El sistema educativo “tiene que cambiar”, afirmó a AIM Delia Azzerboni, docente e investigadora, quien explicó que la pandemia mostró que “es necesario pensar nuevas maneras de llevar adelante la propuesta didáctica en el ámbito institucional”.
El mundo del siglo XXI “no tiene fronteras y es compartido, por lo que se espera la posibilidad de aprendizaje durante toda la vida. Así el conocimiento se amplía permanentemente y los estudiantes tienen que estar dispuestos a seguir aprendiendo, no solo cuando están dentro del sistema educativo sino cuando salen, para poder participar activamente de la sociedad”, dijo la docente quien participó hoy de una jornada organizada por el Colectivo de Trabajadores por La Ventana en la Multicolor.
En ese sentido, apuntó que las Tecnologías de la Información y la Comunicación (Tics) impactaron “fuertemente en el mundo, por lo que nos preguntamos: ¿Es posible aprovechar el poder de las redes globales? ¿Es posible que la tecnología se humanice y esté realmente al servicio de las personas y no las personas sometidas a la tecnología? Es una responsabilidad de la escuela dar entrada de la tecnología pero que esté al servicio de las necesidades de las personas. Sabemos que el ingreso de la tecnología en el mundo y, por ende, en las escuelas requiere de nuevas formas de aprendizaje, es decir, deben disponer nuevas maneras de enseñar y generar propuestas que permitan al desarrollo de capacidades complejas”.
En ese marco, la escuela “tiene que preparar para el desarrollo del juicio crítico, la capacidad de comunicarse ampliamente, de trabajar con otros, de tomar decisiones sobre su propio mundo, de su vida y ser crítico con cuestiones que pareciera que están dadas por sentado y no lo son. Así se dispone a preparar a los sujetos para la inserción en el mundo, no quiere decir que tengan que someterse a las condiciones sino comprenderlas”, y para ello “se requieren trabajadores culturales y sociales: directivos y educadores han de ser trabajadores sociales para mostrar el mundo, acercar el conocimiento y dar oportunidades, para que los estudiantes (desde que ingresan del sistema hasta que egresan) puedan apropiarse con las mejores herramientas y posibilidades (desde el punto de vista de sus competencias) para incluirse como ciudadano social”.
“Sabíamos antes de la pandemia que la escuela tenía que cambiar, pero ¿Cómo? ¿Por qué? Y ¿Para qué? Sí, la pandemia generó una percepción por parte de los actores institucionales y múltiples cambios, transformaciones organizacionales, curriculares y en los procesos de profesionalización en educadores y directivos”, dijo la investigadora, quien aclaró que “no es necesario cambiar por cambiar sino cambiar con sentido, para que la escuela tenga sentido. Donde los estudiantes sientan placer al asistir y por las oportunidades que les brinda, generando nuevas alternativas para mirar el mundo desde otro lugar”.
Así, la pandemia mostró, frente a la incertidumbre, que es necesario pensar nuevas maneras de poner la propuesta didáctica en el ámbito institucional: “ Hay que conectarse de otra manera con organizaciones sociales, culturales y barriales, porque, a través de ella, los chicos se conectan con la realidad del mundo”. A través de las organizaciones “se pueden crear redes para apropiarse de nuevas maneras de configurar la tarea institucional”, subrayó.
Consecuentemente, la pandemia “mostró que había una necesidad urgente en ese momento y después de ella seguimos pensando cuáles son las consecuencias en las organizaciones educativas y debemos seguir pensando cómo la estructura de la escuela necesita cambiar. Hay un núcleo duro que necesita transformarse”. Hay escuelas que iniciaron ese proceso, pero “no deben ser casos aislados sino que todo el sistema educativo debe cambiar y eso amerita una definición política clara con participación activa de distintos estamentos del sistema educativo”.
Gestión de instituciones y aulas
En ese contexto, Azzerboni contó que se debe pensar también cómo gestionar la institución y las aulas “es un desafío técnico, político y cultural”, y ejemplificó: “El directivo sabe que necesita conducir una institución que, continuamente, debe adaptarse a amenazas y oportunidades que se le presentan, por eso es necesario pensar y producir acciones novedosas y creativas”, pero precisó que “no hay una fórmula para hacerlo, sino que “los desafíos son situados frente a la realidad cotidiana de cada institución, pensando que se tenga el respaldo de un sistema educativo que dé lugar a abordar los distintos desafíos”.
Así, los equipos directivos “deben pensar cuál es el contexto, cuáles son las trayectorias familiares y educativas de los estudiantes. Cuáles son las alternativas que se dan para pensar, gestionar y actuar, de manera que la creatividad y lo novedoso dependerá de una formación profesional amplia y, cada vez, más rica con una mirada profunda de la propia realidad para hablar de una transformación continua”
“Aquella vieja concepción de ‘ya sabemos cómo actuar’, ‘tenemos una propuesta clara y precisa de lo que venimos haciendo’ no va, hay que pasar hacia un estilo de trabajo mucho más flexible que se adecue a las circunstancias y que de forma a un proyecto institucional contextuado, claro, preciso y flexible”, dijo.
Otro desafío que se encuentran directivos y educadores “es la responsabilidad de actualizar y revisar sus propios conocimiento y prácticas. Las viejas prácticas y conocimientos que fueron útiles hasta no hace mucho hoy ya no son ni eficaces, ni pertinentes, ni adecuados. Hoy hay que conducir y gestionar con un trabajo riguroso, con compromiso social, colaborativa y cooperativamente creando nuevas formas y lugares para el desarrollo profesional de todos”, remarcó.
Los directivos saben que el imperativo “debe ser cambiado por una postura democrática, donde las voces de los distintos actores se escuchen y así como hablamos de diversidad en los estudiantes debemos reconocer la exquisita diversidad de los educadores que propia un poco pensar desde las diferencias para crear algo singular que sea pertinente a la propia institución”. Los directores “saben hoy que necesitan marcar el rumbo, la visión de la institución, las expectativas que se tienen, pero eso tiene que ser sin coerción, sin amenazas, sin sobornos, es decir, tiene que tiene que ser respetuosa la palabra del otro que es diferente y piensa de otra manera pero desde el punto de la escucha y el diálogo se puede arribar a acuerdos y consensos, por eso hoy el mayor desafío técnico y actitudinal, relacional, está en ampliar la capacidad de escuchar y el diálogo”, aseguró.