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Política
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Paraisos artificiales en USA

La crisis provocada por el COV-SARS2 puso a los Estados Unidos en el primer lugar también en el número de muertos y contagiados, porque para sus ideólogos  el "destino manifiesto" les reserva la primacía  en todos los órdenes. Pero además de este dudoso privilegio de ser primeros en todo, ya que puede darse vuelta la tortilla  y los últimos ser los primeros y los primeros los últimos, el país imperial tiene otro: el sueño individualista norteamericano de riqueza, éxito y bienestar que nació en el siglo XIX y se está transformando en un sopor letárgico provocado por las drogas alucinógenas.

Estados Unidos tiene en las drogas un problema  estructural serio.
Estados Unidos tiene en las drogas un problema  estructural serio.

El  país, hoy jaqueado por el Covid 19 y por la lucha entre sectores que procuran la hegemonía  disimulados tras los dos partidos mayoritarios, tiene en las drogas un problema  estructural serio.

Hace poco, la reserva federal, un organismo privado con facultad de emitir dólares y prestarlos al gobierno, al que tiene endeudado,  alertó que las muertes por drogas trastocaron el mercado laboral al punto que las industrias no encuentran personal calificado para cubrir vacantes.

Ya años antes de la crisis sanitaria actual, que ha provocado millones de desocupados sostenidos por aportes del Estado,  la industria manufacturera tenía dificultad para encontrar aspirantes con la preparación adecuada para desempeñar sus funciones. Entonces la queja de la reserva federal era que la parte más capacitada de la población no se presentaba a las ofertas de trabajo porque los salarios eran bajos.

La tasa de participación laboral de los estadounidenses se encontraba antes del Covid 19 al mismo nivel que en la década de los 70, hace  medio siglo, según la queja de los financistas por la  adicción a los alucinógenos de los jóvenes en edad de trabajar.

La epidemia de drogadicción tiene  poca prensa, pero mata en los Estados Unidos más que el Sida y mucho más que ahora que el Covid 19, aunque sin tanto barullo.

Los jóvenes adictos no se forman porque abandonan sus estudios. En segundo lugar, el consumo de opiáceos y otras drogas los apartan cada vez más del mercado de trabajo. En tercero,   en gran medida por depresión nerviosa, en regiones que sufren problemas económicos y desocupación.

Esta situación empeoró significativamente por la peste y las consecuencias se verán cuando sea posible  hacer  un balance.

En 2014 hubo en los Estados Unidos 1,3 millones de personas que necesitaron asistencia médica por consumo de medicamentos con receta y opiáceos, lo que representa el doble que en 2005. La drogadicción castiga especialmente a las personas en un grupo de edad entre los 25 y los 44 años.

Las muertes por sobredosis son la primera causa de defunciones entre los menores de 50 años, y crecen a buen ritmo: 19 por ciento entre 2015 y 2017. En la década de los 80, las muertes por sobredosis de drogas oscilaban entre 6.000 y 7.000 personas por año, pero treparon ocho veces hasta las 60.000 en 2017.

Un aspecto poco significativo para nosotros pero que los estadounidenses toman muy en serio  es la incidencia que esta peste de ensoñación y apagamiento de la consciencia  puede tener sobre el destino del país, hoy puesto en entredicho por potencias emergentes.

Así como los antiguos romanos consultaban con frecuencia  a los arúspices para conocer el futuro y temer por él, los estadounidenses se toman el pulso para conocer adónde los llevan sus pasos. El New York Times considera "una plaga moderna" a la creciente drogadicción, con la carga de miedos y temores que caen sobre una nación que desde siempre teme repetir los errores que hace dos milenios provocaron la declinación del Imperio Romano.

La droga más mortífera en este momento, sobre todo en estados donde la desindustrialización hizo estragos, como Ohio, es el fentanilo y el carfentanilo, un tranquilizante 5.000 veces más potente que la heroína. Más de dos millones de personas dependen de los opiáceos legales y otros 95 millones de analgésicos recetados. En algunos condados, las reuniones de Narcóticos Anónimos están repletas de abogados, contadores y jóvenes profesionales con alto nivel educativo.

Se trata de un país que con el cinco por ciento de la población del planeta consume el 80 por ciento de los opiáceos farmacológicos del mundo. El gobierno de Donald Trump ha creado una comisión para debatir medidas contra la epidemia de drogadicción, a la que ha definido como un problema del mismo nivel que el crimen y las pandillas, a las que denomina "la carnicería americana".

Los medios, los políticos y el empresariado estadounidense parecen rehuir la relación entre la epidemia de muertes por sobredosis y el modelo económico y social impuesto desde la década de los 80, que parece estar llegando a su fin ahora para ser sustituido por otro quizá peor.

En el mismo período en que se produjo el crecimiento exponencial del consumo de opiáceos, la riqueza del 1por ciento  de la población opulenta se elevó hasta niveles inéditos, mientras los ingresos de la clase media blanca "sajona" se derrumbaron.

Millones de adictos comenzaron por el consumo de tranquilizantes en la década de los 90, cuando empezaron a sentirse las primeras consecuencias "no deseadas" del modelo neoliberal. Los opiáceos de prescripción legal son un inmenso negocio para las farmacéuticas. En los últimos 15 años las recetas de estos medicamentos contra el dolor se han triplicado, pero el 75 por ciento de los heroinómanos empezó con esos analgésicos.

Se trata de personas con sus vidas y familias destrozadas, ya que al perder sus puestos de trabajo en la vieja industria fordista, reconvertida con la automatización y luego con la robotización de la cuarta revolución industrial en rápido crecimiento, no pudieron reciclarse a los nuevos empleos altamente tecnificados. Nadie los ayudó, en un país individualista donde surgen voces que piden que se deje morir a los drogadictos sin atenderlos.

El país parece entrampado entre la decadencia económica que ha reducido a la mitad su presencia económica en el mundo desde el fin de la segunda guerra mundial; el fin de la era de la especulación financiera desenfrenada; el embrutecimiento de su población por la droga y sus intentos cada vez más costosos de sostenerse en el primer lugar mundial por el uso y abuso del poder militar.

De la Redacción de AIM.

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