Después de las derrotas de 1811 en Paraguarí y en Tacuarí de los ejércitos enviados por Buenos Aires para someter a la rebelde Junta de Asunción, el Paraguay no pudo usar el Paraná para comerciar con el exterior. La navegación de sus barcos por el río que salía al Atlántico era hostigada y en algunos casos fueron retenidos.
Por esa razón el Paraguay debió iniciar un lento y largo proceso de aislamiento y autoabastecimiento, encabezado por un gobernante de características excepcionales, admirador de Rousseau y de Benjamín Franklin, tan criticado por unos como ensalzado por otros: Don José Gaspar Rodríguez de Francia, ''el Supremo''.
En ese proceso obligado el Paraguay se volvió un país desarrollado y autosuficiente, industrializado y equilibrado, con un régimen político autocrático que distaba mucho de la democracia participativa, que Francia no pudo desarrollar por la permanente hostilidad de sus vecinos.
Entre las finalidades de Francia estaba preservar el Paraguay de las apetencias del Imperio del Brasil, de larga data en su país, y de los intereses de los porteños, que ya habían hecho un primer intento enviando a Belgrano y estaban siempre dispuestos a reiterarlo.
Las estancias de la patria
Entre los medios de que dispuso Francia hay uno muy significativo, que algunos paraguayos quisieran reeditar en las condiciones actuales: las estancias o chacras de la patria.
Francia organizó el sector económico estatal, que debía ante todo costear los gastos de la defensa nacional; liberar a las fuerzas productivas de impuestos excesivos y regular el comercio exterior de modo que los productores nacionales obtuvieran ganancias suficientes.
Con ese fin, las estancias de la patria eran la pieza maestra. Estaban dedicadas a criar ganado y a producir carne para los soldados, novillos y de cueros para la exportación y ganado para la distribución gratuita entre campesinos necesitados.
Francia estableció el monopolio estatal de la importación y el control del Estado sobre todo el comercio exterior, con la intención de evitar la salida de circulante y fijar precios compensatorios para los productos exportados.
Había importación, pero las mercaderías que entraban del extranjero eran administradas por una casa de comercio estatal, que las vendía a los comerciantes.
Francia amplió las tierras en poder del Estado mediante confiscaciones a los terratenientes y concedió a los campesinos las extensiones confiscadas mediante arrendamientos poco costosos.
Suprimió el diezmo y rebajó los impuestos para estimular la intensificación de la producción agrícola-ganadera.
Procuró que el Estado dirija la producción agrícola de tabaco e independice la economía de algunos alimentos como el trigo, del que hubo dos cosechas anuales, y trató de moderar las consecuencias de las sequías sobre los campesinos pobres
El imperio vigila
Hasta tal punto el desarrollo paraguayo logrado con estos métodos significó un ejemplo que no debía cundir que suscitó la preocupación del Imperio Británico y al final llevó a la decisión de arrancarlo de raíz.
El método fue una guerra de exterminio, llamada de la Triple Alianza, dirigida contra el régimen paraguayo bajo inspiración británica por el imperio del Brasil, la Argentina y el Uruguay, más de medio siglo después de las derrotas de los ejércitos al mando de Belgrano.
Antes de morir en 1850, José Artigas, exiliado en el Paraguay desde 1820, había advertido al sucesor de Francia, su sobrino Carlos Antonio López, de los propósitos aviesos de los porteños y brasileños sobre el Paraguay, pero no fue escuchado.
La decadencia
Recientemente, un candidato porteño neoliberal a presidente, autodenominado "libertario" publicó un libro que hace coindicir la decadencia argentina con 70 años de populismo; pero poco después un economista estadounidense le contestó que los años en lugar de 70 deberían ser 120, porque la decadencia no arrancó según él con el populismo sino con los negocios de la oligarquía agroexportadora de la década de los 80 del siglo XIX.
Yendo más hacia atrás, los padres de la patria norteamericana entendieron que para que haya república los ciudadanos con derecho a elegir deben ser propietarios, porque suponían que la libertad política y económica se fundaba en la propiedad.
Diseñaron entonces una sociedad de pequeños propietarios agroganaderos, al menos en las colonias iniciales del Norte, porque en las del Sur se generó la gran propiedad rural. En las 13 colonias junto al Atlántico la estructura social era compatible con el esclavismo, como en su lejano antecedente griego, y con el exterminio de las poblaciones autóctonas.
Otro modelo
En la Argentina, en cambio, Rivadavia entregó extensos territorios a unas pocas familias privilegiadas. No pudo adjudicarlas en propiedad sino en enfiteusis, porque previamente las había hipotecado a la banca británica. El resultado fue el favorecimiento de una oligarquía de propietarios que antes de explotar la tierra impedían el acceso a ella de una multitud de desposeídos que querían mantener en la condición de mano de obra servil.
En el Paraguay, el doctor Francia monopolizó el comercio exterior y al contrario de Rivadavia en la Argentina no favoreció a los grandes terratenientes. Con tierras del Estado y las confiscadas a los grandes propietarios trazó una política de autarquía económica con base en los artesanos, la clase media rural y el pueblo en general.
El Estado acaparó las tierras y las dividió en pequeñas parcelas, las ”chacras de la patria”, entregadas en préstamo a familias pobres, incluidas de aborígenes, con la sola condición de que las trabajen.
Las chacras de la patria no pagaban impuestos, de modo que la renta que conseguían los trabajadores era más que suficiente.
Los que explotaban las chacras de la patria eran productores libres y en poco tiempo estuvieron en condiciones de servirse de peones. Las chacras daban sustento al ejército de unos 30.000 efectivos y proveían al consumo de Asunción.
Francia se mantenía atento a la evolución de las chacras. Una vez, mandó sacrificar a toda vaca sin cría porque las chacras rebosaban y la multiplicación del ganado, antes de beneficiar, perjudicaba.
Ante esta abundancia, Gaspar de Francia varias veces permitió el reparto de reses entre pobres de Villa Rica, Concepción y Curuguaty.
En las chacras de la patria, los guaraníes eran campesinos libres, integrados sin problemas al resto de la sociedad, pero apartados de la vida de sus comunidades de origen. Los extranjeros tenían prohibido adquirir tierras en el Paraguay, las plantaciones de yerba mate fueron nacionalizadas lo mismo que los árboles usados para construir viviendas.
Desarrollo mal visto
Cuando Francia murió en 1840 la agricultura y la ganadería habían alcanzado en el Paraguay un gran desarrollo, mayor que en cualquier otro país de Sudamérica. Semejante situación no era buen ejemplo para el liberalismo inglés ni para sus gerentes y ejecutores locales, las semillas de nuestras oligarquías dependientes. Posiblemente este fue el origen de la inquina contra el Paraguay y del propósito de destruirlo, que se concretó en la guerra de la Triple Alianza.
El Paraguay tenía altos hornos para producir hierro, había prohibido la exportación de materias primas sin elaborar: por ejemplo el cuero antes de viajar al extranjero debía ser curtido con tanino. Tuvo el primer ferrocarril de Sudamérica y astilleros para construir embarcaciones; funcionaba una línea de telégrafo.
La nación más poderosa del Nuevo Mundo
Los resultados de esta política, que ha sido considerada capitalismo de estado, fueron resumidos en 1845 por el cónsul norteamericano, Edward August Hopkins: "Paraguay es “la nación más poderosa del nuevo mundo después de los Estados Unidos, y su pueblo es el más unido y que el gobierno es el más rico que el de cualquiera de los estados de este continente".
Esta valoración basta para entender que para la aventura comercial británica, que provocaba hambrunas en la India y convertía a Su Majestad en una narcoemperatriz gracias a la guerra del opio en la China, la fruta estaba madura. O en el lenguaje del imperio que sustituyó al británico, la manzana podrida debe ser eliminada antes de que pudra al resto. En otra expresión de la misma idea, la manzana se reemplaza por fichas de dominó. El "efecto dominó" implica que donde una ficha cae -impulsada por el comunismo o alguna de sus variantes- de inmediato hace caer otras generando una reacción en cadena.
La solución fue el exterminio
Y el peligro fue eliminado. Al final de la guerra el Paraguay había perdido las dos terceras partes de su población y unos 160.000 kilómetros cuadrados de su territorio, que pasaron a manos del Brasil y la Argentina. Gracias a maniobras diplomáticas, el Brasil no pudo concretar su vieja ambición de anexarse el Paraguay, a pesar de mantener ocupada Asunción mucho después del fin de la guerra.
Pero lo que más interesaba es que se arrancó de raíz el mal ejemplo: se introdujeron las ideas liberales con partidos políticos corruptos, se produjo intencionalmente un gran endeudamiento con la banca británica y el capital extranjero comenzó un fácil camino a la hegemonía económica en el país vencido.
Las paraguayas en las chacras
Una cosa llamó la atención de los vencedores: durante la guerra, casi hasta el final, a pesar del aislamiento la población paraguaya estuvo abastecida de alimentos. La causa eran en las chacras de la patria y el trabajo de las mujeres, que desde siempre se habían encargado de la economía de subsistencia y del pequeño comercio. Ellas producían en las chacras de la patria mandioca, tabaco y caña, carne y fruta. Y cuando no hubo más soldados, ellas tomaron las armas para defender un modo de vida que a pesar del desastre se mantuvo y se mantiene.
Volver a las chacras de la patria
El desarrollo paraguayo tuvo un brutal parate tras la guerra. Pero las costumbres campesinas no se perdieron y las chacras de la patria pueden ser un medio de superar la pobreza extrema.
Así lo entiende el economista Víctor Benítez, que quiere complementar las experiencias de su país con algunas del Brasil anterior a Bolsonaro.
Las nuevas estancias de la patria que Benítez propone implican la colaboración del Estado, de empresarios y pobres unidos en un modo nuevo de vida y de trabajo, basado en experiencias históricas.
Para Benítez, las estancias de la patria son la solución; pero es necesario destinarles presupuesto durante al menos 20 años; es decir, ponerlas al margen de las ventoleras políticas.
Benítez propone primero aliviar la pobreza y después reducirla. Es preciso ante todo relevar indicadores sociales, económicos, infraestructurales de ciencia y tecnología, multidimensionales, con la finalidad de diagnosticar carencias y conocer el camino
Si las estancias de la patria de Francia fueron expresión de capitalismo de Estado, Benítez busca mezclar modos de producción capitalistas con socialistas.
Reconoce que ahora hay paraguayos aplicados a la especulación financieria: compran bonos, financian cosechadoras y sembradoras, alquilan a grandes empresarios sembradores de soja, integran cadenas productivas.
Admite que están en un mundo globalizado que crea una corriente que los arrastra sin pena pero con consecuencias mientras hacen plata. Pero por otro lado, hay numerosos campesinos sin tierra deambulando. El Estado tiene tierras; y gracias a la globalización hay asuncenos ricos.
La confluencia posible de estos factores se puede dar en las nuevas estancias. "Por ejemplo, el Estado compra 1.000 ha, se invita a los sin tierras a que se organicen en una cooperativa indicándoles: “Acá vamos a ganar plata todos juntos”.
Un nuevo modo de vivir. Los campesinos de mañana hacen ciudadanía y se entrenan; de tarde, manejan tractores.
De la Redacción de AIM.