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Política
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Recolonización y resistencia

Desde el fin de la segunda guerra mundial comenzaron a divulgarse los nombres de algunos asesores y planificadores estadounidenses, que trazaron el plan maestro del que la política de su país no se ha apartado desde entonces, con miras a mantener la hegemonía mundial.

Planificadores estadounidenses trazaron el plan maestro del que la política de su país no se ha apartado desde entonces, con miras a mantener la hegemonía mundial.
Planificadores estadounidenses trazaron el plan maestro del que la política de su país no se ha apartado desde entonces, con miras a mantener la hegemonía mundial.

"Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar la América de miserias a nombre de la Libertad”

Simón Bolívar

De todos ellos hay algunos de fama muy restringida y otros, más recientes, que alcanzaron renombre, como el polaco Zbigniew Brzezinki, fallecido hace algunos años. El más famoso de todos, hoy con 95 años de edad, es el alemán Henry Kissinger.

Cómo piensa una paloma

Uno de los primeros planificadores desde la guerra es George Kennan, considerado “una paloma”, que redactó en 1948 el "estudio 23" de planeamiento de la política internacional.

Para mantener la disparidad que favorecía a los Estados Unidos en el mundo, Kenann recomendaba: “tenemos que deshacernos de todo sentimentalismo y ensueño. Debemos cesar de hablar de objetivos vagos e irreales como los derechos humanos, el levantamiento de los niveles de vida y la democratización. Mientras menos nos estorben consignas idealistas, mejor”.

El estudio 23 era secreto, perdió esa condición 50 años después cuando las restricciones sobre él fueron levantadas y fue librado al análisis de los estudiosos.

El público debía someterse a la propaganda, que le hace escuchar otra tonada, casi totalmente contraria. Para pacificarlo y mantenerlo pasivo -y esto también estaba previsto- era necesario seguir bramando consignas idealistas; pero en el estudio 23 Kennan hablaba solamente a planificadores como él a gente que estaba en el secreto.

Kennan recomendaba combatir en América Latina (que siguiendo a Martí llamaremos "Nuestra América") la “peligrosa herejía” de que el gobierno tiene responsabilidad directa en el bienestar del pueblo.

Los planificadores norteamericanos llamaban durante la guerra fría "comunismo a la “peligrosa herejía” de suponer que el gobierno debe interesarse en su pueblo. Y esta palabra, así definida, no se vincula con el marxismo ni con ninguna ideología en particular.

Ese comunismo puede estar relacionado con la iglesia, con comunidades de base o con cualquier otra cosa. Será comunismo si se interesa por el bienestar del pueblo y pone en peligro por esa vía los suministros de materias primas a la economía norteamericana.

Nuestra América, salvo excepciones heroicas, nunca “creó problemas”, es decir, jamás se negó a ser “complementaria”, nunca fue hereje, siempre puso sus recursos a disposición de los Estados Unidos.

Ya Kennan preveía en la década de los 50 un remedio si esa situación cambiaba, es decir, adelantaba las dictaduras que vendrían: “la respuesta final puede ser desagradable, pero no debemos titubear ante la represión policial de parte del gobierno local. Esto no es vergonzoso porque los comunistas (los que entienden que el gobierno debe preocuparse por el pueblo) son esencialmente traidores. Es mejor tener un régimen fuerte (fascista) en el poder que un gobierno liberal si es indulgente y relajado y penetrado por comunistas”.

A pesar de su recomendación de apartar el sentimentalismo y el ensueño, Kennan sabe a quiénes habla y por eso les saca un peso de encima: no es vergonzoso reprimir a los “comunistas” porque son traidores. Además, mejor que el liberalismo político es para Nuestra América el “régimen fuerte” impulsado desde los Estados Unidos

Ya en los años 30, el presidente Wilson recordó que la doctrina Monroe, “América para los americanos”, significaba que los Estados Unidos consideran sus propios intereses. “La integridad de otras naciones americanas es un incidente, no un fin”. Para Wilson, esta conclusión de la doctrina Monroe era “irrefutable” pero al mismo tiempo “impolítico” presentarla públicamente.

Herejía moderna

Particularmente, una herejía contraria a los intereses que mencionaba Wilson es la unidad sudamericana, que propuso Bolívar y los Estados Unidos sabotearon en 1826 en el congreso de Panamá; la que Manuel Ugarte llamó "Estados Unidos de Sudamérica; la que llevó a los congresistas de Tucumán a declarar la independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica, nombre rápidamente cambiado por Provincias Unidas del Río de la Plata; la que renovada tras la oleada de "regímenes fuertes" en la década de los 80 del siglo pasado, es ahora un bastión de resistencia a la recolonización.

Con su patio trasero aparentemente seguro, los Estados Unidos dirigieron durante años su mirada a otros escenarios, por ejemplo Europa y el Medio Oriente y no prestaron tanta atención al sur del continente.

Cambiemos

Pero todo cambia. Hace algunos años, el asesor e ideólogo Zbigniew Brzezinki recomendó a un presidente demócrata estadounidense "recolonizar América Latina".

La recomendación de Brzezinski se basaba en que el proyecto de imperio estadounidense, que parecía logrado después de la segunda guerra mundial, estaba perdido. Las contradicciones, excesos y vicios que terminaron con todos los imperios del pasado parecen haber actuado en los Estados Unidos con velocidad "moderna".

Ahora los Estados, según el asesor, judío polaco que abrazó la causa del imperio por odio a Rusia, debían enfrentar a dos adversarios poderosos: uno la misma Rusia en el plano político y otro China, que antes había desestimado, como adversario económico. Y para enfrentarlos con chances de demorar al menos la decadencia inevitable, era preciso contar con "América Latina", con un territorio que los estrategas estadounidenses nunca dejaron de considerar como un espacio de maniobras propio.

De la estupidez a la conciencia

Ya bastante antes, Brzezinski, como fiel mastín del interés imperial, había llamado la atención del poder sobre un peligro grave para el interés de las elites dominantes: el despertar de las multitudes, que se estaban saliendo de la condición de "rebaño desconcertado" que le había adjudicado el periodista y sociólogo Walter Lipmann, que las valoraba solo para votar cada cuatro años y regresar de inmediato a la oficina y a la poltrona frente al televisor como masa estúpida.

Para Lipmann las ilusiones de la democracia eran buenas para el vulgo, que debía mantener su fe en ellas para no estorbar que la toma de decisiones esté exclusivamente en mano de los “hombres responsables”.

Estos "hombres responsables", que desde otro ángulo aparecen como una oligarquía de irresponsables, ignorantes de todo lo que no sea su propio provecho y las manipulaciones para sostenerlo y aumentarlo, eran ahora advertidos de un despertar inconveniente.

Para los “intelectuales” a su servicio, el poder de la élite de usureros debe estar garantizado. Pero Brzezinski expresó el miedo al despertar de las multitudes, que olfateó de lejos.

El cálculo fue que en estas condiciones, inatajables a pesar de las grandes mejoras de las tácticas de manipulación, control y represión, algunas recomendadas y ejecutadas por nazis contratados después de la guerra, el imperio decaería y se hacía necesario volver a asegurarse las fidelidades, el servilismo y sobre todo los recursos naturales de Nuestra América.

Estados Unidos ha construido "con fines pacíficos y humanitarios" una base militar en Chile y siete en Colombia, dentro de una expansión hacia el sur que tiende a recuperar terreno perdido, pero ante todo a tratar de frenar a China, que ya ha ganado mucha presencia en el continente sudamericano gracias a su comercio y también a inversiones presuntamente militares. China sigue creando lazos comerciales con los gobiernos latinoamericanos, siempre débiles y generalmente corruptos, y haciéndose indispensable como fue Inglaterra hasta la segunda guerra mundial.

Es posible que el golpe que derrocó a Dilma Roussef en el Brasil sea parte de la estrategia de recolonización de Nuestra América, lo mismo que las persistentes dificultades que viene atravesando Venezuela, que son ejemplo de guerra de "baja intensidad", otro concepto debido a Brzezinski.

En este caso, lo que aparecía como una lucha entre gobierno venezolano y su oposición quedó más en claro cuando la impolítica voz de Donald Trump hizo saber que habría sanciones duras en caso de insistir en el proyecto de reforma constitucional. En la lucha interna, el jefe de la oposición venezolana es Trump, que se mostró otra vez como un gerente que da órdenes antes que como un político que maniobra.

Para no dejar dudas, el director de la CIA admitió haber mantenido reuniones en México y Colombia para "obtener mejor resultado" que el que vienen logrando hasta ahora en Venezuela, como hubieran deseado obtener también en Siria. Y sus declaraciones aparecieron el mismo día de otro aniversario del nacimiento de Simón Bolívar. Ahora la intención de imponer un títere como Guaidó es evidente y la finalidad de las amenazas militares, también. Pero ya no es tan evidente que tomar Venezuela vaya a ser un fácil paseo porque las potencias emergentes han hecho saber al Departamento de Estado que Nuestra América “no es el patio trasero de nadie” y la han armado para derribar aviones y hundir portaaviones.

Mientras el imperio comete torpeza tras torpeza -una de ellas el frustrado golpe de estado en Turquía, que le cortó su propósito de acercarse a Rusia, y otro la manipulación de la "oposición democrática" siria con la misma intención-China sigue en silencio invirtiendo miles de millones de dólares en Nuestra América, con el propósito de favorecer su comercio con la región y reconstruir su ancentral camino de la seda.

La expansión china no conviene al propósito de convertirse en imperio único, pero China aparece como una fuerza inatajable, de allí la opinión de Brzesinski de que el imperio mundial ya no será posible.

Justamente la posibilidad de mantener el desequilibrio a favor de los Estados Unidos a resguardo de los "envidiosos" de todo el mundo era lo que Brzezinki tenía por imposible, porque la joven y vigorosa nación de antaño, la que cantó Walt Whitman, ha llegado a convertirse en un país comparable con un rentista viejo, pesado y calvo.

Pero entonces, si la decadencia llegó, por lo menos hay que mantener la salud. Hace algunas décadas, Winston Churchill, enfrentando el declive del imperio británico tras la victoria pírrica sobre el Eje, recomendó retirarse a las islas y construir allí el futuro inglés con las herramientas a mano.

El proyecto de recolonización

En lugar de eso, pero en la misma línea, Brzezinski consideró necesario reocupar espacios relegados por la atención preferente a otras regiones, de manera no menos conservadora y defensiva que Churchill. Si no se puede construir un imperio único, por lo menos se deben recuperar espacios "propios".

El gobierno argentino es una pieza menor pero no insignificante en este ajedrez. Estados Unidos negoció con Macri una base militar en la Patagonia y otra en la frontera con el Paraguay, justo sobre el acuífero guaraní, gran reserva de agua dulce, como los glaciares patagónicos. Y tiene asegurado el voto cuando se trata de ir contra Venezuela, la mayor reserva petrolera del mundo.

En el caso de Brasil, con Bolsonaro tienen un aliado óptimo pero un político pésimo que puede generar problemas. En Brasil ya con Temer se consolidó la versión neoliberal de democracia de Estado mínimo y mercado máximo, contra la de Lula, que procuraba la inclusión en el país socialmente más desigual del mundo, donde se da según el Banco Mundial la mayor acumulación de capital del planeta, dinero que rápidamente va a parar a paraísos fiscales.

Y en ese país, donde medran los capitalistas más antipopulares y antisociales que hayan existido, se vota una ley de reforma laboral para mejorar la acumulación de capitales a costa de los trabajadores y se invita a la Argentina a "brasileñarse" a tomar el ejemplo...

La política exterior estadounidense, salvo vaivenes menores, se basa en pocos puntos fundamentales:

Un mundo favorable a la globalización, en particular para empresas multinacionales; mejorar los balances de los proveedores de la Defensa; impedir el surgimiento de cualquier empresa que haga sombra al modelo capitalista, y extender la hegemonía política, económica y militar sobre la parte más grande posible del planeta para prevenir la emergencia de todo poder regional que pudiera desafiar la supremacía norteamericana.

Cortar el mal ejemplo

Sin embargo, el mal ejemplo cunde en Nuestra América, en particular con la persistencia del ideal de unidad continental de Bolívar, que inoportunamente vino a despertar Chávez.

Por eso Venezuela está ahora sometida a una "guerra de baja intensidad" que está a punto de terminar por otra de intensidad plena, que cuenta con recursos cuyo origen no se explica ni parece interesar, dura mucho más que otros movimientos similares y manda a morir a jóvenes mientras los viejos oligarcas que remontan a Santander, el Rivadavia de la Gran Colombia, siguen los acontecimientos desde la sombra.

Y eso sobre una pérdida de recursos del 90% provocado por la baja artificial del precio del petróleo, el desabastecimiento programado de alimentos, la falta de medicamentos provocada por los grandes laboratorios, etc, etc.

Pero en Venezuela y en otros pueblos de Nuestra América hay movilizaciones y una creciente conciencia -la que temía Brzesinki- que harán más difícil ahora hacer pasar a nuestro subcontinente por las mismas calamidades a que fueron sometidas Botnia, Iraq, Libia, Afganitán, Siria.

Venezuela y otros países sudamericanos, Ecuador, Bolivia, Brasil antes de Temer, no eran gran peligro para los Estados Unidos, pero sí son un mal ejemplo de negación de recursos, agua, petróleo, materias primas para medicamentos, metales estratégicos, y deben ser castigados ejemplarmente por eso.

Olas sucesivas, la marea va y viene

En su libro "América Latina, Imperialismo, Recolonización y Resistencia", publicado en 2003 por la editorial ecuatoriana Abya Yala, el economista y sociólogo estadounidense James Petras señaló: "En Venezuela, los intentos locales apoyados por EE. UU. para derrocar por medio de sicarios al régimen democráticamente elegido del presidente Hugo Chávez fueron derrotados dos veces por una alianza de pobres urbanos y sectores del ejército constitucionalistas".

La de 2003, para Petras, fue una de las fases de los embates del Imperio contra Nuestra América, iniciadas con al recorte de la mitad del territorio de México a mediados del siglo XIX poco después de lanzada la idea del "Destino Manifiesto", robada a la teología.

La primera del siglo XX fueron regímenes-cliente como los de Batista en Cuba, Somoza en Nicaragua y Trujillo en Dominicana. "Estos fueron los predecesores de los gobiernos neoliberales militares y civiles de la última parte del siglo". Según Petras en los años 80 del siglo pasado las dictaduras evolucionaron hacia gobiernos electoralistas civiles que intensificaron el modelo neoliberal y la transferencia de ganancias, intereses, royalties y fondos ganados ilícitamente a los Estados Unidos y Europa.

Entre 1990 y 2001 se produjo otra ola, con el derrocamiento popular de dos presidentes neoliberales en Ecuador, otro en Brasil (Collor de Melo), un cuarto en Venezuela, y preludios del derrocamiento de Fujimori en Perú, De la Rúa-Cavallo en Argentina, y Sánchez de Losada en Bolivia.

Para Petras, en la base de la ola actual de recolonización de Nuestra América está la necesidad de revertir o demorar la fortuna declinante del neoliberalismo. Para eso se propone controlar los recursos: el petróleo en Venezuela, al gas en Bolivia, expulsar y desarraigar al campesinado rural y dar "solución final" al problema de la autodeterminación y de la soberanía popular, en línea con los fines trazados hace 70 años por los planificadores estadounidenses.

La cuestión está planteada; la solución, como siempre, es disipar el humo de las ilusiones, despertar de la modorra inducida y valorar las armas e intenciones del adversario. Como Kennan quería, al revés de la propaganda no está estorbado por idealismos y es insospechable de sentimentalismo.

De la Redacción de AIM.

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