La senadora mexicana Laura María de Jesús ‘Jesusa’ Rodríguez afirmó a AIM que el mundo tiene campos de concentración de animales que garantizan la reproducción de las estructuras sociales dominantes, por lo que dejar de consumir carne y productos derivados de animales es el golpe trascendental al sistema. “Nuestras culturas vivas, que son ancestrales, las de este hemisferio, están en condiciones de presentar el tercer elemento que le falta a oriente y occidente”, aseguró.
Laura María de Jesús Rodríguez Ramírez es directora de teatro, actriz, artista de performance y actualmente senadora de la República Mexicana por el partido Morena. Con vestimenta tradicional y serena irrumpe el modelo occidental patriarcal, capitalista, cientificista y cristiano.
― ¿Cómo es ser legisladora vegana en el Parlamento mexicano?
― Cuando llegué al Senado descubrí que soy la primera senadora vegana de la historia México, que implica muchas cosas a nivel ideológico, político y material (porque no tengo qué comer cuando voy al Senado, es decir, no hay opción para mí y me sirven desde hace seis meses dos platos enormes de lechuga, porque no saben qué puede comer una persona que no come cadáveres). Me enfrenté a una realidad de un Senado que ni siquiera se lo habían planteado, porque tradicionalmente es masculino, patriarcal y muy estructurado en un machismo tóxico (que lo ves desde el edificio y la vestimenta hasta la manera de moverse de los legisladores).
Es cómico porque primero me pusieron ‘la primera lesbiana abiertamente asumida en el Senado’ y eso pasó sin problema pero vegana, eso sí: no. Soy la ‘rara’, ‘la enfermita’. Considero que el antiespecismo cuestiona el patriarcado en su punto más preciso, es, justamente, ahí donde se reproduce todo el sistema: en la ganadería, la piscifactoría, etc., es decir, en la crueldad y maldad con la que matamos a los animales y la normalización de que los comamos todos los días. Ahí comienza la explotación que, luego, será de mujeres, niñas, niños, ancianos, etc.
El cuestionamiento antiespecista golpea en el punto nodal, es muy interesante porque comienza a reverberar en la vida cotidiana de los senadores, porque, también ellos quieren comer lo que yo como. Cuando tocas un tema como ese en profundidad en un órgano Legislativo comienzan a estallar muchas cosas interesantes.
Los senadores no me escuchan. Pero, en general, no escuchan a nadie que no piensa como ellos piensan,. Sin embargo, comienzan a decirme que cuada vez que subo a la tribuna les dejo un cuestionamiento que es el cuestionamiento (simple y llanamente) de su dieta, para el momento que el planeta vive. Es una dieta inmadura, es decir, es una parte del Senado (que deberían ser los sabios ancianos de la sociedad) es peor que adolescentes inmaduros, desconcertados y confusos, comiendo lo que comen.
― ¿Hoy la realidad se presenta como una distopía?
―Suena muy interesante que nos anuncian que Europa está en cuarentena, porque esta vez no nos toca solamente a los países pobres, sino que se pone en cuestión a los países industrializados que siguen masacrando de forma indiscriminada. Esas Naciones donde se exponen los miembros de los animales de una manera bellísima, como que si no fueran, simplemente, producto del asesinato y el sufrimiento extremo.
El coronavirus presenta un escenario complejo, donde el carnívoro está más expuesto a enfermedades virales, ya que atacará más fuerte porque comen antibióticos que le dan todo el tiempo en la carne de los animales, quienes son cruelmente inyectados para que sobrevivan en condiciones de horror en la industria y la gente que tiene estas superbacterias.
― ¿La critica sería a la razón instrumental? ¿Cuál sería la forma de romper este pensamiento utilitarista que hoy predomina?
― Latinoamérica se resiste, porque el golpe de la conquista fue brutal; el epistemicidio que injertó esta dieta cruel de una cultura eminentemente ganadera (como es occidente) contra culturas agrícolas que eran ancestrales caló hondo. Ahí es donde hay que comenzar a trabajar fuertemente.
Creo que nuestras culturas vivas, que son ancestrales, las de este hemisferio (desde Alaska a la Patagonia), están en condiciones de presentar el tercer elemento que le falta a oriente y occidente. Es un tercer elemento que rompe con el binarismo, con el utilitarismo del modelo capitalista y con la concepción misma que quisieron introyectar en compartimientos estancos científicamente clasificados para controlar la naturaleza como punto de partida del capitalismo depredador. Ante eso hay que acudir a nuestras fuentes y raíces y a los pueblos vivos -en México tenemos 10 millones de indígenas vivos, más allá de que también fueron contaminados por occidente, pero conservan ciertas cosmovisiones que tienen mucho que ver con la alianza de lo humano con la naturaleza, en lugar de su sometimiento, que es el gran problema de occidente y le está estallando en la cara.
Estamos poniendo en riesgo el único hábitat que tenemos. Lo que hemos hecho es una enorme estupidez y la salida está en retomar todas las culturas antiguas de la humanidad que eran agrícolas.
― ¿Cómo se hace para replantear el modelo de producción para modificar las relaciones sociales sin caer en un pensamiento metafísico y animista? ¿Cómo se plantea una superación dialéctica?
― Primero hay que dejar de pensar que es ‘caer en…’, a lo mejor es elevarse a un pensamiento que nos es necesario como humanos. Dejar de lado la elevación y la trascendencia es olvidar una parte importantísima del ser humano: la espiritual.
Materialmente el primer acto político y más importante es dejar de poner animales muertos en tu plato y no usar ningún tipo de explotación animal (ni huevos, leche, queso…). Si esta sociedad deja de poner cadáveres en sus platos la industria no los va a producir (demanda y oferta, ahí no hay más ciencia). Nadie te puede obligar ni necesitas organizarse para hacer eso. Simplemente organizarse con uno mismo, diciendo: ‘Esto se acabó, no participo más de este holocausto ni principio de violencia’.