En los próximos meses se cumplirán los primeros cien años de los sucesos conocidos como la Reforma Universitaria que se inició en la provincia de Córdoba y se propagó por todos los rincones del país y del continente. Pensarla, implica poner en valor el rol de las Universidades, destacar su función social, introducir la sospecha frente a los poderes y proyectar una idea de hombre y sociedad. El presente artículo busca entre las posibles causas históricas y políticas algunas líneas por donde comenzar a preguntarnos. Por: Valentín Ibarra, para AIM.
La Universidad Nacional de Córdoba fue creada en 1621 por las congregaciones jesuitas y hasta los sucesos que nos ocupan mantuvo una misma lógica y matriz de funcionamiento. Fundada en 1613 es la más antigua del país y una de las primeras de América. Su origen se remonta a 1610 cuando la Compañía de Jesús creó el Colegio Máximo que sirvió de base para la casa de estudios superiores cuyo nombre original fue Universidad de Córdoba del Tucumán de orientación escolástica que inspiró su modelo en la de Salamanca, en una acción mancomunada entre la Corona española y la Iglesia Católica. En el siglo XVI fueron creadas las Universidades de Santo Domingo, México, Lima y Nueva Granadas y en el XVII las de Córdoba y Charcas-Chuquisaca.
Hacia 1790 comenzaron a dictarse algunas cátedras de derecho y recién en 1813 se introdujeron estudios de aritmética y geometría, como así también de lenguas modernas. En 1828 pasó a depender del gobierno de la provincia de Córdoba y en 1854 se transfirió a la jurisdicción nacional. Progresivamente se desarrolló un proceso de secularización que fue disolviendo el modelo escolástico original.
En 1917 los estudiantes se manifestaron por la reducción y/o exención en el pago de las matrículas y aranceles, iniciándose una ola de reclamos que desencadenaron en una serie de profundas transformaciones, dando forma a la matriz universitaria vigente hasta nuestros días. Este puntapié puede considerarse como el primer cuestionamiento serio hacia la idea tradicional de Universidad, abandonando sus raíces elitistas destinadas a satisfacer las necesidades de las clases dominantes, para volverse realmente pública en sus fines y en su matrícula y abriendo sus puertas tanto a una creciente clase media, como a los hijos de obreros e inmigrantes y campesinos. Debemos tener en cuenta que estos sismos respondieron a un amplio e intenso proceso de agitación social, cambios en la correlación internacional de fuerzas políticas y económicas, saldos y producto de la primera gran guerra y cambios vinculados a una fase expansiva del capitalismo en América Latina, sumados a la emergencia de la clase media, que experimentó por aquellos días un progresivo aumento de sus espacios y capacidades y, que vio en el acceso a la Universidad una oportunidad de ascenso social y acceso a la política.
Tampoco debemos olvidar la intensa actividad gremial que el proletariado llevaba adelante en las grandes urbes, haciendo sentir su presencia con vigor y la creciente urbanización fueron otros de los aspectos que ligados a los antedicho contribuyeron a formar una nueva constelación social. Alfredo Palacios (primer legislador socialista de América Latina, electo por el distrito obrero de La Boca en 1904), escribió con motivo de los 10 años de la insurrección estudiantil-obrera que “el advenimiento de la nueva era americana lo ha hecho posible la joven generación que despertó al calor del incendio de la Guerra Mundial y alumbrada por la antorcha de la Revolución Rusa. Estos grandes acontecimientos favorecieron el estallido de su inquietud y libertaron su mente del sopor en que habían vivido aletargadas, mental y moralmente, las generaciones anteriores. Así nació la Reforma Universitaria que aunque no realizada totalmente, constituye ya uno de los hechos más significativos de nuestra historia”.
Estamos conscientes de que hablar de causas y antecedentes del movimiento de reforma, supone una tarea demasiado amplia para los límites de este trabajo, sin embargo pretendemos presentar sus principales aspectos y pensar a partir de ellos el estado actual y los desafíos futuros de nuestras casas de estudio, a cien años de aquellos convulsionados días, el clamor de la juventud se renueva y nos exhorta a cuestionar y transformar lo dado.
Los puntos más salientes de la Reforma pueden resumirse de la siguiente manera: 1) Devolver la Universidad a la sociedad en que se desarrolla lejos de los principios de clase, casta o familia. 2) Ponerla al alcance de las clases desvalidas, haciendo flexible el régimen de asistencia y creando cátedras libres o paralelas que compitan o sustituyan a los inflexibles. 3) Con el fin de romper el monopolio oligárquico ejercido por un cerrado cuerpo de profesores y exigiendo la co-gobernabilidad de los estudiantes. 4) Para quebrantar la impermeabilidad de un profesorado dogmático, generalmente ajeno a las variaciones de sus campos disciplinares 5) Buscaron la periodicidad de la permanencia en las cátedras sometidas a un régimen de concursos. 6) Contra la inmutabilidad de los programas propusieron el desarrollo de seminarios, coloquios y mesas redondas. 7) La creación de Universidades Populares de capacitación en artes y oficios para las clases menos favorecidas, obreros y campesinos. 8) Se impulsó considerablemente la vinculación de las Universidades a los problemas del país y de la región. Entre otros.
Progresivamente el reformismo se trasladó a todo el país, en 1919 alcanzó la República Oriental de Uruguay y Perú, en 1920 llegó a Chile, en 1921 a México donde se realizó el Primer Congreso Internacional de la Reforma y 1922 a Colombia. En 1928 a diez años de los sucesos escribió José Carlos Mariátegui, que el movimiento que se originó con los estudiantes de la ciudad de Córdoba, señaló el nacimiento de una nueva generación latinoamericana porque ellos compartieron una unión espiritual, tuvieron el mismo origen y el mismo impulso, el mismo lenguaje y fue la respuesta a un desigual estado de cosas, El proceso de agitación universitaria en la Argentina, Uruguay, Chile, Perú, etc., acusa al mismo origen y al mismo impulso (…) este movimiento se presenta íntimamente concentrado con la recia marejada pos-bélica. Las esperanzas mesiánicas, los sentimientos revolucionarios, las pasiones místicas propias de la posguerra que repercutían particularmente en la juventud universitaria de Latinoamérica. El concepto difuso y emergente de aquel mundo que entraba en un ciclo nuevo, despertaba en los jóvenes la ambición heroica y de realizar una obra histórica”.
*Valentín Ibarra, estudiante de Filosofía de la Universidad Autónoma de Entre Ríos (Uader).