Desvelado. Hace algunos días estaba saltando de canal en canal y veo, pasada la medianoche, que el título de la predicación de un pastor evangélico decía: “Perversiones de género” y me quedé, mudo, viendo de que se trataba. Por Valentín Ibarra para AIM.
El pastor con una coreografía de esas que solemos ver mientras enuncian versículos traducidos a la marchanta y vaticinan calamidades para el tiempo del fin, que dicen, ya ha comenzado, desarrolló una diatriba sobre lo que llaman: “ideología de género”, satanizando a los movimientos de las disidencias sexuales y feministas, intercalando advertencias y amenazas divinas torpemente extraídas de la biblia creando zozobra en su auditorio.
El eje del discurso estuvo sobre lo que llamó una guerra espiritual y dio a conocer cuál es el propósito bíblico de la sexualidad pues, según dijo, existe uno y solo uno, completamente alejado de las perversiones de la carne. Explicó, brevemente, cómo sortear las trampas que el maligno pone en relación con la intimidad incluso arrojando tips esperanzadores para quienes sufren ciertos “trastornos y desviaciones”. Con el correr de los minutos ensayó un muy desatinado diccionario sobre categorías sexo-genéricas a partir de la sigla Lgbtttiq+.
Cada una de las categorías fue definida a partir de groseras falacias y prejuicios pero el bochorno y la clave de ésta nota se hizo patente cuando sentenció que el signo “+” hace inequívoca referencia a la silenciosa inclusión de la pedofilia o Personas Atraídas por Menores (MAP) como una posición de enunciación mas entre las otras. Bochornoso, aquello no fue más que una malintencionada estrategia de estigmatización y violencia homofóbica pues no hay evidencia alguna de que las personas atraídas por menores estén buscando incluirse en los movimientos. Afirmaciones de este tipo circulan hace años en las redes sociales y pese a ser desmentidas por activistas, expertos e incluso el cuerpo normativo, persisten por la fuerza viral de las fakes news.
Es necesario recordar que en nuestro país la minoría de edad es un límite insalvable que advierte la corrupción de menores y otros delitos contra la integridad sexual tales como el abuso, la promoción y facilitación de la prostitución, el proxenetismo, la difusión de imágenes, las exhibiciones obscenas o el grooming entre otros.
En ese marco, Luciana Basso, docente e investigadora, activista y especialista en cuestiones de género comparte su visión sobre esta caprichosa afirmación, vociferada desde un pulpito con la (cierta) legitimidad y sujeción que eso conlleva: “Creo que desde los albores del movimiento feminista y también de los de diversidad sexual, se han venido generando impactos políticos y sociales que han hecho que la política regional genere acciones y respuestas a temas que antes permanecían en los espacios de lo estrictamente privado. Las demandas por garantizar la educación sexual integral, reconocer derechos civiles para las parejas del mismo sexo o despenalizar el aborto, entre otras, son resultado de esas luchas que en nuestra Latinoamérica, han tenido (y tienen) profunda experiencia territorial”.
Si bien en algunos países, (como Argentina, afortunadamente) estos movimientos lograron influir de un modo significativo en la construcción del derecho y las políticas públicas, también se ha producido un efecto reactivo, por el cual diversos sectores se abroquelaron en rechazo al amplio abanico que incluye los Derechos Sexuales y Reproductivos y No Reproductivos (Ddssrr).
Ante cada avance en materia de derechos y libertades, los fundamentalismos, sobre todo religiosos, embaten con fuerza.
Esta certeza, casi de perogrullo, no puede dejarse de lado cada vez que tratemos de describir la realidad, o analizarla; tanto como suponer que esto es algo del pasado, o superado, por el hecho de que algunas religiones muestren figuras líderes con discursos más o menos progresistas.
En el caso de la Argentina, las estrategias que les hemos visto usar, han sido muy variadas: desde campañas explícitas como la de “Salvemos las dos vidas”, que incluye, por ejemplo, cabildeos y presiones personales a personas que deben tomar decisiones (tal el caso de legisladores y legisladoras en ocasión de la votación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo); hasta otras más solapadas, vehiculizadas por los medios masivos de difusión, que utilizan el miedo como motor impulsor, desinformando y generando discursos completamente falsos como la propagación de lo llaman “ideología” de género.
Que estos modos de comportamiento sean conocidos, no les quita, desde mi punto de vista, el poder de efectividad más allá de las fronteras de su público convencido.
La participación de las jerarquías religiosas en los debates públicos, el mayoritario porcentaje de personas que se autoidentifican como creyentes, los eventos derivados del 9-11 en Estados Unidos o la creciente presencia del islam en Europa, la elección del papa argentino, las alianzas cristianas que llevan al poder a gobiernos como el Bolsonaro en Brasil entre otros factores, las hacen insoslayables para entender procesos sociopolíticos.
Lo que quiero decir es que la presencia política de las religiones no es marginal, que dadas las actuales condiciones necesitamos interpelarlas en códigos “no estrictamente seculares”, y que no se trataría, (o al menos yo lo entiendo como improductivo a éstas alturas) de no permitir que las comunidades religiosas se expresen de manera política, pero si encuentro interesante el planteo de Habermas (2006) en la necesidad de una especie de “filtro institucional”, o como él lo dice: “Una traducibilidad argumentativa, en el momento de las discusiones en los principales cuerpos políticos”. Creo que sigue siendo la sociedad civil la garante de esa traducibilidad.
Debido al rol de las principales religiones en el sostenimiento de regímenes patriarcales y heteronormativos, es esperable que desde los movimientos que militan a favor de estos derechos se esgriman posturas que aboguen por la separación del espacio público de lo religioso. Sin embargo, me parece importante que se pueden identificar las voces discordantes en lo que aparece como un “universo religioso monolítico” respecto de estas luchas, porque sabemos que “lo religioso” dista de ser homogéneo. Dentro de religiones fuertemente misóginas, como el catolicismo, existen organizaciones como “Católicas por el Derecho a Decidir”, actrices y artífices centrales de la Campaña Nacional por el Derecho al aborto, legal, seguro y gratuito en la Argentina. Muchas iglesias evangélicas como la Metodista Argentina, o la Iglesia Valdense, se han manifestado públicamente en apoyo a la Educación Sexual Integral, al matrimonio igualitario, la Interrupción voluntaria del embarazo, y otros derechos sexuales y reproductivos y no reproductivos, siendo verdaderas aliadas en la defensa de esos derechos.
Me gusta pensar esta tensión en términos de la microfísica del poder, a lo que convidaba Foucault (1978). Si la circulación de discursos en la arena política es capaz de mostrar la diversidad y hacerla producir políticamente, estaremos más cerca de participar de la misma en condiciones menos agobiantes, con menos ruidos que desinformen, mientan o deformen los acontecimientos sociales y políticos. Sobre todos aquellos que nos son tan caros a nuestra humanidad”.
Si sufrís violencia sexual llama al 137 o al 911.
Véase también: https://www.argentina.gob.ar/violencia-familiar-y-sexual