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Milei y su círculo cercano impulsaron una criptomoneda que se desplomó en horas, afectando a miles de inversores. ¿Qué revela este caso sobre la ideología libertaria cuando se enfrenta a la realidad del mercado?
El escándalo de Libra dejó al descubierto un costado incómodo del modelo libertario que Javier Milei propone para la Argentina. En su esencia, el liberalismo económico que el presidente defiende con fervor se basa en la premisa de la autorregulación del mercado, donde la intervención estatal es vista como un obstáculo para el desarrollo. Sin embargo, cuando esa lógica se lleva al extremo, el resultado puede ser devastador. Miles de pequeños inversores confiaron en el respaldo implícito que suponía el entusiasmo de Milei por la criptomoneda, solo para ver cómo su dinero desaparecía en cuestión de horas.
¿Dónde estaba el Estado en este experimento? Según la doctrina libertaria de Milei, los afectados por Libra deberían asumir las pérdidas como un "riesgo de mercado". Pero cuando el propio presidente usa su imagen para promocionar un activo financiero sin regulación ni garantías, la pregunta cambia de tono: ¿es realmente el Estado el que estafa, o es el Estado el que debería haber impedido el fraude?
Los hechos son claros. Días antes de su lanzamiento, Libra era prácticamente desconocida. Luego, un video de Milei impulsó su cotización de forma meteórica. En cuestión de horas, pasó de ser un token irrelevante a un activo en el que muchos decidieron invertir simplemente porque el presidente de la Nación les decía que confiaran en el futuro cripto. Poco después, el precio se desplomó y la moneda quedó prácticamente sin valor.
La respuesta del gobierno fue tajante: "Es un conflicto entre privados". Con esta frase, Milei intentó despegarse de un escándalo que ya trascendió fronteras. Pero lo cierto es que su intervención como figura de autoridad cambió el juego. No fue un simple usuario dando una opinión en redes, sino el presidente de un país promoviendo una inversión de alto riesgo sin advertir sus consecuencias.
Mientras tanto, la oposición ya pidió que varios funcionarios sean interpelados en el Congreso. Entre ellos, Karina Milei, Manuel Adorni y Guillermo Francos, quienes podrían haber jugado un rol clave en la organización de reuniones entre el presidente y los desarrolladores de Libra. Los diputados de Encuentro Federal incluso sugieren que la promoción de Milei no fue gratuita, sino que podría haber existido un acuerdo económico detrás de la operación.
El episodio pone en crisis uno de los pilares del mileísmo: la idea de que el mercado es siempre eficiente y que la intervención estatal es innecesaria. Libra demostró lo contrario: cuando no hay regulaciones, los más perjudicados no son los grandes empresarios, sino los pequeños ahorristas que confían en discursos rimbombantes sin el respaldo de instituciones que los protejan.
Más allá del impacto económico, el escándalo dejó una marca en la imagen internacional del gobierno. La estafa de Libra ya es noticia en medios de todo el mundo y pone en duda la seriedad de una administración que, en menos de un año de gestión, se vio envuelta en uno de los fraudes financieros más escandalosos de la región.
Javier Milei puede insistir en que esto es solo un "conflicto entre privados", pero la realidad es que la confianza es un activo tan valioso como cualquier moneda. Y la suya, después de Libra, parece haber entrado en caída libre.
De la Redacción de AIM