Daniel Cohn-Bendit (Montauban, Francia, 1945) no quiere hablar más de la revuelta que encabezó hace cincuenta años. Medio siglo después de Mayo del 68, el antiguo líder estudiantil, convertido en reformista de centroizquierda y eurodiputado ecologista hasta 2014, ha preferido dedicar este año de conmemoraciones a rodar un documental, La traversée, recién presentado en el Festival de Cannes y que se emite este lunes en la televisión francesa.
La película, dirigida por otro sesentayochista como Romain Goupil, recorre la Francia de Emmanuel Macron en busca de pequeñas historias protagonizadas por anónimos que, en su conjunto, aspiran a dar cuenta del estado actual del país. El propio Macron aceptó rodar una escena de antología "por su amistad con Cohn-Bendit", según el Elíseo.
Pregunta. ¿Por qué rodó esta película?
Respuesta. Porque me permitía hablar de Francia 50 años después, pero sin tocar el tema del 68. Esta conmemoración me parece una trampa. Nuestro imaginario sociopolítico está demasiado marcado por lo que sucedió hace medio siglo. Ahora vivimos en otro mundo, bajo otro sol
P:¿Por eso se ha negado a dar entrevistas sobre el aniversario?
R: Ya lo he dicho todo en mis libros y películas de las últimas décadas. Ya no me queda nada más que decir. No vamos a jugar cada vez al mismo psicodrama. No tiene sentido intentar decidir si el mundo de hoy es mejor o peor. Simplemente es distinto.
¿Está harto del tema?
Sí, estoy harto de debatir sobre si el 68 fue bueno o malo. ¿Todos los problemas de Francia son culpa del 68? Quienes dicen eso están enfermos. Y quienes aspiran a un nuevo 68, también. Creen que el 68 fue el ensayo general de una revuelta que sí triunfará, como 1905 respecto a 1917. Es una locura…
¿No es mejor participar en el debate que rehuirlo?
No he dejado de hablar del 68 en los últimos 49 años. Permítame que me tome uno de descanso… Estos debates me parecen improductivos.
Su apoyo y su proximidad con Macron desconcertó a mucha gente. ¿Por qué apostó por él?
Nuestra relación empieza en 2016, durante un debate sobre Europa, cuando descubrimos que teníamos una verdadera afinidad. Pero tenemos una relación abierta y no exenta de crítica. Pese a mis diferencias con él, es uno de los pocos responsables políticos que hacen avanzar Europa.
En otros aspectos, cuesta entender su afinidad con Macron: la liberalización económica, el endurecimiento de la política migratoria, su teoría sobre la verticalidad del poder…
Es que no hay una afinidad de recorridos. Venimos de mundos distintos. Él procede de la pequeña burguesía de Amiens y estudió en centros de élite. Yo tengo otra historia… [es hijo de judíos alemanes que emigraron a Francia]. No tenemos nada que ver, lo que no impide que nos hablemos. Además, yo creo que la liberalización económica es necesaria, pero hay que añadir nuevas protecciones...
De momento no las vemos.
Las hay, aunque no sean suficientes. Sobre los refugiados, yo dialogo con todo el mundo, con una sola condición: que admitan que nadie tiene la solución. Además, si no llegamos a controlar la sociedad, puede suceder lo peor imaginable. Macron se plantea una cuestión real.
Podemos exigir más libertades, pero decir que estamos peor que antes es ridículo
Durante mucho tiempo fue un héroe. Hoy le llaman traidor por haberse pasado al reformismo.
Lo hacen algunos, tampoco todos. Quienes me acusan de traidor y de reformista olvidan que en los sesenta ya tenía el mismo punto de vista. Entonces ya abogaba por un arco que fuera de la extrema izquierda hasta los estudiantes católicos. Pero las fuerzas políticas actuales no tienen ningún interés en abrirse. Quieren imponer su radicalidad y eso las condena al fracaso.
“Nacido en 1945, soy un producto de la Liberación”, un hijo de la libertad, dice en su documental. ¿Hoy tenemos más o menos libertades que en los sesenta?
Decir que tenemos menos, como escucho a veces, es un sinsentido. Podemos decir que hay problemas nuevos, como los derivados de los nuevos sistemas de control y de internet, pero a veces nos olvidamos de lo que eran los 50. Entonces las mujeres debían pedir autorización escrita a sus maridos para poder trabajar o abrir una cuenta en el banco. Aún no hemos llegado suficientemente lejos, pero ya hicimos la mitad del camino. Podemos exigir más libertades, pero decir que estamos peor que antes es ridículo.
Cuando le preguntan si un nuevo 68 es posible, responde que hay que dejar que los jóvenes se inventen nuevas formas de rebelión. ¿Cómo puede rebelarse un joven de hoy?
No sé qué posibilidades hay, aunque no creo que sea imposible rebelarse. Eso sí, observo que los movimientos radicales de hoy no logran llegar a las masas. Cuando uno inicia una revuelta desde una perspectiva ideológica, es difícil que tenga éxito. Lo que posibilitó el 68 fue el hecho de no estar ideologizado. Los pensadores de extrema izquierda llegaron más tarde, cuando el tren ya estaba en marcha…
Fuente: El País de Madrid