunidad en nuestras casas como un limbo, un lugar de borde incierto entre el mundo de los vivos y el de los muertos.