Se cumplen hoy 17 años de los hechos del 19 y 20 de diciembre de 2001, que desencadenaron la caída del gobierno de Fernando de la Rúa y que en Entre Ríos produjeron la muerte de tres jóvenes. Las víctimas de aquellas protestas, que se iniciaron con asaltos a los supermercados en Concepción del Uruguay, fueron en Paraná Eloísa Paniagua, Romina Iturain y José Luis Rodríguez.
Eloísa había ido con otras personas del barrio Maccarone a pedir alimentos al supermercado llamado entonces Abud, de la calle San Juan. Cuando huían del lugar, un policía, que luego fue juzgado y condenado, disparó contra ella dentro del parque Berduc con su pistola reglamentaria, provocándole la muerte. Tenía 13 años de edad.
Romina Iturain recibió un balazo en el pecho cuando estaba en la casa de su prima en la calle Larramendi tomando mate. En esos momentos, la policía perseguía a saqueadores que se habían aproximado al hipermercado "Wal Mart". Romina murió poco después de resultar herida.
Días después de esos hechos, apareció en el parque Nuevo de Paraná el cadáver de José Luis Rodríguez, un militante de la Corriente Clasista y Combativa que según los peritos estaba dispuesto para cremarlo. El momento de la muerte fue según los expertos aproximadamente el mismo de los disturbios del 19 de diciembre.
Desde días antes del 19 de diciembre, se venían produciendo manifestaciones en Buenos Aires, que se acentuaron tras un discurso del ex presidente de la Rúa en que ratificó la confiscación de los depósitos bancarios que había dispuesto su ministro de Economía, el recordado Domingo Cavallo.
A los "cacerolazos" siguió la aparición en el centro de Buenos Aires de grupos de jóvenes con la cara cubierta y armados a la vista con palos, que crearon un gran desorden en el centro de la ciudad, que derivó en la renuncia de Cavallo y luego del presidente De la Rúa.
Los cacerolazos fueron espontáneos, pero los jóvenes encapuchados, frecuentes luego en otras movilizaciones, sin duda estuvieron preparados.
La caída del presidente De La Rúa fue precedida por la renuncia de su vicepresidente, Carlos Alberto Álvarez, quien había llegado al cargo por el Frepaso, dentro de una alianza heterogénea y sin programa que tuvo un final peor que el previsible.
Siguieron a De La Rúa en poquísimo tiempo varios gobiernos, en medio de un clima de violencia e incertidumbre que en algunos aspectos hacía recordar al de la vuelta de Perón tras su exilio en España, con claras diferencias no obstante.
El presidente con quien se estabilizó la situación, Eduardo Duhalde, cumplió a rajatabla el programa neoliberal en sus aspectos sustanciales, lo que ya había iniciado como vicepresidente de Carlos Menem. Su ministro Remes Lenicoff cambió el "corralito" de Cavallo, una confiscación parcial de depósitos sugerida por los bancos, en "corralón", una confiscación lisa y llana, y dispuso la "pesificación asimétrica", la ruina de innumerables existencias.
De todos modos, la caída de Fernando De La Rúa estuvo relacionada ante todo con su manifiesta incapacidad para el cargo y para la situación difícil en que debía desempeñarlo. Ya sus ministros neoliberales Ricardo López Murphy y Domingo Cavallo practicaron una rebaja del 13 por ciento en los salarios. Como consecuencia, se produjo una recesión casi nunca vista en la Argentina, donde los que podían comprar no lo hacían esperando que los productos bajen de precio, como venían haciendo día tras día.
Estos efectos no eran ignorandos por los economistas, pero en realidad no actuaban en nombre del gobierno sino del interés especulativo que les dictaba o les reclamaba las normas.
Los mismos procesos se desarrollaron luego en Grecia, Italia, España y Portugal, donde con elecciones o sin ellas han caído gobiernos en medio de enormes tumultos populares. En las calles de Atenas y de otras ciudades de Europa se recuerda justamente el caso argentino, pero sin ninguna mención a De La Rúa, que era en realidad una figura de segundo nivel.
De la Redacción de AIM.